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CD: «First times» de Josep Lluis Galiana y Josu De Solaun

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Autor: Alba María Yago Mora
24 de octubre de 2022

First Times: complicidad e improvisación con Josu De Solaun y Josep Lluis Galiana

Crítica del CD «First times» de Josep Lluis Galiana y Josu De Solaun

Un juego exploratorio del yo en el otro

Por Alba María Yago Mora
Cd.First Times. Josu De Solaun, piano; Josep Lluís Galiana, saxofones. LRCD023, 2021, Liquen Records. 

   El pianista Josu De Solaun, único español que ha ganado el Concurso Internacional de Piano de Valencia Premio Iturbi en 2006 y el Concurso de Piano George Enescu de Bucarest en 2014, entre otros importantes premios, junto con Josep Lluís Galiana,  saxofonista, compositor, escritor y editor que desarrolla una intensa actividad en la escena internacional de la libre improvisación, la creación electroacústica y el avant-garde jazz, lanzan un instintivo trabajo con temas que llevan al límite las capacidades expresivas del piano y el saxofón. 

   Ambos artistas llevan forjando su amistad desde hace más de veinte años, cuando Galiana programó varios conciertos a un joven De Solaun. Aunque procedentes de diferentes cosmos, aúnan sus prolijas trayectorias y presentan sinergias para compartir el resultado de este proceso creativo, esta especie de «conversación», como un juego entre dos amigos que se materializa en un fructífero, natural y desenvuelto trabajo discográfico.

   La grabación se llevó a cabo en el Teatre Auditori de Catarroja (Valencia) el 20 de junio de 2021, durante una sesión de varias horas, y que tuvo como resultado veintitrés improvisaciones originales, de las cuales solo catorce vienen recogidas en este compacto. «La improvisación libre como punto de encuentro» es el título que da el crítico musical y escritor Paco Yáñez al artículo que acompaña el libreto, en él describe y analiza los temas del disco, y cuenta cómo los títulos de las piezas fueron puestos a posteriori cual pinceladas poéticas, siendo la música «primigenia y original, la que da pie al verbo».

   Munch-ing, la primera de las improvisaciones, es puro grito de angustia. El saxofón de Galiana desata este aullido, naciendo un exaltado punto de encuentro para dos exploraciones que convergen desde orígenes diversos y que se convierten en toda una declaración de intenciones de lo que es el propio álbum. En esta, el piano pinta un paisaje de fondo tejiendo una inteligente red armónica, que hace que el paisaje que pinta De Solaun vaya ganando colores y peso progresivamente. Llegados a este punto de encuentro, nos topamos con Sirènes, con un carácter más luminoso y melódico, aunque insinuante y sin destino claro, como indican sus intérpretes. Su interpretación es enredadora e inquieta en cuanto a planos sonoros. Hacia el final, la rotura en los agudos del saxofón y el lóbrego descenso del piano, nos evocan a las color field paintings de Mark Rothko en lugar de al impresionista que evoca el título de la improvisación, Claude Debussy.

   El álbum es una constante referencia a las artes plásticas, y es que en la tercera improvisación, Pollockiana -sugiriendo explícitamente al expresionismo abstracto-, ambos intérpretes, mediante el uso de modernos recursos - la percusión de llaves, el flujo de aire sin tono en el saxofón y la activación del cordal en el piano- nos aproximan al subterfugio de Jackson Pollock. El juego entre ambos intérpretes crea una improvisación esbelta y perspicaz. En Elegía, el saxofón hace uso de cilindros de cartón en el interior de la campana, dotándolo de una textura más ronca o rugosa. Surge así una improvisación en la que De Solaun parece buscar un timbre similar, mediante ritmos estáticos de notas severas. La lentitud en su interpretación desgarra el discurso surgido, simulando el avance de un cortejo fúnebre. Las modulaciones microtonales a manos de Galiana rematan los realces de este desconsuelo.

   Llegado el turno de la sordina, en Ichi-go ichi-e, el tenor logra una sonoridad centelleante. De Solaun reacciona al recurso del saxofonista buscando otro color para darle respuesta, adoptando semejanzas con un arpa tradicional -y es que en este trabajo se aprecian aromas orientales-. En esta improvisación, como ocurre en otras, el único acuerdo es quién tocará primero…con un final que incorpora texturas metálicas y un piano encolerizado, llegamos a otros temas como Plunge, donde Galiana vuelve a hacer uso del tenor para viajar por la bóveda que De Solaun traza con gran virtuosismo.

   En Amuse-bouche el saxofón tenor usa recursos como los slaps y otros efectos para conseguir transmitir ese «juego» de palpitaciones, de pulsos y señales. Junto con el golpeo del cordal del piano, se consigue un «miniaturismo ruidista y vibrátil». El uso de multifónicos del saxofón y el martellato del piano nos guía hasta Scorrevole, un solo de saxofón soprano en sordina que revierte el final de la anterior improvisación, y que despliega una progresiva materialización del sonido que culmina con un crescendo que lleva al soprano de Galiana a su evaporación.

   Études de György ligeti e improvisaciones de Keith Jarrett se intuyen en Threshold, solo de piano iniciado con un contundente acorde inicial y en el que De Solaun abarca diferentes velocidades, armonías y direccionalidades. En Alleys, la fricción entre piano y saxofón da lugar a melodías que se interpelan, siguiendo con el «juego» en el que ambos intérpretes se esparcen durante todo este trabajo. Al final de esta improvisación, vemos como se trata de encontrar un punto de sincronía -para ser dos, al tiempo que uno-. Mediante la prolongación de los ecos de Threshold por parte del piano, Baciyelmo es otra buena muestra de cómo estas improvisaciones dialogan entre sí. La sonoridad metálica de las cuerdas junto con el saxofón soprano, entran de nuevo en el «juego» dialéctico. Se perciben también rasgos jazzísticos que nos conducen a Ágora, cuyo inicio está liderado por el pizzicato del piano, y en el que más tarde se incorpora Galiana con una impecable respiración circular. Es en esta improvisación donde De Solaun y Galiana interpretan los pasajes más agitados y desasosegados. De Solaun alcanza sus límites, jugando al traspaso melódico con Galiana, cuya estructura provoca reminiscencias clásicas.

   Henbruix ocupa el penúltimo lugar de este magnífico trabajo que es First Times. La mezcla de melodía de intervalos paramétrica, a la que se incorpora, en frullati y armónicos, el saxofón soprano, junto con la ganancia de texturas que supone el uso de sordinas, hace que experimentemos la pura renovación del lenguaje musical. En Galdr, última improvisación de este compacto, convergen ecos del resto de piezas. Las microtonalidades, los cambios de color del saxofón soprano y la recuperación por parte del piano de un pizzicato muy pronunciado, crean el escenario perfecto para que el saxofón entone su canto prosódico hacia el éxtasis. 

   Este disco es la unión de dos músicos, dos almas, dos artistas, que a pesar de contar con diferentes trayectorias, conciben un punto de encuentro y muestran esa absoluta libertad creativa -tal y como subraya Galiana-, con empatía y complicidad tanto en lo sonoro como en lo personal, abriendo horizontes a futuros proyectos que seguro nos dejarán tan deslumbrados como First Times. Si una cosa nos queda clara después de la escucha atenta de este trabajo, es que seguro habrá un nuevo punto de encuentro en el que ambos artistas volverán a experimentar, vibrando y respirando juntos, creando una eufonía embriagadora.

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