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Crítica: María Eugenia Boix y La Real Cámara inauguran el XXV Música Antigua Aranjuez

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Autor: Mario Guada
7 de mayo de 2018

El concierto inaugural sirve para celebrar las bodas de plata del festival, además de la cuasi olvidada figura de uno de los compositores italianos en España más destacados del siglo XVIII.

Año de celebraciones

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Aranjuez. 05-V-2018. Capilla del Palacio Real. XXV Música Antigua Aranjuez. Para Vd., Farinelli. Música de Nicola Conforto y Carlo Broschi «Farinelli». María Eugenia Boix • La Real Cámara | Emilio Moreno.

Llegada la Real Jornada de Aranjuez, passo también à aquel Sitio, en compañía de su amigo [Farinelli], y del Sor. Conforto, y permaneció en su Casa durante la referida Jornada.
Farinelli: Descripción del estado actual del Real Theatro del Buen Retiro..., Año 1758.

   Música Antigua Aranjuez tiene ganado, por derecho propio, el ser considerado uno de los más prestigiosos e importantes festivales dedicados a los repertorios pretéritos de todo el territorio nacional. Llevar sobre las tablas nada menos que veinticinco años –incluyendo los aciagos y más crudos años de esa crisis económica que aún se sigue sufriendo– supone un acto casi heroico, que sin embargo parece pasar, en general, desapercibido, quizá por considerar a Aranjuez lo que en su día fue: un lugar de retiro regio, de suma importancia, pero al que finalmente se acaba olvidando. En la comida de presentación para los medios previa al concierto inaugural, pudimos escuchar de la mano de la alcaldesa de la localidad, Cristina Moreno, el esfuerzo que su equipo de gobierno está poniendo sobre la mesa para que este festival no solo se mantenga, sino que crezca, dado que lo reconoce como un evento ya totalmente inherente a la existencia cultural y turística de la hermosa ciudad ribereña. Por su parte, hay que reconocer el mérito de Javier Estrella, director del festival, para logar año tras año que los distintos gobernantes, sea cual sea su signo político, hayan apoyado –en mayor o menor medida– a un festival que es sin duda una seña de identidad de la primavera musical de la Comunidad de Madrid.

   Aranjuez es reconocido, además de por su cualidad de Real Sitio –cuyo palacio y jardines reales suponen uno de los mayores atractivos turísticos del lugar–, como Ciudad de la Música dentro de la Comunidad de Madrid, si bien un título más honorífico que otra cosa, que al menos en este 25.º aniversario sirve para poner en su merecido lugar a esta ciudad, célebre por haber acogido en tiempos a uno de los cantantes más virtuosos de la historia: Carlos Broschi, quien ha pasado a la historia con el sobrenombre de Farinelli (1705-1782). Es bien conocida la historia de la venida del castrato a la corte española, abandonando su exitosa carrera de solista en los teatros londinenses para cantar en las largas noches del monarca Felipe V, al que intentaba aliviar su mal de melancolía. Incluso pocos días antes del inicio del festival la ciudad y Farinelli fueron noticias por ser pasto de las llamas el palacete de los duques de Osuna, que en su día acogió entre sus muros al cantante italiano.

   Con estos mimbres, este festival no podía permanecer ajeno a una de las efemérides del año que, sin embargo, han pasado absolutamente desapercibidas para el resto de las instituciones, el 300.º aniversario del nacimiento de Nicola Conforto (1718-1793). Este compositor napolitano es uno de los numerosos casos de músicos italianos que fueron traídos a España con la llegada de los Borbones para dotar e interpretar la música de las capillas, teatros y cámaras reales, tanto en la capital como en los sitios reales que la realeza tenía esparcidos por localidades cercanas a Madrid. De todos ellos, sin duda Aranjuez fue el que gozó de más esplendor musical en la segunda mitad del XVIII. Conforto, a pesar de que hoy día es un compositor solo reconocido por aquellos relacionados directamente con el ámbito musical y musicológico de este momento, fue en su tiempo una figura de notable importancia, tanto que llegó a ser nombrado como compositor de ópera de la corte y poco después maestro de capilla. Con la llegada de Carlos III su importancia comenzó de declinar, especialmente porque este monarca no tenía especial interés en lo musical. A Conforto se le deben varias óperas de gran interés que fueron representadas –y algunas estrenadas– tanto en Aranjuez como en el Buen Retiro de Madrid. Una de ellas, La ninfa smarrita [1756], será interpretada completa en la próxima edición de este festival, como anunció su director minutos antes del comienzo de este concierto inaugural.

