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Crítica: Roberto Devereux en el Teatro Real con Devia y Kunde

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Autor: Gonzalo Lahoz
24 de septiembre de 2015
Foto: Javier del Real


SENECTUD, BENDITO TESORO  


Por Gonzalo Lahoz
Madrid. 22/09/15. Teatro Real. Temporada 15/16. Donizetti: Roberto Devereux. Mariella Devia. Gregory Kunde. Silvia Tro Santafé. Marco Caria. Juan Antonio Sanabria. Andrea Mastroni. Dirección musical: Bruno Campanella. Dirección de escena: Alessandro Talevi. Escenografía: Madeleine Boyd. Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Madrid.  

   Para 1837, año en el que Donizetti estrena con notable éxito Roberto Devereux, el compositor ya había escrito Anna Bolena, Elisabetta al castello de Kenilworth y Maria Stuarda. Es así Devereux el súmmum de sus óperas en torno a las conocidas como reinas donizettianas, aunando su mejor música con el libreto de Salvatore Cammarano, que goza de mayor claridad argumental gracias en parte a venir derivado del que Romani escribiera para Mercadante en Il Conte d’Essex.  La monarquía en la ópera estaba de moda, al menos en las que conseguían superar la censura, pero esta magistral partitura del de Bergamo no responde tan sólo (que también) a intereses artísticos. Devereux, el protagonista, puede decirse que se proyecta desde las emociones de su creador en un tiempo realmente fatídico para él, en el que perdió en un breve lapso de tiempo a su mujer y su último hijo recién nacido (los otros dos anteriores también habían fallecido) y que encuentra música en el aria del protagonista Come uno spirto angélico, una suerte de aria de lucimiento de las que se acostumbraba a escribir para las primeras damas de la lírica, aquí en versión para tenor.


   Toda esa oscuridad interior que sin duda desolaba a Donizetti parece haber sido el leitmotiv de esta producción de la Welsh National Opera de Cardiff, que podrá verse en Madrid hasta el 8 de octubre. Me pregunto por qué el Teatro Real, que debe al menos aspirar a situarse en la primera fila de los escenarios operísticos, se permite inaugurar una temporada lírica con una escenografía alquilada, máxime cuando, como es el caso, no guarda ningún valor artístico, ni siquiera el menor revulsivo o reflexión. La escena presentada por el equipo de Alessandro Talevi es de aquellas escena-chispa. Esto es, tengo una idea para cinco minutos de la obra y de ella desarrollo las otras dos horas de duración, encaje o no encaje, interese o no. En la ópera hace falta crear algo más allá del mero chispazo, en la ópera hay que hacer fuego y no dejar de arder hasta que cae el telón. La idea de Talevi, presentar a Elisabetta como una viuda negra (justo en una obra en la que aflora y vence su lado humano…), con un trono en forma de araña que crea un escena llamativa cuando la reina finalmente condena a muerte a su amado Devereux.  La cuestión es que todo lo demás pasa sin pena ni gloria en una escenografía de Madeleine Boyd, pensada para otra caja escénica, abrumadoramente aburrida, muy oscura y pretendidamente tétrica pero que no termina sino siendo de una simpleza preocupante, con juego de pelucas en la reina para resaltar su desmoronamiento personal ya demasiado visto. Por su parte, la dirección de escena de Talevi es nula. Los movimientos y ademanes de los personajes huelen a vieja escuela, resultan estáticos y como palmadita en la espalda de la pseudo-provocación presenciamos como el Duque de Nottingham viola a su esposa. He ahí la genialidad de Talevi.

Foto: Javier del Real



   En el foso, la batuta de Bruno Campanella, contenida en las revoluciones, evitó posibles excesos a costa de algunos colores y contrastes necesarios (no se escuchó esta vez el corazón de Devereux en los timbales de la obertura), si bien resultó atentísima a lo que sucedía sobre el escenario, sobre todo con la soprano protagonista.  Siguen escuchándose deficiencias graves en la orquesta como tal, en un retroceso que ya se extiende en una segunda temporada y empieza a recordar a la del Liceu, la antigua casa de Matabosch.

   Mariella Devia demostró, una vez más, sus tablas belcantistas. Sobre un timbre ya naturalmente ajado (66 años) y la inteligencia musical de más de 40 años de carrera, construyó una reina que se creció según avanzaba la obra. Reservada en la cavatina de entrada y alguna coloratura demasiado ad libitum -Vieni, t’affreta (palabras que cobrarían un significado radicalmente distinto 10 años después en manos de Verdi)-, resolvió como se debe los trinos que marcan la impaciencia de la mujer sobre la reina para terminar arropada por el coro y siempre bajo la mirada de Carella. Si bien la sensación de reserva y en ocasiones ausencia fue palpable, al menos lo fue con razón. Devia estaba preparándose para la gran escena final. Respetuosa siempre con lo escrito en el pentagrama (un grado mayor de drama, tal y como marcaba el propio Donizetti: “agitatissima”, “convulsa di rabbia”…, no hubiera tampoco estado de más) y sin sobreagudos no escritos, delineó frases, aquellas que mostraban a la mujer enamorada, perfiladísimas, de puro bel canto, para el recuerdo del teatro.  


   Gregory Kunde como Devereux mostró un canto redondo y luminoso, realmente mórbido a pesar de las lógicas tiranteces de la edad, 61 años. Y enamora. Ya lo decía Rubén Darío: Senectud, divino tesoro... ¿O tal vez era juventud? Como sea, ¿no se puede ser joven pasados los sesenta? Kunde demostró que sí. Sus frases en los dúos con Elisabetta y Sara insuflaron calor y lirismo, derrochando aquello que ha de entenderse por ópera desde su entrada con Donna reale. Proyección inmaculada, Talevi le hace cantar su aria tirado por los suelos, con un fraseo algo caprichoso (Bagnato il sen…) y agudos pulcros y pulidos. El triunfador de la noche.  

  Junto a la pareja protagonista, Silvia Tro Santafé dibujó una Sara muy homogénea en lo vocal, con el tercio superior brillante, y efectiva en lo teatral, sumando muy positivamente al desarrollo de la obra. No se puede decir lo mismo de Marco Caria, en esa suerte de Renato verdiano (¡cuánto Verdi hay en este Donizetti!) que es el Duque de Nottingham, aquí cantado en monocorde y sin las dinámicas necesarias. Caria sustituye a Marius Kwiecien - primera baja de una temporada en la que ya se ven también cambios en Alcina, Rigoletto… es lo que parece tener el anunciar acuerdos al aire y no contrataciones, si no, es difícil de entender.  

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