Crítica de Óscar del Saz del Concierto de Año Nuevo del Teatro de la Zarzuela de Madrid, con la soprano Ángeles Blancas y el tenor Alejandro Roy bajo la dirección musical de Álvaro Albiach
Un concierto para festejar
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 4-I-2025. Teatro de la Zarzuela. Concierto de Año Nuevo. Tanto que celebrar. Festejando el porvenir. Obras de José Serrano (1873-1941), Gerónimo Giménez (1854-1923), Ruperto Chapí (1851-1910), Magda Serra i Miracle (¿?-1987), Federico Moreno Torroba (1891-1982), Reveriano Soutullo (1880-1932), Juan Vert (1890-1931), Jesús Guridi (1886-1961), María Rodrigo (1888-1967), Federico Chueca (1846-1908), Joaquín Valverde (1846-1910), Tomás Bretón (1850-1923), Francisco Alonso (1887-1948). Ángeles Blancas (soprano), Alejandro Roy (tenor). Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de la Zarzuela. Antonio Fauró, director del Coro. Álvaro Albiach, director musical.
Asistimos muy interesados, como cada año, a una nueva propuesta del Teatro de la Zarzuela en el tradicional concierto que se ofrece en estas fechas navideñas, con la novedad de un diseño realizado ya en la era de Isamay Benavente y su equipo. Dado que todo concierto debe cumplir con una razón de ser, en este caso, y afortunadamente, varios fueron los polos de atracción. Enumerándolos por su importancia en beneficio de La Zarzuela, que es de lo que debe tratarse, pondremos en primer lugar, que se incluyeron dos interesantísimas recuperaciones -que después comentaremos-, además de que ambas fueran creadas por sendas mujeres: la barcelonesa Magda Serra i Miracle y la madrileña María Rodrigo. Para que todos estos materiales estuvieran a punto, nos constan los desvelos y el fenomenal trabajo del Archivo de la SGAE.
Como segundo polo de atracción, resaltamos el haber convocado a intérpretes de lucido empaque y muy experimentados, como son la soprano Ángeles Blancas y al tenor Alejandro Roy, que proporcionaron la debida rotundidad vocal y canora a sus interpretaciones, tanto en los solos como en los dúos. De igual forma, el Coro del Teatro de la Zarzuela fue claro coadyuvante al éxito en todas las piezas en las que participó -solistas más coro-, así como por sí mismo (4 piezas en solitario, y una de ellas correspondiente a una de las recuperaciones comentadas). Para concertar todo este despliegue musical se convocó al director valenciano, de carrera internacional, Álvaro Albiach (1968).
Empezando por las piezas sólo orquestales, el concierto comenzó con el intermedio de «La venta de los gatos», obra de José Serrano (1943), pieza llena de contrastes y final lúdico-festivo al aire de zambra, pero en la que echamos en falta un mayor cuidado en la tersura de la cuerda aguda cuando se escucha desnuda, en los momentos fuera de los ‘tutti’. La segunda parte de la velada comenzó con el paradigmático preludio de «El caserío», de Jesús Guridi (1926), que aun con un comienzo un tanto emborronado por su mano, Albiach logró enderezarlo finalmente.
En el terreno de los solos, la soprano Ángeles Blancas puso en funcionamiento todos sus recursos expresivos al servicio de una voz que actualmente posee netos tintes oscuros, una fuerte personalidad y una capacidad técnica -el oficio- para haber solventado los problemas que hayan podido ir surgiendo a lo largo de su ya extensa carrera, así como saber solventar los que surgen en tiempo real durante un concierto. Su voz, del grave al agudo, creemos que goza de una bastante buena homogeneidad, aunque ciertos ataques cercanos a la zona de paso y ciertas culminaciones en el agudo pudieron haberse dulcificado o ejecutado con mejor praxis.
Esto que comentamos ocurrió en algún momento muy puntual de las complicadas piezas ‘Sierras de Granada’, de «La tempranica» (1900), de Giménez, y en algún momento de ‘Tres horas antes del día’, de «La marchenera» (1928), de Moreno Torroba, si bien en esta última asistimos a un meritorio y efectista filado. En ambas disfrutamos de finales en agudo con mucha garra canora.
Poco que objetar en la canción veneciana de «El carro del Sol» (1911), de José Serrano, en la que la soprano lució su personalísima voz de diva/artista, deleitándose en la variedad de las dinámicas y en los ralentandi expresivos. Su última intervención en solitario fue el chotis y pasacalle ‘Alto el carro, señores’, de «Me llaman la presumida», de Francisco Alonso, en la que mostró desparpajo y soltura.
Muy chulesca, como corresponde, y dando perfecta réplica, fue la contribución de los miembros del Coro del Teatro de la Zarzuela, a cargo de Sonia Martínez, Elvira Padrino, Juan Carlos Coronel, Houari López Aldana y David Villegas.
