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Crítica: Camerata Iberia en el Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez Blanco

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Autor: José Antonio Cantón
27 de julio de 2025

Crítica de José Antonio Cantón del concierto de la Camerata Iberia en el Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez Blanco

Camerata Iberia en el Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez Blanco

Sustanciales sones del Renacimiento español

Por José Antonio Cantón
Vélez Blanco (Almería), 19-VII-2025. Claustro del Convento de San Luis.  XXIV Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez Blanco. Camerata Iberia. José Enrique García y Bruno Campelo (contratenores) y Carlos Oramas (vihuela). Dirección: Juan Carlos de Mulder (vihuela). Obras: Selección de los Cancioneros de Palacio, Colombina, Upsala y París, Josquin des Prés, Enríquez de Valderrábano, Francesco da Milano, Diego Ortiz y Joan Ambrosio Dalza.

   Haciendo honor al título del Festival, donde se hace énfasis sobre la música renacentista española, el vihuelista Juan Carlos de Mulder, líder del grupo Camerata Iberia, en este caso integrado por dos cantantes y dos instrumentistas de vihuela, ha querido presentar un programa en la que la música española de la época renacentista brille con esa importancia estética que la caracterizó como una de las cumbres de la cultura hispana por la belleza de sus sones y la espontánea autenticidad de su poética, que la llevaron a que sus obras y sus intérpretes llegaran a integrar las principales capillas de la Iglesia y cortes de Europa, imponiéndose en todo el continente entre los siglos XV y XVI al tener como una de sus características la capacidad de fusionarse con tradiciones medievales a través de la versátil función de la polifonía, propiciando el desarrollo de estilos imitativos que favorecieron su implantación expresiva en gran parte del continente europeo. 

   Tales esencias han sido los elementos que Juan Carlos de Mulder ha querido destacar desde que inició el concierto con una versión para instrumento de cuerda pulsada de la famosa canción Mille regretz de Josquin des Prés, que se convirtió en uno de los temas preferidos de Carlos V, alcanzando así el sobrenombre de La canción del Emperador. Con una secuenciación rítmica sustentada en suma espiritualidad, sirvió como introducción a la escogida selección de obras que integraban el programa, que tuvo su continuidad natural con el instrumental Et in spiritum sanctum de Enríquez de Valderrábano que puso de manifiesto en sus más mínimos detalles el entendimiento de ambos vihuelistas generando la riqueza sonora de un instrumento doblado sin perder la entonación tímbrica de cada uno de ellos, realidad que determinó en gran dimensión la seducción que significó la escucha de su diverso toque, cuyo sonido volvía a brillar en Spagna del gran maestro italiano del signar en “tablatura” como fue Francesco da Milano, que significó todo un ejemplo de homogénea pulsación distinguida por la adecuada afinación de las vihuelas alcanzada desde el profundo conocimiento artístico demostrado por tan excelentes tañedores.

   La voz del joven contratenor gaditano Bruno Campelo llamaba la atención por la delicadeza en la emisión y el tratamiento canoro del suplicante texto del motete In te Domine speravi de Josquin des Prés. Así mismo, la expresividad vocal de su maestro Jorge Enrique García quedó de manifiesto en plenitud técnica y estilística con el villancico Pues que jamás olvidaros de Juan del Encina recogido en el Cancionero de Palacio así como una romanesca y una folía del mismo autor también insertas en dicha colección musical, dando lugar al primer dúo a capela de ambos cantantes con el  precioso villancico a dos voces Cómo puedo yo vivir, generando su escucha una sensación de precioso diálogo en el que la estructura fonética se fundía con las notas musicales justificando la razón de ser y el sentido de la belleza de su efecto resultante. La misma impresión causó en el aire madrigalesco del anónimo Dime robadora del Cancionero de Upsala, en el que las voces venían a encontrarse en total prestancia, lo que favorecía un mayor apasionamiento en su discursiva interacción.

  Del mismo cancionero, también conocido como Cancionero del Duque de Calabría, terminó la velada renacentista con el alegre regocijo que contiene la anónima y a la vez desenfadada canción pastoril Falalalán falalalera no sin antes disfrutar de unas Folías de Diego de Ortiz en las que volvía el timbre de la vihuela a imponerse como elemento conductor de un programa esencial en su estética que hacía justicia a la particular denominación del Festival. Juan Carlos de Mulder acertaba de nuevo demostrando su más ponderado sentido de programador al trasladar al oyente a una plena experiencia emocional en fondo y forma que, por su pureza expresiva, convertía la actuación de Camerata Iberia en una de las citas más gratificantes y esenciales de esta edición del Festival.

Foto: Antonio Giménez

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