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[C]rítica: Dos «Messiah» en Toronto, con The Toronto Symphony Orchestra y Tafelmusik Baroque Orchestra

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Autor: Giuliana Dal Piaz
22 de diciembre de 2018

Dos Messiah en Toronto: del historicismo a lo moderno

Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 19-XII-2018. Roy Thomson Hall. Director invitado: Johannes Debus. Director ad interim del Coro: David Fallis. The Toronto Symphony Orchestra (32 componentes); The Toronto Mendelssohn Choir (112 componentes). Solistas: Claire De Sévigné, soprano; Allyson McHardy, mezzosoprano; Andrew Haji, tenor; Tyler Duncan, barítono.

Toronto. 20-XII-2018. Koerner Hall, TELUS Centre for Performance & Learning. Director: Ivars Taurins. Tafelmusik Baroque Orchestra, dirigida por Elisa Citterio (25 componentes); Tafelmusik Chamber Choir (24 componentes). Solistas: Sherezade Panthaki, soprano; Krisztina Szabó, mezzosoprano; Charles Daniels, tenor; Drew Santini, barítono.

   George Frideric Haendel fue un compositor alemán, quien en la primera parte de su carrera musical escribió numerosas óperas al estilo italiano, algunas de ellas especialmente hermosas y todavía representadas. A partir de 1741, año en el que compuso el Mesías, ya residente en Londres donde pasó los últimos 50 años de su vida, sólo escribió música instrumental o cuando mucho oratorios. El mundo anglosajón lo considera inglés, a pesar de que su formación fuera totalmente continental, y la ejecución de su Mesías se ha vuelto una parte consolidada de la temporada navideña en los países de tradición inglesa. Este año, hay en Toronto un panorama especialmente tupido de estos conciertos, con presentaciones que van desde las «escolares» hasta las más profesionales y sofisticadas; ha habido incluso, la semana pasada, una versión danzada del Ballet Creole ¡con la adaptación musical de Quincy Jones!

   Es por esto que he decidido asistir a las dos presentaciones de mayor renombre en dos veladas consecutivas: la presentación con instrumentos contemporáneos de la Orquesta Sinfónica de Toronto-TSO, dirigida en este caso por Johannes Debus, y aquella con instrumentos barrocos de la Tafelmusik Baroque Orchestra, dirigida por Ivars Taurins.

   La Sinfónica de Toronto tiene su sede permanente en la inmensa y pretenciosa Roy Thomson Hall, que tiene fama de una acústica extraordinaria: a mi parecer, en cambio, su acústica es buena sólo cuando el evento está «totalmente agotado» y la orquesta toca al gran completo; de otras formas, su vastidad puede fácilmente penalizar las voces solistas y el mismo sonido de los instrumentos. En el caso del Mesías, miercoles 19 de diciembre, el público ocupaba alrededor del 65 % de los asientos y la orquesta presentaba un orgánico reducido, sólo unos treinta instrumentos, con las trompetas y las percusiones entrando sólo en la última parte del oratorio. No hay duda alcuna acerca de la excelente calidad del conjunto, y Johannes Debus, director estable por muchos años de la Orquesta de la Canadian Opera Company, construye con ellos el tejido musical de manera precisa y sobria. Óptimo, en conjunto, también el nivel de los solistas: la soprano de coloratura Claire de Sévigné, voz de agudos brillantes y ligeros y buena presencia escénica; el  barítono/casi bajo Tyler Duncan, muy renombrado ya en el circuito norteaméricano con su bella voz flexible, capaz de buena coloratura; la mezzosoprano Allyson McHardy, con versatilidad vocal e interpretativa. En cuanto al tenor Andrew Haji, tiene una bella voz de tenor lírico-ligero, pero su agilidad vocal es algo limitada así como su habilidad actorial, de modo que no se empeña a menudo en los virtuosismos del oratorio de Haendel, y cuando lo hace, el resultado no es brillante.

   Satisface en cambio las expectativas el gran Toronto Mendelssohn Choir, dirigido ad interim por el Maestro David Fallis, a la espera del nuevo director musical designado, y saca seguramente provecho de la gran experiencia y capacidad didáctica de Fallis: está integrado en sus dos terceras partes por voces femeninas, brilla en las estrofas de las Sagradas Escrituras y mantiene con coherencia el tono lúcido y un interesante contrapunto. Esto no quita que traería ventaja de la presencia de un mayor número de voces masculinas.

   El Mesías de la Tafelmusik Baroque Orchestra –normalmente dirigida por la violinista italiana Elisa Citterio, pero esta vez a cargo de Ivars Taurins, director y fundador del Tafelmusik Chamber Choir– se lleva a cabo en la Koerner Hall, la sala principal del recién remodernado Royal Conservatory de Toronto, 1.135 asientos y una acústica soberbia. A pesar de que estamos hablando de una orquesta «pequeña» y de un coro de cámara, el resultado es extremadamente satisfactorio. Baste decir que la misma Toronto Symphony Orchestra planea programar en 2019 algunos de sus conciertos en la Koerner Hall.

   El programa de los dos Mesías es el mismo, con el libreto que Charles Jennens escribió en el siglo XVIII con base en la Biblia del Rey Jacobo.

   Bajo su dirección enérgica y extrovertida, Taurins consigue de los instrumentistas –ya cuidadosamente entrenados por Citterio– melodías vivaces, apasionadas y emotivas. Son óptimas todas las cuerdas; es grave, y sin embargo sonoro, el órgano de Charlotte Nediger. Por supuesto, la trompeta natural de Kathryn James Adduci no suena de la misma manera que la trompeta cromática de Steven Woomert (Toronto Symphony Orchestra), pero resulta mucho más difícil de tocar, gracias al puro aliento del músico sin auxilio de válvulas y botones.

   Todos los solistas son excelentes: la soprano Sherezade Panthaki, bella voz cálida, redondeada incluso en las notas más altas, y gran capacidad expresiva (su «Rejoice» es hermoso); la mezzosoprano Krisztina Szabó, muestra todas sus calidades vocales e intepretativas (espléndido su sombrío «He was despised»); el tenor inglés Charles Daniels exhibe coloratura y una amplia gama vocal desde las notas altas a las más «suspiradas» (notable el duo con la mezzosoprano en «O death, where is thy sting?»); el joven barítono Drew Santini, tiene voz honda y madura, llena de tonos vibrantes y hasta agresivos («The trumpet shall sound»). Muy bueno el  oro de cámara, equilibrado en las varias tonalidades, apasionado en los pasos más emotivos. Al final, después del largo «Amen», un público de alrededor de mil personas aplaude con gran entusiasmo.

Fotografías: Jeff Higgins [Tafelmusik]/Jag Gundu [Toronto Symphony Orchestra].

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