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Crítica: Francesco Pasqualetti dirige «Un giorno di regno» en el Teatro Giuseppe Verdi de Busseto

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Autor: Víctor Sánchez
5 de octubre de 2018

«No podemos así dejar de preguntarnos, ¿qué hubiese sido de la historia de la ópera si Verdi hubiese podido alternar en su creación óperas serias y cómicas?»

Un giorno di regno, un fresco Verdi bufo en el pequeño teatro de Busseto

   Por Víctor Sánchez
Italia. Busseto, 28-IX-2018. Teatro Giuseppe Verdi. Un giorno di regno (Giuseppe Verdi). Michele Patti (Belfiore), Gioia Crepaldi (Marchesa), Diana Rosa Cardenas Alfonso (Giulietta), Martin Susnik (Edoardo), Giulio Mastrototaro (Barone di Kelbar), Mateo D’Apolito (La Rocca). Orquesta y coro del Teatro Comunale de Bolonia. Dirección musical: Francesco Pasqualetti. Dirección de escena: Massimo Gasparon (a partir del proyecto original de Pier Luigi Pizzi)

   El Festival Verdi 2018 programó la segunda ópera de Verdi, Un giorno di regno, en el pequeño teatro de Busseto, esa «bombonera» de unas trescientas localidades construida por sus paisanos en honor de su más ilustre conciudadano. Verdi, que no olvidaba las habladurías y ofensas hacia su mujer de los bussetanos, despreció el homenaje no acudiendo a la inauguración. Como es bien sabido, estableció su mundo en la cercana Villa de Sant’Agata, donde alternó sus intereses por el campo con la actividad de compositor.

   Un giorno di regno es la ópera menos conocida de Verdi, a pesar de mencionarse siempre en su biografía. El propio Verdi lo contó muchos años más tarde, recordando el trágico episodio de sus inicios cuando perdió en unos pocos meses a sus dos hijos y a su joven mujer Margherita. En unas circunstancias tan desoladoras se vio obligado a componer para la Scala una ópera bufa, reutilizando un antiguo libreto de Romani, que fue silbada y retirada tras la noche del estreno en 1840. Como en otros muchos casos de la historia musical, las circunstancias externas enterraron una obra antes de conocerse y la valoración negativa se repite hasta nuestros días sin que nadie conozca la obra.

   Sin embargo, Un giorno di regno es una ópera interesante. Ante todo el joven Verdi se descubre como un gran compositor desde sus inicios, dominador de la orquestación, las voces y la dramaturgia musical. En caso contrario no tendría sentido que la empresa de la Scala le renovase su apoyo para que solo dos años más tarde compusiese Nabucco. Además Verdi muestra su profunda asimilación del repertorio bufo italiano contemporáneo, no de los tics grotescos de la tradición rossiniana sino de la comedia bufa más compleja, impregnada de toques sentimentales, cercana a ese último gran momento del género representado por L’elisir d’amore y Don Pasquale. De hecho el libreto de Romani –construido sobre los habituales enredos del género– ofrece una rica estructura, donde no faltan dos grandes protagonistas (la Marquesa y el barón Belfiore), una joven pareja (Giuletta y Edoardo) y dos personajes bufos (el barón de Kelbar y el señor La Rocca). Una gran variedad, completada con la activa participación del coro, que Verdi supo aprovechar musicalmente con una partitura fresca y ágil.

   La propuesta escénica, firmada por Massimo Gasparon, es una revisión de la realizada por su maestro Pier Luigi Pizzi para el Teatro Regio de Parma en 1997, repuesta y grabada en DVD en 2010, que se pudo ver también en Bilbao dentro del proyecto Tutto Verdi. La adaptación de una escenografía pensada para un gran teatro resulta complicada en uno tan reducido, llegando en algunos momentos a limitar los movimientos por un exceso de elementos sobre la escena. A pesar de ello Gasparon mantiene el ritmo y la frescura de la comedia, aprovechando bien el joven reparto, apoyado en un vistoso y colorido vestuario.

   Parecidos problemas tiene la orquesta, la titular del Comunale de Bolonia, una de las grandes formaciones líricas de Italia, que mete en el pequeño foso cerca de 35 músicos. Hubiera sido de desear una plantilla más reducida, aunque esto nos hubiese impedido disfrutar de todos los detalles de la edición crítica, que se escuchaba por primera vez, realizada por Francesco Izzo, coordinador de la edición verdiana y presidente del comité científico del Festival. Esta unión entre musicología y práctica musical es uno de los puntos fuertes del Festival Verdi, que en los últimos años está produciendo proyectos interesantes. Desde el foso, Francesco Pasqualetti ofrece una lectura rítmica y dinámica, aprovechando bien la buena respuesta de orquesta y coro.

   El reparto, como es habitual en Busseto, estaba encomendado a jóvenes cantantes, muchos de ellos salidos del concurso anual Voces Verdianas; la mayoría no supera los treinta años y están iniciando unas prometedoras carreras. Destacó la ganadora de este año Gioia Crepaldi, una soprano que resolvió con gracia tanto los momentos más líricos como la brillante coloratura, como en su aria de presentación. El barítono Michele Patti afrontó el papel protagonista con similar solvencia, mostrando un hermoso timbre y una sólida línea de canto. La cubana Diana Rosa Cárdenas Alfonso supo construir un buen personaje con una voz lírica y redonda. Mayores problemas tuvo el tenor esloveno Martin Susnik que no encontró su mejor noche tal vez debido a los nervios del debut, ya que en algunos momentos lucía un registro interesante. Los dos bajos bufos (Giulio Mastrototaro y Mateo D’Apolito) resolvieron sus roles con buena vocalidad y presencia escénica.

   Un giorno di regno es una ópera sorprendente, bien construida y muy disfrutable por el público. Todo el mundo comenta que no parece de Verdi, pero no por ello desmerece en calidad. Su escucha desmiente la idea del error de Verdi, tan repetida por la historiografía. Detrás de su fracaso no está tanto el desacierto como el progresivo desinterés del público hacia la ópera bufa en general. No podemos así dejar de preguntarnos, ¿qué hubiese sido de la historia de la ópera si Verdi hubiese podido alternar en su creación óperas serias y cómicas? No olvidemos que antes de Aida, Verdi buscaba un libreto para una ópera cómica, ansia que no podría desarrollar hasta su última ópera Falstaff. Tal vez el repertorio de los teatros de óperas, tan centrados en el gran melodrama, sería muy diferente.

Foto: Roberto Ricci / Verdi Festival

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