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Crítica: Concierto de Cosmos Quartet en el Teatro Principal de Sabadell

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Autor: Albert Ferrer Flamarich
16 de febrero de 2021

El Cosmos Quartet en la rampa de lanzamiento

Por Albert Ferrer Flamarich
Sabadell. 12-II-2021. Teatro Principal. Cosmos Quartet. Fernando Arias, violoncelo. Obras de Beethoven y Schubert.

   El Cosmos Quartet actuó por primera vez en el ciclo organizado por las Joventudes Musicales de Sabadell. Lo hizo con un programa de repertorio clásico, exigente y que agrupaba dos obras paradigmáticas del repertorio camerístico de ambición protosinfónica y que engloban un universo en sí mismas casi diametralmente opuesto: por un lado, el vanguardista Cuarteto núm. 11 «Serio» de Beethoven y el Quinteto para cuerdas en do mayor D. 956 de Schubert. Si el primero participa de una sombra que será un espíritu prolongado y nutre lo que convencionalmente se denomina estilo tardío de Beethoven, el segundo es un paradigma del primer Romanticismo.


   El Cosmos Quartet ha ganado brillantez en pasajes expansivos (tanto en dinámicas como en sensibilidad) y ha mejorado la construcción formal puliendo la definición entre registros expresivos; a la vez que sigue tocando con intensidad, acierto en las respiraciones y en los balances entre las voces que benefician la textura. Se notó particularmente en el diálogo de la viola de Lara Hernández con el violonchelo en la reexposición del primer movimiento o en el Trío del Scherzo, en el escaso protagonismo a solo que le otorga Schubert  a lo largo de la obra. También, en el omnipresente y rugiente violonchelo de Oriol Prat, después en perfecta sincronía con el chelo de Fernando Arias. En el Serio de Beethoven se percibió un punto excesivo de disgregación de las voces en pasajes de polifonía vertical y una leve estridencia del violín de Helena Santué. Convencieron por la rotundidad de acentos, la fuerza declamatoria en los unísonos y las texturas homofónicas, en el liderazgo de Bernat Prat desde el segundo violín y un contraste tímbrico entre claroscuros y privaciones- como en la entrada fugada en la sección central del segundo movimiento.

  En Schubert cautivaron gracias a un sonido muy bien cohesionado en una realización magnífica, refinada e idiomática: desde los silencios dramáticos a la violencia rítmica del Scherzo haciendo gala de un rubato y juegos dinámicos seductores, como en el Adagio: las líneas (violín II, viola y violoncelo I) disminuían el vibrato hasta ser un recurso de revitalización sonora para las largas notas en pedal. Igualmente, el Trío del Scherzo, buscando aquella suspensión temporal tan bien explicada por Benet Casablancas en su último libro. Un pasaje en el cual, como en otros momentos de quietud y en las codas frenéticas de ambas obras, la mayoría de los asistentes gozaron. No hicieron falta bises, los tan escasos ¡bravo! del público sabadellense se dejaron oír y recompensaron el excelente concierto de otro de los jóvenes cuartetos de cuerda más potentes del país fundados en los últimos años.

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