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Crítica: 'Nabucco' de Verdi en el Teatro Afundación de Vigo

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Autor: Roberto Relova Quinteiro
13 de octubre de 2016

NABUCCO: REDES DE PODER Y AMBICIÓN

   Por Roberto Relova Quinteiro
Vigo. Teatro Afundación Abanca. 9/10/2016. Otoño Lírico 2016. Temporada Amigos de la ópera de Vigo. Nabucco. Drama lírico en cuatro actos de G. Verdi con libreto de T. Solera. Producción Teatro Cervantes, Amigos de la ópera de Vigo y Telón Producciones. Luis Cansino, barítono; Maribel Ortega, soprano; José Antonio García, bajo; María Luisa Corbacho, mezzosoprano; Javier Agulló, tenor; Ángel Rodríguez, bajo; Marina Penas, soprano; Pablo Carballido, tenor. Coro Gli Appassionati. Orquesta Sinfónica Vigo 430. Dirección de escena: Ignacio García y David Martel. Iluminación: Jorge Elbal. Escenografía: Alejandro Contreras. Vestuario: Ana Ramos. Maestro correpetidor: Carlos E. Pérez. Dirección de coro: Nuria Lorenzo. Dirección musical: Francisco A. Moya.

   "¡Saquead, quemad el templo! ¡La compasión será delito!" Esta es la terrible frase que exclama Nabucco y que sirve para ilustrar la desoladora visión de una ópera verdiana que nos muestra la capacidad de destrucción masiva por parte del ser humano. Las ruinas de Palmira se convirtieron en singular metáfora de un pasado en común entre los pueblos y una trágica visión del aniquilamiento de la cultura, de las culturas. Las otras ruinas que provoca la actual guerra en Siria dieron espacio teatral a un interminable lamento fúnebre.

   Ignacio García, David Martel y Alejandro Contreras crearon una propuesta escénica que invita a reflexionar sobre la dimensión del individuo dentro de una sociedad compleja. Fue un acierto absoluto, el respeto a la obra, a la tradición con una especial sensibilidad a lo que verdaderamente denominamos y reconocemos como Cultura con mayúsculas.

   El Deus ex machina cobra máxima vigencia: Dios, los dioses no tocan tierra, nos dirigen y manipulan desde un muro de pantallas de televisión, somos testigos vigilados de sus acciones y ocultan su apariencia bajo las siglas de las agencias de noticias. Es la versión y visión del gran hermano de Orwell, la cámara que todo lo vigila y todo lo ve, es el icónico ojo del Dios del Antiguo Testamento que lanza las nuevas tablas de la ley a través, ahora, de los telediarios, las tablets, los móviles: una autentica red de poder, las redes sociales, que a su vez nos convierten en actores, en autoridades morales o simplemente en observadores pasivos de una realidad.  

   La asociación de Amigos de la Ópera de Vigo se lanzó hacia uno de sus proyectos más ambiciosos y logró uno de sus éxitos más memorables: un teatro desbordado por el público y una extraordinaria representación muy difícil de olvidar.

   El coro estaba en el ojo y en el oído de todos los presentes, la directora, Nuria Lorenzo, asumió una difícil responsabilidad con el coro Gli Appassionati y sin duda alcanzó momentos de extrema perfección. Sus integrantes se sometieron a la disciplina escénica convirtiéndose en protagonistas del dolor, la ira, la compasión, no fueron meros figurantes con su presencia teatral, ni tampoco invitados de cartón piedra. Nuria Lorenzo les exigió compromiso vocal y actoral. Sus rostros y gestualidad añadieron credibilidad a un canto homogéneo, sin fisuras, dramático a lo largo de toda la representación  y extraordinariamente conmovedor en el Va pensiero. Lorenzo conoce todos los secretos para extraer de los miembros del coro una modulada y afinada interpretación vocal, no en vano ella sigue siendo una de las grandes mezzos de este país.  

   La Orquesta sinfónica Vigo 430 bajo la dirección de Francisco A. Moya  fue otra de las grandes e impecables protagonistas de la representación, su ejercicio en el foso fue eso, un ejercicio de conciencia ante las múltiples tensiones dramáticas que ofrece la partitura. Desde la obertura su sonido fue adquiriendo un notorio protagonismo en el cual se vislumbraba el potencial expresivo de las diferentes escenas, arias, dúos. Todas las secciones orquestales construyeron momentos memorables como los que realizaron los violonchelos,  enorme potencial sonoro del viento metal y de gran altura emocional y virtuosística el viento madera. La orquesta se entregó por completo al ideal verdiano, su experiencia le conduce a una madurez y personalidad a tener en cuenta por cualquier teatro de ópera en el estado español.

   El elenco vocal decidió formar parte de un equipo cohesionado, equilibrado y es justo decir que pocas veces encontramos una entrega y respeto ejemplar entre los cantantes hacia la orquesta, directores de escena, coro y público.

   Maribel Ortega reinó a sus anchas por todo el registro en el complejo rol de Abigaille. Desde el estreno de Nabucco (1842) es difícil asumir la interpretación en los teatros, Verdi impone una escritura musical que castiga a la voz con saltos interválicos, dramatismo y un fuerte carácter interpretativo. Ortega todo lo resuelve con aguerrido valor, no tiembla ante las provocaciones de las complejas escalas y ofrece matices sin medias tintas, su poderosa voz retumba, vibra ejerciendo un inteligente uso del instrumento vocal, excepcionales matices y control de su poderosa emisión. Oscurece y brilla según el carácter dramático imponiéndose a modo de heroína wagneriana. Todo un lujo.

   María Luisa Corbacho adquirió protagonismo por meritos propios, su Fenena fue una lección magistral de canto, de absoluto dominio de la proyección vocal ejerciendo autoridad absoluta en la búsqueda de un sonido verdiano, genuino. Fue conmovedora, apasionada entregándose en cuerpo y espíritu  a los ideales de la maquinaria del romántico personaje. El Zaccaria de José Antonio García ofreció honestidad y presencia escénica ante otro complejísimo tratamiento vocal por parte de Verdi.

  El tenor Javier Agulló abordó un Ismaele prodigioso, belleza en la línea vocal y auténtica magia en su acertada visión del personaje, me pareció un cantante sincero, noble en su interpretación y exhibió una extraordinaria búsqueda por enriquecer artesanalmente la visión de un fluctuante rol.

   Luis Cansino pudo con todo, exigencias escénicas incluidas. Su Nabucco epitomizó la velada con  dominio absoluto del espacio teatral. El instrumento vocal suena poderoso, terrible y amenazador, pero también sabe sumirlo en la desesperación y en la locura. Su versatilidad es bien reconocida por el público, pero sigue sorprendiendo cómo logra tratar la evolución psicológica del personaje que  enriquece y eleva hasta el paroxismo. Cansino estremeció arrastrándose por las arenas del desierto de Palmira sin perder el control de la proyección del canto.

   Sorprendente la hermosa voz de Marina Penas en el breve rol de Anna. Capítulo aparte se merece el exquisito vestuario y una iluminación muy lograda.

Foto: Pepe Grobas

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