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Crítica: Juan Diego Flórez en el Teatro Real de la mano de Juventudes Musicales Madrid

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Autor: Alejandro Martínez
13 de enero de 2015

LA GLORIA ES DE LOS VALIENTES

Por Alejandro Martínez

11/01/2015 Madrid: Teatro Real. Juventudes Musicales Madrid. Juan Diego Flórez, tenor. Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares. Pablo Mielgo, dir. musical. Obras de Massenet, Gounod, Meyerbeer, Delibes, Offenbach y otros.

   Nos contaba Juan Diego Flórez en su entrevista para Codalario que su voz había cambiado en estos últimos años, en torno a los cuarenta años de edad. Discrepamos ligeramente al respecto, aunque es cierto que el instrumento ha ganado algo de cuerpo y presencia en el centro y ha incrementado su volumen; a nuestro juicio lo que más a cambiado en el tenor es la forma de sentir y manejar su instrumento. Y la ganancia fundamental estriba en una exploración personal que redunda en una mayor seguridad y confianza del cantante en sí mismo, algo fundamental sobre todo ahora que afronta un repertorio cada vez más amplio y cambiante y en cuyo horizonte, junto a algunos retos ya superados como el Arnold de Guillaume Tell o el Romeo de Gounod, se dibujan otros desafíos de tanta entidad como el Edgardo de Lucia, el Werther de Massenet o el Raoul de Les Huguenots.

   Tras unos Pescadores de Perlas de de agridulce recuerdo Flórez regresaba al Teatro Real, de la mano de Juventudes Musicales Madrid, con un programa íntegramente francés, pues hasta La Favorita se presentaba en su versión original compuesta por Donizetti para París. El movimiento se demuestra andando y la evolución de Flórez sólo cabe contrastarla en sus actuaciones en directo, por más o menos convincente que se pudiera antojar su último disco, L´amour, consagrado precisamente a este repertorio ofrecido en Madrid, a excepción del fragmento de Les Huguenots que no llevó a estudio. Estamos, ciertamente, ante un repertorio especialmente difícil, por cuanto está a menudo escrito sobre las notas de paso y requiere una emisión singularmente cuidada, en la medida en que la lengua francesa reclama una serie de vocales y acentos que no están presentes en el resto de lenguas frecuentadas a menudo por las principales partituras operísticas. A decir verdad el trabajo de Flórez con la lengua, sin ser pluscuamperfecto, es meritorio, habiendo logrando que en su emisión destacasen, durante toda la velada, tres virtudes contrastadas: naturalidad, ligereza y facilidad, sonando pues cómodo, desahogado y seguro.

   El concierto, por lo que hace a Flórez, se abría con la página “Prendre le dessin”, ciertamente no muy conocida, de la Lakmé de Léo Delibes, que de algún modo le sirvió para mostrar que venía en plenitud de facultades, seguro y cómodo, a darlo todo. Tras lo cual sólo cabe aplaudir a Flórez por la valentía, firmeza y convicción con que abordó el “Plus blanche que la blanche” de Les Huguenots de Meyerbeer, una página de escritura francamente exigente, casi endiablada, a priori ajena a los modos y medios del tenor peruano que sin embargo la afrontó con arrojo y aplomo. Elogiable también en este caso el trabajo solista de la viola de la Orquesta Sinfónicas de las Islas Baleares, con ese espléndido diálogo continuado con el tenor que le escribiera aquí Meyerbeeer. Para cerrar la primera parte, sorprendió a decir verdad la nitidez, suficiencia y presencia del instrumento para dar forma a los dos fragmentos de Werther escogidos, el “O nature pleine de grâce” y el “Pourquoi me réveiller”. Si bien el fraseo en el primer caso admite aún una elaboración mayor, un tanto taimado y dulzón Flórez aquí, no cabe sin embargo apenas reproche a su empuje y entrega con la conocidísima aria del protagonista de esta ópera de Massenet, que Flórez coronó con un sonoro, extenso y firme Si bemol.

   Flórez comenzó la segunda parte de la velada con “Un ange, une femme inconue” de La Favorite de Donizetti, confirmando aquí su impecable control de aliento y haciendo gala de un legato de hermosa factura. Hubiera estado muy bien incorporar también la otra aria de La Favorita, el “Spirto gentil”, en su versión francesa como “Ange si pur”, que tan bien cuadra con las condiciones vocales actuales del tenor perúano. Siguió el concierto con el “O blonde ceres” de Iopas (y no de Eneas como da a entender el programa de mano, cuajado de erratas, dicho sea de paso) en Les Troyens de Berlioz. Flórez dejó entrever aquí, para nuestro gusto, una concepción un tanto lánguida del romanticismo que anida en esta partitura. Una pagina coronada, por cierto, con un Re4 no tan sobrado y epatante como los que antaño ofreciera Flórez, aunque intachable en su ejecución, delatando de algún modo que el sobreagudo le exige ya un esfuerzo levemente mayor.

   Entre carraspeos, incómodo quizá por esa sequedad del aire madrileño que tanta actualidad cobrase hace unas semanas de la mano de Roberto Alagna, el tenor peruano brindó una lectura a todas luces convincente de “L´amour” la consabida romanza de Roméo et Juliette, obra con la que debutó hace apenas unos meses en Lima. Por cierto, que al final del concierto, ya en las propinas, Flórez espetó al público un sorprendente “menuda sequedad la de Madrid”, quizá constatando el hecho, quizá ironizando con las citadas declaraciones de Alagna. El concierto se cerraba con el racconto “Au mont Ida" de La Belle Hélène de Offenbach. Estuvo aquí Flórez francamente vivaz y entonado, desgranado la página con soltura, con desparpajo incluso, muy teatral, jugando de hecho, cómplice, con el público.

   La velada tuvo una tercera parte con casi tanto interés como el concierto como tal ofrecido previamente, con un Flórez inusitadamente relajado, francamente simpático, desenfadado, haciendo gala de un humor que deja escapar muy de tanto en tanto. Las primeras propinas las ofreció él mismo saliendo a escena con una guitarra en mano para entonar un par de canciones de su Perú natal, “Palmero sube a la palma” y “La resbalosa”, seguidas del “Madrid…” de Lara revisitado aquí con un “en Lima se piensa mucho en ti”, dejando incluso su teléfono móvil el suelo para grabarse, según dijo, tras hacerse una selfie con todo el público detrás, verdaderamente volcado y entregado éste al tenor peruano, como decimos, relajado y cómodo como pocas veces le habíamos visto sobre un escenario. Por último, y ya con el acompañamiento de la orquesta, Flórez regaló también a la audiencia dos impecables interpretaciones de “Una furtiva lagrima” y “La donna é mobile”.

   Muy mejorable, por no decir mediocre, encontramos el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares bajo la batuta de Pablo Mielgo, lejos de ser la quintaesencia del refinamiento, al contrario, con un sonido más bien grueso y tosco. Si bien es cierto que los mimbres de esta formación (que por cierto tuvo al fallecido Luis Remartínez como su primer titular) no son excelsos, no es menos cierto que la mayor decepción vino de la mano de una batuta poco estimulante, por lo general ruidosa (esa obertura absolutamente descontrolada de Carmen) y alborotada (concertación muy mejorable en el ballet de Les Troyens, ayuno de lirismo, verdaderamente tedioso). Francamente, un acompañamiento a años luz de la excelente prestación del tenor peruano, quien hacía tiempo que no nos convencía tanto como en esta actuación, casi en la víspera de su 42 cumpleaños.

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