‘Te quiero, morena’, de «El trust de los tenorios» (1910), de José Serrano fue el solo -con intervención final del coro- con el que abrió el protagonista masculino de la velada, el tenor Alejandro Roy, que actualmente goza de un gran estado vocal, exhibiendo una voz franca, redonda -de spinto- y apabullante volumen, donde no hubo lugar para el arredro, sino todo lo contrario: canto siempre arrojado y con agudo final potente y arrebatado.
En arreglo para coro mixto de Miguel Roa (1944-2016), Roy interpretó la canción asturiana ‘En el camino de Mieres’, de «Xuanón» (1933), de Moreno Torroba, que quizá fue la pieza que menos nos gustó -por su canto tan prosaico-, o quizá porque no entendimos su ubicación respecto al resto de piezas, salvo que fuera como homenaje a su tierra por parte del tenor gijonés. Lució con muchos enteros la canción húngara ‘Canta, mendigo errante’, de «Alma de Dios» (1907), de José Serrano, con tremebundo agudo final en volumen e intención.
En un nivel aún mayor de esplendor vocal, finalizando con un contundente agudo, Alejandro Roy interpretó la jota ‘Aragón, la más famosa’, de «La Dolores» (1895), de Tomás Bretón, apoyado por las maravillosas prestaciones y justeza rítmica del Coro de la Zarzuela.
Los dúos entre Blancas y Roy también rayaron a gran nivel. Aun así, en el primero, ‘Amor, mi raza sabe conquistar’, de «La leyenda del beso» (1924), de los maestros Soutullo y Vert, echamos en falta una mayor comunicación «escénica» y visual entre ambos intérpretes -Iván y Amapola-, quedando un tanto desangelada la parte en la que cada protagonista cuenta su historia, y en la que debieran «saltar chispas», teniendo en cuenta que tampoco la orquesta ayudó demasiado con cierta frialdad -cuando hay pocos instrumentos interviniendo- en el sonido y la ambientación. Todo lo contrario ocurrió cuando se desencadena el ‘tutti’ orquestal y ambas voces se engarzan con la orquesta para dar todo de sí en el agudo conjunto.
En el segundo dúo, hubo una mayor compenetración, en una estética más moderna, para ambientar el dúo de amor velado entre Gracia y Pepe ‘Hace tiempo que he leído’, de «Me llaman la presumida» (1935), de Francisco Alonso. Ambos intérpretes rezumaron lirismo y emotividad.
Todo un descubrimiento en ambientación, orquestación, belleza y redondez fue la recuperación del nocturno de «Las enredaderas» (1940), de la compositora Magda Serra i Miracle, en la que se realizó una elegante interpretación, evocadora, plena de bucólica luminosidad, como reflejo de una orquestación muy pulida.
En otra concepción estilística, la otra recuperación, el ‘Miserere / Por el alma de nuestro soberano’, de la opereta en tres actos «La reina Amazona» (1919) de María Rodrigo, con textos de Ramón Martínez de la Riva y Joaquín Téllez de Sotomayor. La letra del coro invoca una plegaria por el alma del soberano difunto, mostrando un profundo respeto y devoción para luego transformarse en una divertida reverencia a la soberana amazona con momentos de ‘tutti’ de gran exigencia vocal de todas las cuerdas.
El resto, dos piezas corales que dan prueba y muestra de la versatilidad del Coro del Teatro de la Zarzuela, para nosotros uno de los mejores coros en escena del firmamento coral, ya que siempre consiguen un empaste envidiable aun cantando en movimiento o estando separados en la escena a distancias apreciables entre ellos.
A saber, el coro y alborada ‘Despierta, niña’, de «La tempestad» (1882), de Chapí, que se interpretó con la vibrante alegría comunitaria que corresponde, reflejada con envidiable rítmica y dicción. De forma análoga, el pasacalle ‘Todos los que aquí estamos’, «De Madrid a París» (1889) es ejemplo del talento de Chueca y Valverde para capturar la esencia de la vida madrileña y transmitirla a través de la música, estando todo ello perfectamente reflejado de forma chispeante y divertida por el Coro de la Zarzuela.
Entre bravos, largos aplausos y vítores, terminó el concierto en el que ofrecieron dos propinas después de que el maestro Albiach felicitara el Año Nuevo a todos los presentes, anunciando un villancico popular valenciano, «La nit de Nadal es nit d’alegria», interpretado por Alejandro Roy y coro, para recordar y solidarizarnos con las miles de personas que lo están pasando mal por los efectos de la DANA.
La segunda propina, con bailable incluido en escena con ambos intérpretes, fue el fox-trot ‘Yo soy una mujer’, de la zarzuela «Me llaman la presumida», que se podría entender como homenaje de Ángeles Blancas a sus padres, Antonio Blancas y Ángeles Gulín que grabaron esta zarzuela, junto con Pedro Lavírgen, a las órdenes de Rafael Frühbeck de Burgos.
Queremos desear todo lo mejor para este Nuevo Año que acaba de comenzar a los amables lectores. En cuanto a La Zarzuela, deseamos que donde corresponda se encarguen de conseguir lo antes posible el galardón de la Unesco, de modo que este género tan nuestro sea de una vez por todas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Compartir