   Desvelaba Emilio Moreno, director musical de esta velada –tanto en la comida con los medios como en el breve encuentro para el público ofrecido una hora antes del concierto–, que el de Aranjuez ha sido el único festival que ha abierto las puertas a su propuesta de programa centrado en Conforto, lo cual sigue diciendo mucho de las instituciones, públicas y privadas, de este país en lo tocante a la cultura y la música. Existe, además, un problema añadido con estos compositores italianos –¿y españoles?– que trabajaron en la corte en algún momento a lo largo del XVIII. Por un lado se les considera españoles, o al menos se saca pecho para al considerar a figuras como Scarlatti, Boccherini o Corselli como ítalo-españoles, pero por otro lado las figuras menores no adquieren esa supuesta gallardía hispánica, en cierta forma por el desconocimiento acerca del estilo imperante en la música española de aquel momento, la cual todavía se considera extrañamente influida por lo italiano, en vez de comprender que se trata simplemente de música italiana hecha en España, lo cual no hace que ello desmerezca ni haga a sus autores ser considerados como ajenos, sino todo lo contrario.

   El presente recital concebido para la ocasión por el fundador y director del conjunto protagonista, La Real Cámara, se centró en la figura de Conforto, seleccionando de su notable catálogo escénico algunos recitativos, arias y pasajes instrumentales de entre las obras que –algunas con seguridad y no otras no tanto– se representaron bien en Aranjuez o bien en el Buen Retiro. Dice Robert Stevenson que el estilo de Conforto es asimilable al de otros autores napolitanos del momento, como Corradini, Mele o Perez, creadores de líneas melódicas de gran brillantez. A tenor de lo que escuchado en alguna de sus arias como Perché? [Antigono, 1750], Prigionera abbandonata [Adriano in Siria, 1754] o Prenditi il figlio [Il Barbaro m’affretta], parece estar en lo cierto. Por su parte, las sinfonie, oberturas e introduzioni de algunas de sus óperas como La Finta Vedova [1746], Ezio [1754] o Adriano in Siria [1754] guardan ciertas semejanzas con las sinfonías introductorias a los dramas vivaldianos, porque quizá el estilo de Conforto se aleja un poco de lo que en ese momento se suele asimilar con el estilo operístico napolitano de Vinci, Leo, Sarro o Pergolesi. Su escritura es, en efecto, realmente lograda para exhibir las cualidades canoras de los solistas de su tiempo –entre ellos los castrati–, por lo que la coloratura, la ornamentación y una extensión amplia –que ronda las dos octavas– son algunos de sus aspectos más característicos. Sin embargo, Conforto no se aleja de la expresividad bien entendida, y sus arias lentas realmente aportan una belleza y una hondura notables.

   Como aporte de gran interés y particularidad, dado que es algo que no suele interpretarse, se añadieron unos ejemplos del Farinelli compositor. Ossequioso Ringraziamento [1737] es una curiosa pieza que Farinelli compone como despedida de esa Inglaterra que le ha dado tanto. Por su parte, el recitativo Ogni di più molesto y el aria Non sperar, pertenecientes a La Festa Cinese [1751] de Conforto, son el habitual ejemplo de las arias de reemplazo que algunos cantantes e hacían confeccionar para colocar en lugar de las originales de una ópera por diversas razones. Farinelli aquí se la compone él mismo, como aclara un manuscrito encontrado en la Österreichische Nationalbibliothek de Viena, que aclara la autoría de la misma, largo tiempo atribuida a Conforto. Es una obra de notable calidad, que en cierta manera puede asimilarse al estilo compositivo de su hermano Riccardo Broschi, en el que se muestran las complejidades vocales de las que Farinelli gustaba.

