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Crítica:  Armida Quartett en el Festival Bal y Gay

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Autor: Pablo Sánchez Quinteiro
15 de agosto de 2022

La IX edición del Festival Bal y Gay acoge un concierto del Armida Quartett. En el programa, obras de Marko Nikodijevic y Mozart

Armida Quartett

Armida Quartett, con devoción

Por Pablo Sánchez Quinteiro | @psanquin
Foz, 13-VIII-2022. Festival Bal y Gay. Armida Quartett

   El Festival Bal y Gay llega a su IX edición, ya consolidado como una cita musical veraniega referencial. La programación de este año, que se extiende entre el 12 y el 24 de agosto, mantiene su apuesta por presentar solistas y grupos de primera fila en diversos escenarios, muchos emblemáticos de la Mariña lucense.

   El concierto del Armida Quartett en el Pazo de Fontao, ubicado en las proximidades de Foz, constituyó una muy atractiva y valiente propuesta. Por una parte, representaba una oportunidad única de disfrutar del excelente hacer de un ensemble cuartetístico, diferente a los ya habituales en los ciclos y festivales españoles. No es este un hecho desdeñable, pues por desgracia, la monopolización de las programaciones por un número muy limitado de intérpretes se está convirtiendo en un acuciante y empobrecedor problema de nuestro panorama musical. Por otra parte, no era menos relevante el hecho de disfrutar de la música en un entorno natural absolutamente idílico e inspirador; paradisíaco, en palabras del líder del cuarteto Martin Funda, al final del concierto. Es destacable como la organización del Festival, liderada por Alba Pérez, y el propio anfitrión de la noche, el Conde de Fontao, José Manuel Romero, han creado un ambiente familiar y acogedor en el que el público asistente, desde que llega a Fazouro, se sumerge repentinamente en una naturaleza plena que invita al disfrute de la música como en pocas ocasiones. Si a esto unimos la nada anecdótica ausencia absoluta de cobertura de móvil, se puede perfectamente decir que la experiencia casi alcanzó niveles místicos.

   El concierto estuvo a la altura de las expectativas, tanto por el programa presentado como por el nivel de la interpretación. A pesar de la juventud de sus miembros, la mayoría en su treintena, el Armida Quartett es una agrupación con un amplio bagaje y reconocimiento tanto en su Alemania de origen como en el Reino Unido, y no menos importante, una amplísima trayectoria de trabajo conjunto. Esto se reflejó en la absoluta compenetración y complicidad entre los músicos, la cual se transmitió y contagió desde un principio al público asistente, que agotaba el aforo disponible.

Armida Quartett

   El concierto se abrió con la propuesta más moderna de la noche, y no es ironía, pues El arte de la fuga es una de las composiciones más pura y abstracta de la historia de la música, que, en palabras de Jordi Savall, todavía sigue repleta de misterios, los cuales abren a los músicos múltiples posibilidades interpretativas. Los tres primeros contrapuntos fueron interpretados por el Armida desde una perspectiva alejada de concepciones metafísicas o emocionales. Aunque este tipo de etiquetas es una simplificación injusta, se podría hablar de una interpretación racionalista en la que predominó una articulación incisiva, un tempo vivo y una comedida ornamentación. Pero es que realmente estamos ante una música de una belleza esencial que no requiere de mayores aditamentos, y menos aún, cuando el escenario no es uno de los habituales asépticos, por no decir antisépticos, auditorios. Disfrutar de esta música atemporal al mismo tiempo que los sentidos se inundan con el olor de la tierra húmeda o el refrescante aroma de los frondosos bosques de Fazouro es una experiencia impagable.

   El Segundo cuarteto del serbio Marko Nikodijevic, dedicada al propio Armida por su compositor el año 2019, sigue todavía en los atriles del grupo, lo cual no es siempre habitual en las creaciones contemporáneas. Pero escuchando la obra este hecho deja de sorprender, pues estamos ante una partitura de excelente factura, rica en la utilización de procedimientos contemporáneos, pero al mismo tiempo rebosante de expresividad y emociones. Fue máximo el contraste entre la austeridad bachiana y la expresionista introducción de la obra, inquietante por sus punzantes disonancias, pero al mismo tiempo insinuando un aroma porteño que cristalizaría en el movimiento central, un Tango rebosante de carácter y empuje. No es fácil a estas alturas sorprender en este género y menos aún con la alargada sombra de Piazzolla, pero el discurso impredecible y convulso de Nikodijevic, unido a una extremadamente visceral interpretación del Armida lo consiguieron. Los movimientos pares, Ruvido y Vivace respectivamente, se nutrieron al máximo del dramatismo inicial. El breve Adagio mesto conclusivo, de un lirismo más lineal y previsible, exprimió al máximo los registros más extremos de los instrumentos, tanto tímbricos como dinámicos, sorprendiendo por su inesperado final, antítesis de lo retórico. Muy grata sorpresa descubrir la música de Nikodijevic y más aún de la mano del Armida Quartet.

   Pero aún restaba la segunda parte de la noche en la que la música de Mozart era protagonista en exclusiva. Y qué mejores intérpretes que el Armida, auténticos devotos de la música del salzburgués de quien no sólo han protagonizado una grabación integral de sus cuartetos sino también una edición crítica de los mismos realizada a partir de las fuentes originales.

   La primera obra mozartiana constituyó el puente ideal con el inicio del concierto, pues el Adagio y Fuga, K.546 había de nacer directamente del descubrimiento por el compositor de la música de Bach. Fue majestuoso el Adagio, con amplios arcos y líneas enfáticas, mientras que la Fuga fue llevaba a un tempo ligeramente más contenido que las bachianas iniciales. Este tempo funcionó a la perfección pues permitió ir moldeando un soberbio crescendo que culminó en un sobrecogedor clímax final.

Armida Quartett

   El programa se cerraba con uno de los monumentos del ciclo mozartiano; el cuarteto de Las disonancias K.465. Tras una sugerente introducción, evocadora en su expresionismo de la obra de Nikodijevic, el monumental Allegro fue un prodigio de equilibrio y musicalidad, pero al mismo tiempo una exhibición de vitalidad y desparpajo. Frente a concepciones más clásicas y robustas, el Armida preconiza un fraseo más elástico y dúctil, pero siempre preservando la claridad. El Andante cantabile de una ternura inefable fue el mejor momento de la interpretación; difícil imaginar una música más apropiada para una velada tan idílica. Un contrastado y efusivo Minueto -con todas sus repeticiones- dio paso al Molto Allegro. En él se hizo evidente el entendimiento mutuo entre los músicos quienes atacaron las numerosas modulaciones del movimiento en un deleite colectivo absolutamente ejemplar.

   El más que merecido éxito fue respondido con una breve propina, nuevamente mozartiana, el Presto final, del Divertimento, K.138, Prestissimo en manos del Armida. Fue la única concesión interpretativa a lo largo de la noche, pero más que justificada ante la reacción jovial y entusiasta de todos los asistentes.

Fotos: Xaora Fotógrafos / Festival Bal y Gay

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