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Crítica: Hernández Silva dirige a la Joven Orquesta Nacional de España en Zaragoza

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Autor: Juan Carlos Galtier
17 de enero de 2017

MARCA ESPAÑA CON MAYÚSCULA

   Por Juan Carlos Galtier
Zaragoza. 16-I-17. Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. Joven Orquesta Nacional de España. M. Montes, Arpa. M. Hernández Silva, director. Danzas fantásticas de J. Turina. Concierto para arpa de R. Gliére y Sinfonía nº 1 de J. Sibelius.

   Es ya toda una tradición que la Joven Orquesta Nacional de España realice su encuentro de invierno en el Auditorio de Zaragoza lo que es muy bueno para ambas partes ya que a la orquesta le permite trabajar en una sala con una de las mejores acústicas del mundo como es la sala Mozart y a Zaragoza le ofrece dos conciertos que suelen ser muestra del altísimo nivel de la joven agrupación española. Un primer aspecto a destacar es la pujanza de la cantera de jóvenes músicos españoles; el nivel de los componentes de la orquesta sigue siendo muy alto a pesar del complicado momento que las enseñanzas musicales superiores siguen viviendo en nuestro país. España puede presumir de una gran cantera de músicos a pesar del descuido institucional de las enseñanzas musicales en general. ¿Se imaginan donde podríamos llegar si quienes tienen que hacerlo se tomaran este tema en serio?

   La realidad vista en los conciertos de la JONDE en Zaragoza es que la orquesta vive un momento muy bueno que en estos conciertos supo ser aprovechado a la perfección por el director Manuel Hernández Silva. El concierto del domingo comenzaba con las Danzas fantásticas de Turina. Gran acierto programar música española en esta orquesta y más siendo una obra tan brillante como esta. Aquí ya pudimos observar el buen momento de las familias de la orquesta con una cuerna carnosa, con un sonido trabadísimo y un viento y percusión que no se quedaba atrás. Hernández Silva supo sacar todo el carácter rítmico de estas danzas, en espacial de la tercera, “orgía” a la que imprimió un tempo lígero al servicio de ese concepto danzable que el propio nombre de la obra indica.

   Tras Turina llegaba el momento en el que la JONDE luce a sus antiguos miembros, en este caso a la arpista Marisa Montés, ex- JONDE con una grandísima carrera hoy en día. Montes interpretó el concierto para arpa de Gliere en una versión absolutamente impecable tanto por la limpieza en la ejecución como por la proyección del sonido, perfecta en todo momento y todo puesto al servicio de una obra de elegante melodismo que fue expuesto con la necesaria carga poética.

   Pero lo mejor estaba por llegar ya que en la segunda parte disfrutamos de una gran versión de la Primera sinfonía de Sibelius. El finlandés se ha hecho un hueco propio en todas las programaciones sinfónicas y con versiones como estas se demuestra que merece su lugar en el olimpo de los grandes sinfonistas. Desde la brillantísima entrada inicial por parte de la clarinetista vimos como la sinfonía iba naciendo en manos de los jóvenes músicos perfectamente guiados por Hernández Silva. El director dejo que la música creciera desde sí misma, muy en consonancia con el propio concepto compositivo de Sibelius, y poco a poco delante de nuestros oídos se fue construyendo esa inmensa catedral sonora en la que todas las familias de la orquesta fueron aportando su trabajo hasta llegar a ese éxtasis del finale donde se vio disfrutando sin reparos a todos los músicos de la orquesta y a su director. El público respondiendo con entusiasmo al entusiasmo y la excelencia recibidos desde el escenario y la orquesta lo agradeció con dos obras fuera de programa que redondearon una mañana de gran música en manos de tan jóvenes intérpretes.

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