
Crítica de José Amador Morales de la ópera Carmen en el Teatro de la Maestranza de Sevilla
Carmen a dos caras
Por José Amador Morales
Sevilla, 18 y 21-VI-2025 Teatro de la Maestranza. Georges Bizet: Carmen, ópera dramática en cuatro actos con música de Georges Bizet y libreto en francés de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, basado en la novela homónima de Prosper Mérimée. Maria Kataeva/Gabriela Flores (Carmen), Piero Pretti/Alejandro del Cerro (Don José), Giuliana Gianfaldoni/Maria Miró (Micaela), Dalibor Jenis/Badral Chuluunbaatar (Escamillo), Mercedes Arcuri (Frasquita), Anna Gomà (Mercedes), Javier Castañeda (Zúñiga), Alejandro Sánchez (Morales), Pablo García-López (Remendado), Pablo Gálvez (Dancaire). Escolanía de Los Palacios. Coro del Teatro de la Maestranza (Iñigo Sampil, director del coro). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Jacques Lacombe/Salvador Vázquez dirección musical. Emilio Sagi, dirección escénica. Producción del Auditorio de la Diputación de Alicante, ADDA.
El pasado 3 de marzo se cumplieron ciento cincuenta años del estreno de la Carmen de Georges Bizet en el Teatro Nacional de la Ópera Cómica de París. Basada en la novela de Prosper Mérimée, la ópera de Bizet ha alcanzado gran popularidad y estabilidad en el repertorio gracias a su indiscutible calidad musical, al atinado engranaje dramático y, especialmente, al magnetismo y subyugante personalidad del rol protagonista. En Sevilla se han desarrollado diversas actividades para conmemorar esta efeméride, siendo culminadas con esta puesta en escena en el Teatro de la Maestranza que ahora comentamos y con la que el coliseo sevillano ha cerrado la presente temporada. No ha pasado mucho tiempo de la última representación de Carmen en el mismo, que tuvo lugar hace cuatro años cuando la producción de Calixto Bieito puso fin a las casi tres décadas de ausencia de la ópera sevillana por excelencia sobre este escenario hispalense desde las históricas funciones de 1992, protagonizadas por Teresa Berganza y José Carreras bajo la dirección musical de Plácido Domingo.
El presente regreso de Carmen ha venido de la mano de la propuesta escénica firmada por Emilio Sagi que se caracteriza por su radical sobriedad. El escenario aparece prácticamente desnudo, con un espacio diáfano dominado por un rectángulo de arena roja en el centro y por una mínima - bien que cuidada - ambientación visual: fondos proyectados que simulan paisajes cambiantes - amaneceres, atardeceres, nubes… - cuyo sutil dinamismo y expresivos cromatismos parecen sugerir un clima acaso más anímico que geográfico. Los laterales del escenario se mantienen abiertos, lo que permite ver los focos desde el patio de butacas y, a manera de casi único atrezzo, un buen número de tradicionales sillas de mimbre rojas sirven desde escudos de los soldados en el primer acto, pasando como supuestas quebradas y pendientes de Sierra Morena en el tercero, hasta asientos de la plaza de toros en el último. No obstante, esta simplicidad escenográfica se compensa con una eficaz dirección de actores y una acertada gestión del movimiento escénico. El dinamismo de la masa y el énfasis en las diversas relaciones entre los personajes permiten que la acción fluya con claridad y coherencia, haciendo justicia a la trama. Mención especial merece la coreografía, firmada por Nuria Castejón, que en los preludios y otras escenas clave aportó un toque local colorido y equilibrado, nunca excesivo, con momentos de gran impacto como la intervención del bailarín solista Cristian Lozano.
Como es habitual en las últimas temporadas del Maestranza, se ha contado con doble reparto y batuta para las seis funciones programadas. El canadiense Jacques Lacombe dirigió el primer reparto con una lectura ágil, de tempi vivos, incisivos contrastes rítmicos y cierta ligereza en cuanto a sonoridad orquestal que aportó un acertado dinamismo en la tradición de la ópera cómica francesa. Salvador Vázquez por su parte apostó por una lectura de mayor aliento operístico stricto sensu, con tempi sutilmente más amplios y un extraordinario control de la estructura narrativa. El actual director titular de la Orquesta de Córdoba destacó por su atentísimo acompañamiento a las voces y adecuación dramática en lo que seguramente fue el mejor trabajo que quien esto suscribe ha tenido ocasión de escucharle.
En el plano vocal, María Kataeva ofreció una Carmen muy interesante, segura tanto musical como escénicamente. La mezzo rusa, de timbre eslavo no especialmente atractivo, lució fuste canoro en su registro central y suficiencia en el agudo así como una excelente proyección. Kataeva, visiblemente cómoda en el rol, logró entusiasmar al público sevillano con una caracterización del personaje alejada tanto de la frialdad como de la caricatura pero eficaz en lo expresivo. Por su parte, Gabriela Flores, en cambio, mostró una voz bella y homogénea a la que dota de un fraseo elegante, de gran musicalidad; pero su materia prima es demasiado lírica para el rol y su interpretación resultó distante y carente de claroscuros dramáticos. Piero Pretti encarnó un Don José correcto y de suficiente volumen, aunque vocalmente demasiado ligero para afrontar los lances dramáticos de un personaje cuya concepción adoleció de cierta monotonía conforme avanza la trama. Alejandro del Cerro, en cambio, arriesgó más interpretativamente, dibujando un José más pasional y vulnerable, lo que le llevó a dejar sus debilidades vocales a la vista, como un agudo técnicamente sin resolver o fatiga vocal en el aria de la flor. Giuliana Gianfaldoni compuso una Micaela que conquistó al público gracias a su timbre brillante, buen gusto musical, fraseo refinado y compromiso escénico. María Miró, por su parte, desplegó importantes medios vocales con los que ofreció una caracterización excesivamente recatada e ingenua de su personaje. Dalibor Jenis fue un tosco y casi imposible Escamillo de voz fracturada, nasal, engolada y graves prácticamente inexistentes; limitaciones evidentes que compensó mínimamente con la sonoridad de su centro vocal y su desenvoltura escénica. Sensaciones inversamente proporcionales a las que ofreció Badral Chuluunbaatar cuya exótica figura escénica como torero reveló un Escamillo musicalmente convincente y, a pesar de las resonancias guturales de su voz, de elegante fraseo.
Como viene siendo habitual, el elenco de personajes secundarios resultó especialmente acertado: desde las entregadas Mercedes Arcuri como Frasquita y Anna Gomá como Mercedes, pasando por los excelentes Zúñiga y Morales de Javier Castañeda y Alejandro Sánchez, hasta los siempre excelentes Pablo Gálvez como Dancairo y Pablo García López como Remendado, que aportaron un inusitado realce a sus respectivos roles. Finalmente, una vez más pudimos disfrutar del impresionante trabajo de la Escolanía de Los Palacios, cuya prestación ofrece resultados de calidad profesional habida cuenta de su afinación, empaste, volumen y desenvoltura escénica. Igualmente encomiable, una vez más, la labor tanto de la sinfónica sevillana como del coro maestrante.
Fotos: Teatro de la Maestranza
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