CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: «Attila» en el Teatro Real

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Raúl Chamorro Mena
17 de mayo de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Attila de Verdi en el Teatro Real de Madrid

Attila de Verdi en el Teatro Real de Madrid

Attila sin casco ni caballo

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 14-V-2025, Teatro Real. Attila (Giuseppe Verdi). Christian van Horn (Attila), Sondra Radvanovsky (Odabella), Michael Fabiano (Foresto), Artur Rucinski (Ezio), Moisés Marín (Uldino), Insung Sim (Leone). Orquesta y coro titulares del Teatro Real. Dirección: Nicola Luisotti. Versión concierto. 

   En julio de 2017 Plácido Domingo ofició en el Teatro Real un Macbeth, en principio en versión concierto, pero que resultó, en realidad, semiescenificado. El mítico cantante madrileño - hoy preterido en los teatros españoles, incluido el Real, cuando merecería un gran homenaje como gloria de España que es- buscó, con unos escasos elementos escénicos y un eficaz movimiento e interacción de los artistas, que no se perdiera nada de la fuerza teatral verdiana. Y lo logró 

   Verdi es puro teatro, desde la primera décima de segundo que suena su música se siente vívido y con fuerza, el elemento teatral. No se puede ofrecer un Attila, como fue el caso, con todo el reparto tieso como una vela delante de los atriles y casi sin mirarse a la cara. En estas condiciones es complicado hacer mínima justicia a la obra. Se necesitaría un elenco vocal de titanes, lo que, desde luego, no fue el caso. La gran Angeles Gulín hubiera merecido que se le dedicara un evento con mayores resultados artísticos.

  Attila es una magnífica ópera Verdiana del período de galeras y con especial ímpetu Risorgimentale. El Maestro combina su expresión vibrante e incandescente–“compositor con casco” manifestó Rossini al escuchar la ópera-, con pasajes de hermoso lirismo y avances en la orquestación como el preludio, el amanecer en Aquilea o la introducción al aria de Odabella “Oh nel fuggente nuvolo”. Un genio de la batuta y Verdiano cumbre como el Maestro Riccardo Muti, al que le he visto en vivo dirigir tres veces Attila, ha puesto de relieve como nadie todo ello. 

   Esta ópera, inédita hasta ahora en el Teatro Real desde su reapertura, requiere cuatro cantantes de mucho fuste. Por un lado, es una de las pocas óperas en las que el protagonista es el bajo, al que se le exige tanto rotundidad como, sobre todo, flexibilidad, extensión, saludable registro agudo, expresión áulica y fraseo amplio. Odabella es “hermana” de Abigaille, Lady Macbeth y Lucrezia Contarini, papeles de escritura temible con tesitura impervia –muy onerosa-, coloratura abundante y casi siempre di forza, saltos interválicos, expresión ardiente, agresiva, cuasimasculina. Papeles que piden un soprano sfogato, assoluto o drammatica d’agilità.

Attila de Verdi en el Teatro Real de Madrid

   En fin, el reparto convocado en el Teatro Real es una muestra, en todo su esplendor, de la edad de hojalata del canto actual y que resulta especialmente profunda en repertorio verdiano. El elenco es propio del Metropolitan actual, sin duda, con tres cantantes Estadounidenses cantando, eso sí, en italoyankee, pero, desde luego muy lejos de hacer justicia a sus exigentísimas partituras. 

   El paso del tiempo, la asunción de papeles como Turandot, problemas de salud, van haciendo huella en la vocalidad de la estupenda soprano Sondra Radvanovsky y Odabella no es un bálsamo, exige el máximo.  Superada, incómoda, fría, destemplada –agudos abiertos, centro deshilachado, graves broncos, muy forzados- en la temible escena de salida Aria “Allor che i forti corrono”, cabaletta “Da te questo a me concesso”, que presenta saltos interválicos, coloratura di forza, que la Radvanovsky resolvió de forma trabajosa y acentos exaltados. Mucho mejor la soprano de Illinois en su segunda aria, elegíaca y cantabile, “Oh nel fuggente nuvolo”.  Buena línea canora, dinámicas, y todo ello con el centro más asentado, así como su potencia vocal carecterística, algo mermada, pero aún imponente. No faltó algún incidente en forma de entrada a destiempo y agudo final cercano al grito en el dúo con Foresto. La discutible dicción y articulación del italiano penalizaron a la Radvanovsky, pero al menos, siempre entregada, fue la única que intentó acentuar, expresar y poner algo de carne en el asador. 

   Attila, a pesar de ser el caudillo bárbaro, es el personaje más noble de toda la ópera. Christian van Horn emitió como si tuviera una hamburguesa en la boca con una articulación borrosísima y escasamente idiomática. El neoyorquino dispone de un centro de cierta entidad, pero el timbre, más bien opaco, es poco agraciado, los graves son justitos y los agudos carecen de punta, de brillo. Cantó, eso sí, con cierta corrección y evitó la rudeza, pero sin clase, sin la nobleza que exige la escritura de Attila. Ajustó la complicada cabaletta “Oltre quel limite”, con sus expuestas notas agudas. También faltaron acentos, carisma, personalidad para crear un caudillo huno con la nobleza y enjundia dramática requeridas.

   Ezio pide un barítono empastado, robusto, de acentos vehementes, que encarna un personaje traicionero y desleal. Artur Rucinski dispone de un material de gran modestia tímbrica, propio, prácticamente, de un buffo de ópera cómica. En cualquier caso, se trata de un cantante elegante con buen legato sustentado en un amplio fiato, como demostró en su aria “Dagli inmortali vertici”. Culminó la ígnea cabaletta subsiguiente “È gettata la mia sorte”, a la que faltaron acentos e intensidad, con un si bemol agudo -nota tenoril- como hacía Piero Cappuccilli -un barítono con todas las letras-, pero salvando, claro está las siderales distancias.  

Attila de Verdi en el Teatro Real de Madrid

   El tenor Michael Fabiano con su emisión retrasada y canto vulgar donde los haya, apenas mostró su extroversión y expresión elocuente que llega a cierta parte del público.  Entre los secundarios destacó el bien delineado Uldino de Moisés Marín sobre un discreto Insung Sim como Leone.

   No se puede negar el oficio y conocimiento del repertorio a la dirección de Nicola Luisotti, tampoco su buen acompañamiento al canto y algunos buenos momentos con una Sinfónica de Madrid a aceptable nivel. Sin embargo, en general, me faltó incandescencia, fuoco y aliento verdiano. Verdi prefería los tempi rápidos, pero algunos de Luisotti resultaron más bien atropellados, otros morosos, y, en definitiva, no garantizaron el voltaje e incandescencia teatral que pide esta ópera. 

   No fue la mejor actuación del buen coro del Teatro Real penalizado, como ocurrió el día anterior en el concierto de Sabine Devieilhe, por la caja acústica colocada detrás, pues distorsiona el sonido, que llega brusco, aparatoso y desequilibrado. 

Fotos: Javier del Real / Teatro Real

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico