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Crítica: Jordi Savall y sus conjuntos en el Festival Resonanzen de la Konzerthaus de Viena

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
26 de enero de 2022

El concierto hizo las delicias de los muchos seguidores del músico de Igualada, aunque se echó en falta un poco más de alma en las interpretaciones, intentar –o querer– trascender algo más, espera encontrar ese «algo más» que te demuestre que tenías razón, que merecía la pena ir a ese concierto.

30 años después

Por Pedro J. Lapeña Rey
Viena, 23-I-2022. Konzerthaus Wien. Festival Resonanzen. Obras de Cristóbal de Morales y Claudio Monteverdi. Hespèrion XXI, La Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations. Director musical: Jordi Savall.

   Resonanzen, el festival de música antigua del Konzerthaus vienés cumple 30 años en esta edición. Jordi Savall y sus diferentes conjuntos han sido uno de sus puntales actuando en múltiples ediciones. Con un repertorio tan vasto como el del músico de Igualada, para este aniversario se iba a repetir uno de los tres programas con los que debutó en la primera edición del Festival, allá por el mes de marzo de 1993. El Konzerthaus no era nuevo para él ya que había debutado en la pequeña Sala Schubert en 1976 tocando la viola de gamba, y había dado varios conciertos con Hespèrion XX. Pero aquello fue distinto ya que la gran demanda de entradas hizo que el concierto se trasladara a la Sala grande. En el último de los tres conciertos, que sirvió como clausura de aquella primera edición, el Sr. Savall interpretó una primera parte de repertorio español con obras clave de Francisco Guerrero, Sebastián Aguilera de Heredia, Tomás Luis de Victoria y Francisco Correa de Arauxo, y una segunda dedicada a Claudio Monteverdi. La repetición de aquel legendario concierto 30 años después sufrió alteraciones ya que, desde principios de semana, la web del Konzerthaus reflejaba cambios importantes en la primera parte. El sevillano Cristóbal de Morales sustituyó a sus ilustres colegas con dos de sus obras más importantes para difuntos: El Officium Defunctorum compuesto entre 1526 y 1528 y las partes inicial y final –Introitus y Communio- de su Missa Pro defunctis de 1544. Al finalizar el concierto, Savall comentó al público que varios casos de covid habían mermado al conjunto por lo que pudo ser uno de los motivos del cambio. Con él, perdimos al Savall violagambista para centrarnos en el director.  

   Ambas composiciones, obras maestras de la polifonía hispana del s. XVI recibieron una interpretación sosegada no exenta de gran belleza. El Officium Defunctorum, basado en textos de los Salmos 94 y 95, y en el Libro de Job, es sobrio y austero. Con 6 instrumentistas y un coro de 9 cantantes, Savall mantuvo y resaltó sus abruptos cambios armónicos. Prácticamente, sin solución de continuidad, unió el Kyrie con que termina el segundo responsorium al Introitus con que comienza la Missa Pro defunctis. El coro marcó aquí un tono algo más ampuloso salvaguardando la claridad de texturas que marca la obra, para concluir con un Lux aeterna de la Communio de estimable belleza.  

   La segunda parte mantuvo un tono algo más alegre. Tuvimos dos madrigales de Claudio Monterverdi, ambos del 8º libro –«Altri canti di Marte» con texto de Giovanni Battista Marino, y «Hor che’l ciel e la terra» de Francesco Petrarca- introducidos ambos por dos pequeñas sinfonías a 5 y a 6. Aunque el título del libro es Madrigales de guerreros y amorosos, hay mucho más de lo segundo. Terminamos con dos de los últimos números de sus Vísperas de la beata Virgen. En el primero de ellos, la Sonata sopra «Sancta Maria, ora pro nobis», Savall tiró del efecto de subir a las 4 voces femeninas al balcón del coro. Su imagen en alto, y la buena interpretación de todas ellas, le dio un fuerte impulso al concierto de cara al número final, el famoso «Ave maria stella» donde ya se juntaron todo el ensemble en el escenario: 13 instrumentistas y otros 13 cantantes.

   El Sr. Savall y sus músicos ofrecieron también fuera de programa una obra del compositor estonio Arvo Pärt.

   El concierto hizo las delicias de los muchos seguidores del músico de Igualada. Personalmente eché en falta un poco más de alma en las interpretaciones, intentar –o querer– trascender algo más. Cuando uno sale de casa un lluvioso domingo por la noche, en pleno invierno y a temperaturas bajo cero, espera encontrar ese «algo más» que te demuestre que tenías razón, que merecía la pena ir a ese concierto. En mi caso, no fue del todo así, aunque obviamente, mi opinión fue minoritaria, como demostraron los muchos aplausos y ovaciones de un público entregado, que prácticamente llenó la gran sala.

Fotografías: Igor Ripak.

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