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Crítica: «Barbieri, 200 años» en el Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial

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Autor: Raúl Chamorro Mena
2 de abril de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena del espectáculo Barbieri, 200 años en el Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial

«Barbieri, 200 años» en el Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial

Barbieri como faro de la historia de la Zarzuela

Por Raúl Chamorro Mena
San Lorenzo de El Escorial, 31-III-2024, Barbieri, 200 años. Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial. Carolina Moncada, soprano. Gerardo Bullón, barítono. Juan de Dios Mateos, tenor.  Piano y Maestro concertador: Carlos Díez. Director de escena y texto: Francisco Matilla. Coordinador artístico: Fernando Poblete. 


   Francisco Asenjo Barbieri (Madrid 1823-1894) es una figura fundamental en la cultura española de todos los tiempos y uno de los más grandes músicos que ha dado nuestro país. Un genio respetado, querido y admirado en toda la nación, paladín del madrileñismo más genuino y castizo, como subraya el profesor Emilio Casares Rodicio en las notas del programa de mano. El músico madrileño también se desenvolvió como musicólogo y gestor, además de ser miembro de las Reales Academias de la Lengua y de Bellas Artes de San Fernando. 

  Barbieri, asimismo, es el padre de la Zarzuela española restaurada e impulsor principal, junto a otros músicos, de la construcción del Teatro de la Zarzuela de Madrid.    

   Merece todo el aplauso este ciclo homenaje por el doscientos aniversario de su nacimiento y que acoge el bello y coqueto Teatro Carlos III de San Lorenzo de El Escorial bajo la égida de Francisco Matilla como ideólogo y director de escena y Fernando Poblete como coordinador artístico. En este primer concierto del ciclo, Matilla demuestra su profundo conocimiento de nuestro género lírico y una particular habilidad para crear, con medios limitados, un espectáculo dinámico, sólido y bien hilvanado, en el que se combinan impecable fondo musical y una admirable capacidad para, aprovechando la celebración de Barbieri, trazar un recorrido por todo el género desde la Zarzuela clásica del siglo XVIII hasta la restaurada (1850-1950). Todo ello con especial atención a la creación de Barbieri, por supuesto, pero incluyendo también partituras del siglo XX y obras más cercanas a la opereta y la revista, que se cobijan bajo el manto de lo que denominamos Zarzuela española. El hilo argumental se articula mediante un periodista, que en 1923, va a escribir un artículo sobre el primer centenario de Barbieri y recibe la visita de dos personajes oníricos, uno, encarnado por el barítono Gerardo Bullón, representa el pasado, pues conoció desde el inicio de la Zarzuela hasta el final de la vida del músico y el otro, una mujer pasota y macarrilla, una desenfadada y resuelta Carolina Moncada, que encarna el futuro del género hasta que terminaron los estrenos. 

   No faltó en el evento -sustentado, asimismo, en diversas proyecciones- la sana comicidad y expresión mordaz, de la que no se libraron ni los críticos, ni los directores de escena, auténticos divos de la lírica actual. Espléndido el vestuario a cargo de Mariana Mara, toda una exhibición de capacidad para realizar lo máximo con pocos medios en una sucesión de cambios de atuendo por parte, especialmente, de la soprano Carolina Moncada, intérprete de la mujer pasota y bravucona que evoca el futuro. 

   El espectáculo, por tanto, permitió escuchar en su comienzo fragmentos de Acis y Galatea (1708) de Antonio Literes y Las Labradoras de Murcia (1769) de Rodriguez de Hita. A continuación, un generoso bloque dedicado a obras del homenajeado en el que piezas de las emblemáticas Jugar con fuego y El barberillo de Lavapiés se combinaron con pasajes de obras desconocidas como «Entre mi mujer y el negro!», disparate cómico en dos actos de 1859, de la que se interpretó, con adecuadas compenetración, chispa y ligereza por parte de los solistas, un magnífico terceto muestra de la inspiración y gracia tan fresca como espontánea de Barbieri.  Igualmente destacable la entrada de Robinson y Brindis de la Zarzuela en tres actos del mismo nombre estrenada en 1870, así como el espléndido Dúo de Genara y Don Justo –otra muestra del estro inagotable y creatividad del genial músico- de Los Chichones, Zarzuela en un acto de 1879. El espléndido dúo de la Generala y el Príncipe de la opereta de Amadeo Vives, desgranado con adecuada efusión lírica por Carolina Moncada y Juan De Dios Mateos, abrió el bloque del siglo XX. Para representar el repertorio más próximo a la revista se seleccionó la desconocida Los Caracoles de Jacinto Guerrero, evitando los títulos más representativos del Maestro de Ajofrín en este apartado, como son  La blanca doble, El sobre verde y 5 minutos nada menos. Los tres solistas vocales y el pianista brillaron en el magnífico terceto de Me llaman la presumida, Zarzuela en tres actos de 1935 con música de Francisco Alonso. El legendario barítono Marcos Redondo estrenó en el Teatro Arriaga de Bilbao en 1943, Déjame soñar, con música de Jesús Guridi, obra de la que Gerardo Bullón delineó con cuidado fraseo la bellísima romanza del mismo título, una de las cuatro con las que cuenta el barítono en esta composición.  No podía faltar la música de Pablo Sorozábal, el último representante de la Zarzuela restaurada, y el último gran éxito del género, Las de Caín, estrenada en 1958 sobre libreto de los Hermanos Álvarez Quintero. El Fox-Trot «Sueña» de Don Manolito puso fin al estupendo concierto, que fue acogido con sonoras ovaciones por un público al que se le pasaron en un suspiro los más de 90 minutos de duración

   El concierto se benefició de la actuación de unos artistas entregados tanto en lo vocal como en lo escénico. Desde la belleza y rotundidad vocal del barítono Gerardo Bullón, al templado y musical canto del tenor Juan de Dios Mateos, muy desenvuelto en escena. Dejo para el final a la soprano Carolina Moncada, que sigue cimentando a pasos agigantados un incipiente prototipo de animal escénico, a lo que hay que añadir su musicalidad y refinamiento canoro. Realmente admirable su capacidad para entrar y salir de escena con cambios constantes y sucesivos de vestuario. Carlos Díez, diestro y sólido desde el teclado, se ocupó de dotar de irreprochable factura musical al evento, además de lucirse individualmente en una Fantasía para piano solo sobre el deslumbrante ramillete de Zarzuelas estrenadas en los años 20 del pasado siglo.  

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