   La protagonista vocal de la velada fue la soprano aragonesa María Eugenia Boix, a la que ni la pastosa acústica de la capilla del Palacio Real ni la sinuosa escritura de las obras favorecieron especialmente. Boix, que posee un timbre en general bello, con un registro medio-agudo bien sustentado sobre una línea de canto de notable elegancia, pierde enteros cuando accede al agudo, que se vuelve tirante, estrecho y que pierde la belleza previa. Tiene, pues, una presencia poco homogénea entre sus registros. Los amplios saltos hacia el agudo resultaron, además, poco fluidos y se solventaron más en un ataque de empeño que en la facilidad para llevarlos a cabo. Por otro lado, la dicción fue prácticamente ininteligible, salvo algunos momentos de los recitativos, lo que no favoreció la comprensión del texto cantado –quizá cabría apoyar por parte del festival con un programa de mano extenso y de calidad, en el que se incluyan los textos y sus traducciones–. Las articulaciones y la coloratura resultaron notablemente pastosas, por lo que el discurso vocal que llegaba al oyente se convirtió en una montaña rusa en la que la música de Conforto parecía ser aquello que se producía entre el agudo y agudo de cada una de las frases. Como digo, la acústica no ayudó lo más mínimo, pero quizá hubiera sido inteligente destacar con mayor profundidad la zona media de las frases y no tanto los picos agudos de las mismas. Por otro lado, Boix parece poner un mayor énfasis en la afectación que en la expresión. Me explico, un cantante puede resultar expresivo sin necesidad de caer en el manierismo vocal, lo cual es, sin duda, lo más deseable. Aquí sucedió lo contrario.

   El apartado instrumental resultó lo más interesante de este concierto inaugural, a pesar de la visión –ya habitual en los conjuntos españoles, por otro lado– a una voz por parte, que sin duda sirve como una radiografía empequeñecida de la esencia de Conforto para su música escénica. Aun con ello, resultó muy meritorio el concurso de los seis instrumentistas de La Real Cámara que, bajo la dirección del violinista y su fundador, Emilio Moreno, ofrecieron una visión con vigorosa, técnicamente muy solvente, con una afinación muy bien trabajada y expresivamente brillante de la música de Conforto, lo que se mostró de forma especial en los pasajes puramente instrumentales. Digna mención merece la labor en los violines barrocos de Moreno e Ignacio Ramal, pulcramente empastado, con un pulido trabajo del unísono y bien balanceado en relación al continuo. Ser viola barroca y defender esa parte a solo resulta siempre una tarea ardua; por eso es necesario alabar la labor al respecto de Lola Fernández, que no solo aportó su calidad técnica al discurso global, sino que presentó a la viola como una parte fundamental más de la escritura, algo que no siempre se logra apreciar en otros conjuntos, cuya parte es literalmente absorbida por el todo. Como siempre sucede en el caso de Mercedes Ruiz, inteligencia y saber hacer al servicio del conjunto, elaborando un continuo refinado e inteligente desde el violonchelo barroco. Firme y bastante sobrio el continuo elaborado por Eduard Martínez al clave y Pablo Zapico a la tiorba y guitarra barroca, aunque la acústica y el balance impidieron que la línea de este último se oyese con la nitidez deseada.

   En definitiva, un concierto inaugural que sirvió de digno homenaje a dos figuras tan trascendentales para la historia de la música en Aranjuez. Para Vd., Farinelli reza el lema de Música Antigua Aranjuez este año. Desde luego, un homenaje muy merecido a una figura a la que España nunca ha rendido los honores procedentes, pero al que –junto a su colega Conforto– en esta edición de plata se ha loado convenientemente.

Fotografía: Música Antigua Aranjuez.

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