Crítica del concierto de la Fundación ORCAM, Josep Vila y el Requiem alemán de Brahms en el FIAS 2023, con Alexandra Tarniceru y Alejandro von Büren como solistas
Un pequeño réquiem alemán
Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid, 23-II-2023, Basílica Pontificia de San Miguel. FIAS 2023 [Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid]. Un réquiem alemán de Johannes Brahms. Alexandra Tarniceru [soprano]. Alejandro von Büren [barítono], Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid, Josep Vila [director].
Parecía imposible meter el enorme Réquiem de Brahms en una iglesia tan pequeña como San Miguel, aún más empequeñecida ante la inmensidad de una obra de tal magnitud. Hay truco, y se explica claramente en las breves notas al programa que la organización del FIAS cuelga en su web: la versión que se interpreta es una versión para orquesta reducida que publicó en 2010 el flautista alemán Joachim Linckelmann.
Teniendo esto en cuenta, el espectador no debe ir con la mentalidad de escuchar el gran réquiem de Brahms pues, a pesar de la gran calidad que nos pueda ofrecer la docena de músicos, de ninguna manera pueden igualar el sonido de la orquesta. No. Este es uno de los casos en los que se ha de pedir al espectador que acuda con la «mente abierta» o la «mente en blanco», sin estar tentado de comparar la obra con la original. Solo de esta manera se podrá apreciar la belleza de esta versión en la que el oyente descubrirá detalles, matices, articulaciones y fraseos que pasan desapercibidos en la versión colosal. Manteniendo la melodía, nos adentramos, pues, en una nueva obra que, con esta mentalidad abierta que demandábamos es imposible que defraude al espectador.
Se le une a la belleza de la música, la beldad del espacio en el que se interpreta. El inmenso altar barroco ejerce de marco incomparable para una obra de carácter religioso como el réquiem de Brahms. Irónicamente, el maestro luterano la compuso para huir del dogma de la misa de difuntos católica, y hoy el FIAS la trae nada menos que a la nunciatura de la Santa Sede. En fin, pequeñas contradicciones que, mas allá de lo anecdótico no afectan al resultado final. Lo realmente reseñable de la Basílica Pontificia de San Miguel es su acústica, con la reverberación propia de las iglesias, pero sin llegar a ser excesiva, jugó a favor del Coro de la Comunidad de Madrid logrando que sus fortes destacaran aún más, aumentando el sostén armónico de los graves y elevando las melodías más agudas de las soprano y manteniéndolas con facilidad. Pudieron así resonar como si fueran el doble de gargantas, creando un efecto maravilloso.
Pero no todo fue en su beneficio, también requiere de dar mayor espacio al sonido para permitir que este se expanda y muera sin ser emborronado por lo sucesivo. Quizás algún pequeño detalle se podría haber marcado más, como la entrada fugada del «Werden/kommen mit Freuden» del primer movimiento. Pero, en general, Josep Vila tomó unos tempi adecuados teniendo en cuenta la acústica que permitieron mostrar toda la belleza del Réquiem alemán.
El coro estuvo muy bien equilibrado, la pronunciación igualada y se logró gran precisión en los matices, destacando el piano espressivo inicial con los crescendi le suceden.
Los solistas, al tener mucho menos con lo que competir, sonaron con una potencia exuberante. De von Büren se puede resaltar el apoyo y el control del sonido, así como la pronunciación, mientras que Tarniceru destacó por su timbre dolcissimo muy igualado entre registros.
Lo más llamativo de la velada fue la orquesta, reducida a solamente doce músicos (quinteto de cuerdas, quinteto de vientos, timbal y arpa) que hicieron una labor encomiable teniendo en cuenta que cada uno de ellos tuvo un papel solista extremadamente relevante. Contrabajo y chelo mostraron gran potencia, muy necesaria para crear la base armónica junto con el fagot y mantener el ritmo junto con los timbales. Los vientos lograron un sonido muy coordinado, llegando incluso a sonar como los tubos de un órgano durante el «Denn alles Fleisch es ist wie Gras». Esta versión peculiar del Réquiem alemán de Brahms nos permitió escuchar atentamente cada pequeño detalle de la orquesta. Los contrastes, las mezclas de timbres, los pizzicatti… En definitiva, una experiencia distinta a la habitual que uno puede esperar de Un réquiem alemán, pero igualmente valiosa y disfrutable.
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