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Crítica: Marlis Petersen y Stephan Matthias Lademann en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y el CNDM

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Autor: Óscar del Saz
25 de noviembre de 2021

Un recital muy del gusto de aquel que quisiera paladear las emociones provocadas por artistas tan comunicativos y directos como Marlis Petersen y Stephan Matthias Lademann, deseando que no tarden tanto tiempo en volver a este Ciclo de Lied y así poder seguir disfrutando de su arte con mayor asiduidad.

Un recital modelado por las emociones

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 23-XI-2021, Teatro de la Zarzuela. Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM] y Teatro de la Zarzuela: XXVIII Ciclo de  lied, recital 2. Obras de Karl Weigl (1881-1949), Richard Strauss (1864-1949), Johannes Brahms (1833-1897), Hugo Wolf (1860-1903), Hans Sommer (1837-1922), Max Reger (1873-1916), Reynaldo Hahn (1874-1947), Henri Duparc (1848-1933), Gabriel Fauré (1845-1924), Richard Rössler (1880-1962), Gustav Mahler (1860-1911). Marlis Petersen [soprano], Stephan Matthias Lademann [piano].

   Hacía ya bastantes años que la afamada soprano alemana Marlis Petersen (1968) no nos visitaba en el Ciclo de Lied. Lo hizo en la edición XV (2008-2009), poco después de que su carrera empezara a tomar forma y proyección, y la verdad es que teníamos muchas ganas de volverla a disfrutar. En este tiempo se ha asentado como una de las voces que más aparecen por los teatros europeos –también en el Metropolitan de Nueva York–, con un repertorio que ejercita roles/óperas como Lulu, Violetta (La traviata), Susanna (Le nozze di Figaro), Pamina (Die Zauberflöte), Adele y Rosalinde (Die Fledermaus), Marguerite (Les huguenots), Manon, Thaïs y Elektra (Idomeneo), Fidelio, Marietta (Die tote Stadt), Maria Stuarda, Alcina… También ha participado en destacados estrenos internacionales como Medea, de Reimann, en la Ópera de Viena; Phaedra, de Henze, en Berlín y Bruselas y Der große Zauber, de Trojahn, en la Semperoper de Dresde.

   En el recital que nos ocupa, por lo que analizaremos, muy elaborado y pensado por la artista, podemos hablar de un hilo conductor claro: «La intimidad del ser», desmenuzada a través de distintos leitmotiv colocados estratégicamente en el programa –en forma de subtítulos clarificadores– y que la misma Marlis Petersen iba anunciando y explicando (micrófono en mano) cada vez que tocaba cambiar el foco y, en consecuencia, procedía a destilar –a partir de su canto– esa ambientación interior previamente explicada por ella.

   En ese «destilar» esa ambientación interior, nos encontramos un poco de todo en cuanto a compositores (como se puede comprobar en la cabecera de esta crítica), destacando por su infrecuencia autores –algunos de ellos se están recuperando en las programaciones, como dignos sucesores de la estilística del genuino Lied alemán– como Karl Weigl, Hans Sommer, Max Reger, Reynaldo Hahn y Richard Rössler que, como plus, también nos dieron la oportunidad de conocer obras nuevas, no estrenadas hasta ahora en este Ciclo de Lied. En cuanto al pianista, el alemán Stephan Matthias Lademann, ya participó en la XIV (2007-2008) edición del Ciclo de Lied y es especialista en acompañamiento vocal, desarrollando su trabajo con grandes figuras como Diana Damrau o Edita Gruberova.

   Estimamos que quizá no fuera tan necesario que la cantante, micrófono en ristre, se dedicara a presentar y a explicar –en inglés, afortunadamente– la ambientación de cada una de las cinco grandes secciones que comprendieron su recital, ya que ello rompió la continuidad y la magia del discurso musical y pudo llegar a desconcentrar –e, incluso a condicionar– a algún que otro escuchante, dado que además, el Teatro de la Zarzuela cuenta para esos fines con una cómoda proyección de los textos de las canciones en el idioma original y su correspondiente traducción en español.

   En la primera sección, Innenwelt [Mundo interior], nos sumergimos gracias a «Seele» [Alma], de Karl Weigl, como única canción, en el universo de los sueños, los sentimientos, la noche…, pero también en la poza de los miedos y los peligros. Una canción enigmática, muy bien delineada por la voz de Petersen.

   La segunda sección, Nacht und Träume [Noche y sueños] es más compleja en cuanto autores se refiere, pues reúne a músicos tan dispares como Strauss, Brahms (el romántico por excelencia), Wolf y Sommer (entendido como claro predecesor estilístico del anterior) y donde la evocación, aunque también el verbo asertivo, el romanticismo y el bálsamo de la expresividad brillan –también muy apreciables en las sabias manos del gran pianista acompañante que es Stephan Matthias Lademann– en la bonita, fresca y jovial voz de nuestra soprano, que además goza en la emisión de un bonito difuminado, en forma de vibrato contenido, que destella más en la zona aguda o en ciertos giros interválicos ascendentes. Lo demostró en la bellísima «Seliges Vergessen» [Olvido bienaventurado], de Hans Sommer, con textos de Joseph von Eichendorff (1788-1857), cantada por primera vez en este Ciclo de Lied. 

