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Crítica: Josep Pons dirige el 'Réquiem' de Verdi en el Palacio de la Música Catalana

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Autor: Robert Benito
28 de febrero de 2018

Un Réquiem de calidad mejorable

   Por Robert Benito
Barcelona. 20-II-2018. Palacio de la Música Catalana . Requiem de G.Verdi. Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo. Solistas: Davinia Rodríguez,  Maria José Montiel, Vincenzo Costanzo, Simón Orfila. Director: Josep Pons.

   Dentro la programación del recién nacido ciclo de conciertos que ampara Bcn Clàssics en su segunda edición se ha ofrecido esa obra mayúscula que es el Requiem de Verdi. Una composición que como muchas del s.XIX nada a dos aguas entre una letra religiosa con una música operística, en un contexto de concierto con un sentimiento escatológico y apocalíptico, de un Dios que igualmente se muestra cruelmente justiciero y terriblemente misericordioso y una humanidad que se alza unida en exultante alabanza y en pianísimo petición de clemencia por su condición pecadora.

   Es una obra que hemos podido escuchar en diversas ocasiones y lugares a Josep Pons con resultados tan diferentes como interesantes. En esta ocasión no podemos decir que ha sido la mejor ni siquiera interesante de sus lecturas. Se ofreció con un Palau bastante lleno de público anhelante de escuchar esta partitura grande del repertorio religioso que aplaudió al final de la misma con cierta generosidad.

   El Coro del Liceu se vió reforzado como es ya habitual en estos casos por el coro amateur de la Polifónica de Puigreig, del mismo lugar de nacimiento que el director titular del coliseo bacelonés. Esta coral se ha convertido en el coro de refuerzo casi estable para diferentes producciones tanto escénicas como de concierto. Se ha de reconocer que es un coro generoso en volumen y prestaciones personales pero su empaste con el coro profesional del Liceu no acaba de lograrse. Por otra parte ya hay quien desde hace años cuestiona estas colaboraciones entre cantantes amateurs en producciones de precios razonables y no se cree que pudiera admitirse lo mismo si se tratara de prestaciones o colaboraciones instrumentales. Es decir, no creemos que el director titular de una orquesta profesional como la del Liceu admitiera en sus atriles instrumentistas no profesionales para tocar una ópera o un concierto.

   Salvad esta apreciación, no por ello de menos calado, se ha de decir que el coro fue uno de los elementos más respetables del concierto con una interpretación generosa en volumen y con una paleta expresiva desde el pianisimo casi parlato del inicio hasta los fortísimos que recorren la obra. La orquesta no estuvo en uno de sus mejores días con una cuerda sin pasión, una madera aceptable y un metal sin ningún interés por doblegarse a un equilibrio sonoro con el resto de la orquesta.

   Pero lo que verdaderamente fue deplorable fueron los solistas excepto el bajo Simón Orfila que era un oasis en un desierto canoro. El resto de los tres restantes no nos explicamos el criterio de la elección ni la dinámica de ensayos con el que se lo han preparado ya que en ningún número de conjunto se lograba criterios de musicalidad similares, con problemas de afinación en los tercetos de soprano, mezzo y tenor, acentuados en el Agnus Dei entre las solistas femeninas.

   Y lo más curioso es que las tres voces curricularmente tienen una trayectoria impecable pero no se explica cómo a Davinia Rodriguez se la confía este Requiem que provocó unos desajustes de color tan inusitados como desacertados en cada registro llegando a ser inaudible su registro grave y estertoreo el agudo, si bien hay que señalar que las notas atacadas en piano eran de una gran belleza.

   Una de las Cármenes y Charlottes más importantes de las últimas décadas han sido las de la mezzo Maria José Montiel, pero este Verdi la supera. Su registro grave es muy escaso a pesar de los intentos equivocados de forzar el registro de pecho. Una verdadera decepción como lo fue el tenor Vincenzo Costanzo demasiado joven en técnica para enfrentarse a esta partitura. Un color cambiante, problemas serios en el ataque de los agudos, si bien mostró maneras interesantes en breves momentos como el Inter oves.

   Como ya hemos señalado el bajo menorquín Simón Orfila fue el más interesante de los solistas con un Mors Stupebit de manual, expresivo, sinuoso, y musical, igual que el Confutatis.

   En definitiva un Requiem del cual esperábamos mucho más por la profesionalidad de los intérpretes pero tal vez por una falta de ensayos o por otras razones más musicales no tuvo el resultado esperado. Confiemos en que las próximas citas de este ciclo de primera calidad compensen este pequeño traspiés.

Foto: Teatro del Liceo de Barcelona

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