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[C]rítica: Canadian Opera Company acerca la ópera de Rossini a los más jóvenes con su programa «Opera for Young Audiences»

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Autor: Giuliana Dal Piaz
10 de diciembre de 2018

Rossini para niños

Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 02-XII-2018. Imperial Oil Opera Theatre. Opera for Young Audiences, Temporada 2018-19 de la Canadian Opera Company. WOW FACTOR. A Cinderella story. Música de Gioacchino Rossini, adaptada para piano por Stéphane Mayer. Libreto en inglés de Joel Ivany. Dirección teatral: Anna Theodosakis; escenografía y vestuario: James Bolton; luces: Siobhan Sleath; pelucas y atrezzo: Cori Ferguson. Dirección musical: Rachael Kerr y Stéphane Mayer. Cindy-Cenerentola - Simona Genga, soprano; Lil’ Charm, director del concurso - Charles Sy, tenor; Tiny Dan, asistente del director - Samuel Chan, barítono; Mr. Magnifico, maestro - Joel Allison, barítono; Chloe - Anna-Sophie Neher, soprano; Tisbe - Simone McIntosh, soprano; Phoebe - Lauren Eberwein, soprano; Hada-Directora - Lauren Margison, mezzo-soprano.

   Cómo atraer a los jóvenes a la ópera es, alrededor del mundo, la inquietud de las compañías de ópera, que experimentan soluciones distintas de un lugar a otro: por lo general en Europa, se privilegia la idea –a veces muy discutible– de crear producciones más y más revolucionarias y modernas, cuyo público sigue siendo sin embargo un “reducto” privilegiado, ya sea desde el punto de vista cultural como desde el punto de vista económico.

   La Canadian Opera Company de Toronto, la mayor compañía de ópera canadiense, cultiva en cambio, desde hace 20 años, el público del futuro entre los jóvenes a partir de los cinco-seis años de edad. Lo hace por medio de varias iniciativas, como el After School Opera program [un programa después del horario escolar], una tarde por semana durante el año escolar en centros comunitarios ubicados en cinco zonas «geográficas» de la ciudad; a través de laboratorios interactivos para alumnos de los 13 a los 18 años; a través de los Summer Opera Camps, durante las vacaciones de verano, para todos los grupos de edad; y finalmente con la Opera for Young Audiences [ópera para público juvenil], donde antes del show los niños tienen la posibilidad de participar por una hora en pequeñas actividades lúdicas relacionadas con la música, en la hall del teatro.

   En el ámbito de esta última iniciativa, se inscribe WOW Factor. Historia de una cenicienta, presentado en el Imperial Oil Opera Theatre de Toronto el 1 y 2 de diciembre pasados. La música es una combinación de las arias más pegadizas de La Cenerentola de Rossini, interpretadas por cantantes profesionales. El cuento se transporta al mundo de hoy, siendo WOW Factor un concurso de canto y danza presidido por la celebridad del espectáculo musical Lil’ Charm –en lugar del Príncipe–, Cindy-Cenicienta es una muchachota tímida que ama cantar pero no logra hacerlo en público, y las medio-hermanas malas son aquí compañeras de escuela talentosas, que la discriman y ridiculizan constantemente. El papel del padrastro Don Magnífico lo hace aquí un maestro de canto homónimo, mientras que el Alidoro de la ópera rosiniana es la Directora-Hada, que le dona a Cindy-Cenicienta un brazalete mágico para superar su timidez. Cincuenta minutos de espectáculo, con los niños sentados en tres grandes alfombras frente al escenario, y el cuento llega a su conclusión: Cindy vence la timidez y demuestra su talento para el canto y la danza a pesar de su aspecto poco agraciado, con el famoso director de WOW Factor que la premia sobre las demás tres participantes. Luego por 10 minutos, los niños pueden hacer preguntas a los miembros del cast, sentados al borde del escenario.

   No es una iniciativa del todo nueva pero se enmarca en un programa bastante más amplio, por lo que me ha parecido muy merecedora: los niños no se aburren, todos los cantantes son muy buenos y profesionales [Tisbe, una de las concursantes «reprobadas», interpreta Una voce poco fa de manera más que digna], y logran rodear su canto de una simpática atmósfera de farsa infantil –he visto a los adultos reirse más que los niños–; por supuesto, la moral del cuento resulta bastante más evidente que en la ópera original, abarcando también el problema de la obesidad, muy sentido en Norteamérica: la torpe Cindy-Cenicienta y la Hada son cantantes muy corpulentas, mientras que las tres concursantes malvadas son todas esbeltas y sexy; pero lo que el concurso premia, además del talento, son obviamente la bondad y la modestia, así como la consideración hacia el prójimo.

   Lo que me ha parecido de lo más interesante, es la voluntad y la capacidad de la C.O.C. para involucrar a la gente común en sus iniciativas para difundir el amor por la ópera lírica. Sabemos bien que el público ama escuchar y volver a escuchar melodías que conoce o a las que está ligado algún recuerdo personal: en lugar de perseguir a toda costa la novedad en la producción, alterando y desnaturalizando a menudo las óperas de los siglos pasados, considero muy buena la idea de poner a los jóvenes en contacto con la lírica desde la infancia, para que en futuro sientan el deseo de asistir a la ópera, con la que tengan ya cuando menos una vaga familiaridad.

Fotografía: Gaetz Photography.

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