Crítica de Raúl Chamorro Mena del recital de la soprano Asmik Grigorian en el Teatro Real de Madrid, acompañada al piano por Lukas Geniusas
Sobria sensibilidad
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 30-IX-2025, Teatro Real. Recital Asmik Grigorian, soprano. Lukas Geniusas, piano. Obras de Piotr Illich Tchaikovsky y Serguéi Rajmáninov.
El capítulo de recitales o conciertos de voces se ha visto notablemente reducido en la temporada 2025-26 del Teatro Real. Apenas un concierto con orquesta y dos recitales a piano. Entre estos últimos, este que nos ocupa protagonizado por la soprano Asmik Grigorian, situado entre las funciones de Otello, que está protagonizando como Desdemona en el escenario del coliseo de la Plaza de Oriente.
El programa contenía dos partes bien diferenciadas, ambas dedicadas a la canción rusa con la que la soprano lituana demostró lógica afinidad e idiomatismo. En el primer capítulo se interpretaron piezas de Tchaikovsky pertenecientes a diversos ciclos de canciones correspondientes a cuatro números de opus distintos.
La Grigorian, una de las sopranos más interesantes de la actualidad, escanció en las cuatro canciones interpretadas en primer lugar, su canto sensible, de fraseo cuidado y bien torneado, no especialmente variado, ni se suprema clase, pero siempre musical y que se imbricó adecuadamente en el fluir melódico tan genuino de Tchaikovsky. Asimismo, transmitió, sin excesos, con elegancia, esa melancolía tan propia del genial músico. Destacó la sobria tristeza de “De nuevo solo como antaño”, op.73, nº 6 y “Una lágrima tiembla Op 6, nº 4.
Las dos últimas canciones de la primera parte, pertenecientes a los ciclos Op. 47 –“Os bendigo bosques” y “No preguntes” Op 57- se apartan un tanto del tono triste y nostálgico de las anteriores, pues expresan libertad y amor a la Naturaleza, la primera de ellas, y la incertidumbre ante la entrega amorosa, la segunda.
Grigorian, todo un animal escénico en sus interpretaciones operísticas, evitó toda exaltación emocional, que bien permiten las canciones de Rajmánivov que ocuparon la segunda parte. Once piezas también correspondientes a diversos ciclos y que se benefician de una rutilante escritura para el piano, como corresponde al músico ruso.
La voz de soprano lírica, bien emitida y proyectada, suave, homogénea y de muy grato timbre, aunque no especialmente singular ni bello, y una expresión íntima, contenida, de indudable eficacia, pero falta de un punto de calor, de un fraseo más incisivo, se combinaron para traducir adecuadamente estas canciones de gran belleza melódica e intensidad expresiva.
El arte de canto de la Grigorian se tradujo en algunos bellos filados, impecable línea de canto y seguridad en el registro agudo, si bien a esas notas altas les falta algo de punta, un mayor giro a los resonadores superiores.
La soprano lituana terminó el concierto de forma brillante, con la espléndida Dissonance Op 34, nº 13, muy ovacionada por el público. Una sola propina, la canción del Op. 14, nº 7, “No me creas amigo”, también de Rajmáninov” puso punto final al evento.
El pianista Lukas Geniusas pareció encarnar una lucha entre el apropiado y conveniente elemento colaborador con la solista y su anhelo de lucimiento personal. Hasta cuatro piezas interpretó en solitario, dos en el bloque dedicado a Tchaikovsky en la primera parte –Romance op. 5 y Scherzo humoristique - y los preludios número 12 y 13 de los Treces preludios op. 32 de Rajmáninov en el segundo capítulo. Geniusas exhibió destreza técnica y sonido más presente que pulido y aquilatado. A su fraseo le faltó finura y poso reflexivo, para imponerse al brusco aparato sonoro.
Hay que señalar, que resultó prácticamente imposible crear el ambiente intimista que requiere este tipo de recital, a causa de los aplausos a destiempo, los diversos ruidos y hasta un desabrido “¡Brava!” después de un agudo emitido por Grigorian en medio de una de las piezas. Por todo ello, también por un público más acostumbrado a este repertorio como es el del ciclo de lied y por ser una sala más recogida, este recital hubiera resultado más adecuado en el Teatro de la Zarzuela.
Fotos: Javier del Real / Teatro Real
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