   Por lo demás, todo lo que pudiéramos comentar acerca de otras características de la voz de nuestra protagonista o puramente musicales, como el uso del colorismo y las gradaciones en el timbre, utilización de las medias voces y aplicación inteligente del resto de las dinámicas, administración de fiato, legato, fraseo, etc., nos lleva a concluir que su voz se encuentra en un estado de gracia, técnica e interpretativamente hablando, muy adecuado para seguir cantando muchos años más el repertorio –más el nuevo que incorpore– comentado al principio.  

   La tercera sección, Bewegung im Innern [Movimiento en las entrañas] se enfoca en canciones de esta temática tan particular del «viaje interior» –paradigmática, ya sabemos, en el Lied romántico alemán–, comenzando por la removida, muy revuelta canción de Max Reger, «Schmied Schmerz» [Dolor de herrero] («El dolor es un herrero y su martillo es duro […]. El dolor suelda bien, muy bien»), perfectamente reflejada por el binomio Petersen-Lademann. También tuvieron cabida otra vez Strauss y Brahms, éste último con un trío de canciones entretejidas con acierto para ilustrar a las claras esta sección: «Der Tod, das ist die kühle Nacht» [La muerte es la noche fría] y «Verzagen» [Desesperación], flanquean a «Nachtigall» [Ruiseñor], que sirvió de magnífico y luminoso contrapeso interpretativo, en la voz y en el piano, a tan maléficas compañeras de sección.

   Mouvement intérieur [Movimiento interior], cuarta de las secciones, refleja «El Amor», y –como tal– en el idioma que le corresponde –según las propias palabras de nuestra cantante–, o sea, el idioma francés y la mélodie francesa. Abrió la veda al disfrute de este sentimiento universal, en la voz de nuestra soprano, Reynaldo Hahn, niño prodigio, que tuvo como maestros nada más y nada menos que a Massenet, Gounod o Saint-Saëns. «À Chloris»  y «L’enamourée» [La enamorada] fueron la piedra de toque perfecta para reflejar el gozo y la alegría que caben en el amor, muchas veces presentes de forma simultánea.

   En la misma línea, si cabe sublimada por genios más absolutos como Duparc y Fauré, disfrutamos –del primero– de una interpretación triste pero proactiva, hacia un alma que quiere ser reconfortada, de la bella Chanson Triste. La famosísima «Notre Amour», de Fauré, quizá fue cantada a un tiempo excesivamente rápido para nuestro parecer a fin de poder expresar adecuadamente lo que cada estrofa dice sobre «qué es nuestro amor» y poder dar el peso y el carácter adecuado a las palabras que lo definen como «liviano, encantador, sagrado, infinito o eterno…», resultando una versión demasiado lineal, no así por parte de Lademann. Y es que a veces en los tempi, lo que beneficia al pianista, perjudica al cantante y viceversa. Lo que queremos indicar es que creemos que sí fue posible llegar a una solución de compromiso mejor que la presentada.

   Finalmente, entendemos que Marlis Petersen pensó en algo que permitiera acabar con buen karma su recital, y por eso nos invitó a acompañarla a la sección Erlösung und Heimkehr [Liberación y regreso a casa], que nos prepara y conduce –por así decirlo– a la vuelta a nuestra zona de confort sentimental y anímica. De nuevo Reger, con su recoleta «Abend» [Atardecer], que no es la típica canción en las que el autor suele imprimir lirismo de altos vuelos y complejo acompañamiento pianístico. En Wolf, Petersen-Lademann se recrean con «Gebet» [Oración], aunque en realidad se trate de una oración muy mundana y sencilla.

   En Läuterung [Purificación], efectivamente consiguen que pensemos en animarnos a mirar hacia adelante, como dicen los textos: «¿Algo viejo desea terminar?, ¿algo nuevo desea suceder?». Y sí, definitivamente, el buen karma nos alcanzó de lleno con su excelente interpretación de «Urlicht» [Luz Primigenia], de Gustav Mahler, que es una pieza que utiliza, a caballo, versos de Des Knaben Wunderhorn con música perteneciente al final de su Segunda sinfonía «Resurrección», y que expresa la necesidad de la trascendencia del ser humano.

   Marlis Petersen y Stephan Matthias Lademann fueron aclamados por el público que llenaba el Teatro de la Zarzuela, debiendo salir a saludar reiteradamente, por lo que ambos obsequiaron a los asistentes con dos propinas, la primera de las cuales fue la muy conocida «Träume» [Sueños], de los Wesendonck Lieder de Richad Wagner. Para anunciarlas, la soprano bromeó con el público cortando los aplausos ejerciendo de «directora de orquesta (o de coro)», cerrando el aplauso con las manos. Al ver que el público callaba de inmediato comentó: «Se nota que hay muchos músicos aquí». Ante la insistencia del público, y utilizando el mismo método para anunciarla, risas incluidas, cantó la pieza de Schubert «Nacht und Träume» [Noche y sueños].

   En definitiva, un recital muy del gusto de aquel que quisiera paladear las emociones provocadas por artistas tan comunicativos y directos como Marlis Petersen y Stephan Matthias Lademann, deseando que no tarden tanto tiempo en volver a este Ciclo de Lied y así poder seguir disfrutando de su arte con mayor asiduidad.

Fotografías: Rafa Martín/Teatro de la Zarzuela/CNDM.

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