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Crítica: Christian Zacharias con la Orquesta Ciudad de Granada

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Autor: José Antonio Cantón
25 de mayo de 2022

 Christian Zacharias realiza una transcripción de del Quinteto para cuerdas en fa, WAB 112 de Anton Bruckner y el Requiem en do menor, MH 155 de Michael Haydn en la temporada de la Orquesta de Granada

Christian Zacharias con la Orquesta Ciudad de Granada

Zacharias transcriptor 

Por José Antonio Cantón
Granada. Auditorio Manuel de Falla. Orquesta Ciudad de Granada (OCG). Solistas: Lucía Millán (soprano), Rachele Raggiotti (contralto), Juan Antonio Sanabria (tenor) y Günter Haumer (barítono). Coro de la OCG. Director: Christian Zacharias.

   Dos obras singulares creadas en tierra austriaca han conformado el último concierto de la temporada de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG): la transcripción para orquesta de cuerdas realizada por Christian Zacharias -situado entre la élite de grandes intérpretes desde que en 1973 lograra el segundo premio en el prestigioso Concurso de Piano Van Cliburn- del Quinteto para cuerdas en fa, WAB 112 de Anton Bruckner y el Requiem en do menor, MH 155 de Michael Haydn, para el que se ha contado con el siempre bien preparado por Héctor Eliel Márquez, su titular, Coro de la OCG. Zacharias tomaba la batuta ante una obra que tiene de sobra analizada en su deseo de darle una orientación más expansiva como si hubiera querido integrarla a menor dimensión instrumental en el monumental corpus sinfónico del compositor alto-austriaco (Ansfelden) sin que se perdiera la amplia impronta sonora de la particular voz «buckneriana».

   Dando la sensación de una inmediatez conductiva densa e intensa, Zacharias hacía de la orquesta un teclado imaginario sin efectos percusivos que se adentraba en el pensamiento musical del compositor con un efecto que se percibía más escrutador que expresivo, como si hubiera querido materializar un análisis de este quinteto, que se puede entender como una pequeña sinfonía para cinco cuerdas, llevándolo a otra dimensión expositiva en la que el aspecto formal primaba por encima de cualquier otra intención musical. Así los tres temas del Moderato inicial fueron dirigidos con un elevado sentido contrastante, destacando el último por su naturaleza rítmica, que impedía pudiera quedar una sensación poco profunda de su contenido, hecho que desprendía el hierático gesto del maestro, que fue diáfano en las indicaciones dadas al carácter variado del Scherzo subsiguiente, en su preocupación de que no se notara la lánguida fantasía de su trío. Este planteamiento y consecuente dicción elevó el grado estético de este movimiento.

   El tiempo más atractivo fue sin duda el Adagio por la manera que tuvo Zacharias de resaltar su interesante armonización a través de hacer que la orquesta implementara su capacidad de fraseo, destacando la sección de violas que asumió cierto protagonismo que derivó en una acentuación del carácter elegíaco de su final. El maestro estimuló el encontrado diatonismo del Finale de asombroso contrapunto, tanto que se hace acreedor a ser un ejemplo didáctico de cómo desde un absoluto dominio del cromatismo se puede construir un gran entramado armónico. El inconveniente es que Bruckner no llega en este animado movimiento a ese nivel de inspiración que aparece en algunos temas de sus mejores sinfonías.

   Percibir en vivo el valor de la música del hermano menor de Joseph Haydn, Michael, es siempre un privilegio, máxime si se experimenta en el género sacro, con el que se situó como una figura relevante del clasicismo vienés. En esta ocasión ha sido la misa de difuntos que compuso con motivo de la muerte del príncipe y arzobispo de Salzburgo, Sigismund Christoph Graf Schrattenbach, inmediato antecesor de Hieronymus von Colloredo, famoso por sus rifirrafes con Mozart. Una vez más ha destacado el buen trabajo del director titular del Coro de la OCG, posibilitando el lucimiento de esta formación por encima de la orquesta a la que está adscrita. Zacharias ha sabido aprovechar tal estado de forma para desde los coralistas hacer que el Requiem funcione con ese particular sentido dramático que su contenido elegíaco exige y que se apreciaba muy presente por haber sido compuesta esta obra poco tiempo después de la muerte de la única hija del compositor, Aloisia Josepha.

   Los solistas contribuyeron a la intención de esta misa de difuntos en sus distintos números, permitiendo que la serenidad que quiere transmitir Haydn, muy potenciada por el carácter oscuro de la voz de la contralto, quedara plasmada con singular distinción tanto en sus cortas intervenciones individuales como cuando integraba su canto en los pasajes del cuarteto solista. Zacharias cuidó con gran sentido estilístico las escalonadas entradas vocales de la obra al modo romano, hasta llegar a la brillantez propia de la orquesta clásica impulsada por las intervenciones de los instrumentos de viento-metal y el aterciopelado tratamiento que imprimió a la cuerda. En definitiva, una interpretación adecuadamente encauzada en su orientación estética que, por su complejidad, hubiera necesitado para un ajuste mejor definido haber tenido más sesiones de ensayo.

Foto: Orquesta Ciudad de Granada

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