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Crítica: Ars Combinatoria en la temporada de Juventudes Musicales de Valladolid

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Autor: Agustín Achúcarro
10 de marzo de 2021

Del trabajo bien hecho

Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 6-III-2021. Sala Delibes del Teatro Calderón. Intérpretes: Ars Combinatoria. Elsa Ferrer y Liz Moore, violines, Joseba Berrocal, violonchelo, Marta Prieto, violone, y Canco López, clave y dirección. Obras de Frescobaldi y Castello. Juventudes Musicales de Valladolid.

   El concierto se basó en obras de Girolamo Frescobaldi y Dario Castello, músicos del barroco italiano del XVII, que representan un continuo dialogo, cuyo protagonismo recayó en los violines de Elsa Ferrer y Liz Moore. Prueba de lo dicho fue la forma en la que abordaron las sonatas a Due soprani, tanto por cómo entablaron su relación como por la facilidad para entrelazar los sonidos de sus violines. Un programa en el que a la melodía, que destacó de forma continuada, se sumó la labor del violonchelista Joseba Berrocal, siempre atento a potenciar la precisión y el ajuste, con un sonido que empastaba muy bien con el resto de instrumentos, y que supo hacerse protagonista cuando las obras así lo requerían, con un notable juego de acentos y reguladores. A su lado se sumaron la presencia omnipresente del clave en las manos de Canco López, y los apuntes sonoros, muy bien dosificados, que imprimía el violone de Marta Prieto y que al margen de sostener las obras las subrayaban. Un continuo solido permitió el lucimiento constante, sin estridencias de los intérpretes, con una labor  minuciosa, fiel reflejo del trabajo en la dirección de Canco López.


   Y así fueron interpretando las obras de Frescobaldi de Il Primo libro delle Canzoni,  ya fueran la Gualterina, la Todeschina, la Bianchina o la Boccelina con una sutileza y una articulación fluida y singular. Igual que ocurrió con las obras elegidas de Castello con su De Sonate concertate Libro secondo, ejemplares en el arte de Ars Combinatoria.

   Dos páginas A soprano solo de las Sonate Concertate Libro secondo de Castello pusieron de manifiesto las cualidades de las violinistas. Liz Moore destacó por un sonido pujante, bien timbrado y de elegante factura, mientras que Elsa Ferrer se impuso por un desarrollo de la obra de alto nivel, de fácil ataque en los adornos y por plegarse con aparente facilidad al estilo. Ambas demostraron ser capaces de imponerse ante el virtuosismo de las obras, en las que dejaron detalles de soltura en los adornos. De reseñar también la relación entre los instrumentistas, bien acoplados, y su capacidad para abordar aquellos pasajes más virtuosísticos con destreza y dar una coloración muy sutil y oportuna a los pasajes lentos. Para terminar y fuera de programa, con una sala llena en relación al aforo permitido, interpretaron Chiome d´oro de Monteverdi.

   Un acierto de Juventudes Musicales de Valladolid al programar este concierto de música antigua, algo abandonada en la ciudad, después de que en una época viera como acudían a ella las formaciones más representativas.

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