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[C]rítica: «Salome», de Richard Strauss, en el Teatro Comunale de Bologna

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
20 de febrero de 2019

Una magnífica concertación

Por Magda Ruggeri Marchetti
Bologna. 15-II-2019. Teatro Comunale. Salome [Richard Strauss/Hedwig Lachmann]. Ausrine Stundyte [Salome], Tuomas Pursio [Jochanaan], Ian Storey [Erode], Doris Soffel [Erodiade], Enrico Casari [Narraboth], Silvia Regazzo [Paggio di Erodiade], Gregory Bonfatti, Pietro Picone, Antonio Feltracco, Paolo Antognetti, Abraham García González [Giudei], Francesco Leone [Uomo della Cappadocia], Riccardo Fioratti, Stefano Consolini [Due Nazareni], Gabriele Ribis, Luca Gallo [Due Soldati], Francisco Javier Ariza García [Uno schiavo]. Orquesta del Teatro Comunale. Director de escena: Gabriele Lavia. Director musical: Juraj Valčuha.

   Educado en la gran tradición romántica, Richard Strauss se acercó y convirtió al wagnerismo después del encuentro con Ritter. Se dedicó a los poemas sinfónicos que son la característica de sus creaciones y Salome podría considerarse una variante dramatizada. En esta obra el leitmotiv wagneriano adquiere nuevos aspectos, porque se trata de temas breves, violentos o insinuantes, místicos o maliciosos que penetran en el alma. Citamos la famosa «danza de los siete velos», donde un crescendo obsesivo y frenético sintetiza todos los motivos principales del drama. La pieza, que en su estreno (Dresde, Königliches Opernhaus, 1905) escandalizó, fue reconocida pronto como obra maestra y le lanzó a la fama. El libreto de Hedwig Lachmann está basado en el drama homónimo de Oscar Wilde, a quien causó muchos problemas. El espectáculo que nos ocupa es una producción del Teatro Comunale di Bologna con el Teatro Giuseppe Verdi di Trieste.

   Gabriele Lavia ha ambientado la historia bíblica en la época en que Strauss la compuso, y ofrece una interesante representación que subraya cómo la degeneración puede invadir el alma. El público entra en la sala a telón subido y se encuentra con la escenografía de Alessandro Camera, en la que predomina el color rojo de la sangre durante toda la función. La acción se desarrolla sobre una peana roja, fraccionada en partes a distintos niveles, bajo la luz blanca de la luna, a la que más tarde se añadirá otra con la semblanza de la hoja de un hacha de doble filo. De una sima en primer término, trasunto de la mazmorra en que se halla, surge cavernosa y mística la voz de Jochanaan a quien, tras el insistente ruego de Salomé, los soldados subirán colgado de las cadenas mientras desciende de lo alto una jaula de hierro en torno a él. Al final Gabriel Lavia ha evitado toda referencia necrófila representando la cabeza cortada de Jochanaan con un gran rostro de marmol blanco que erupta del terreno mirando al cielo. Muy acertado el vestuario de Andrea Viotti y magnífica la iluminación de Daniele Naldi.

   Desde el punto de vista musical se trata de un verdadero hito. La batuta de Juraj Valčuha había inaugurado el 2 de febrero, con gran éxito, la temporada sinfónica 2019 del Comunale de Bolonia con la Sexta de Mahler. Ganador del Premio Abbiati 2018 como mejor Director de Orquesta, es actualmente Director musical del Teatro San Carlo de Nápoles. Atento a cada detalle, conduce con precisión y extraordinaria maestría la orquesta, que le sigue obteniendo resultados geniales y realizando soluciones instrumentales sorprendentes, pero siempre dejando espacio al canto, cosa nada fácil con una orquestación tan potente que muestra toda su fuerza y su exasperado cromatismo, sobre todo en la danza a la que el Maestro da una fuerza especial. Completamente logrado el crescendo de las discusiones teológicas de los judíos. Extraordinaria la lectura de los motivos de cada personaje, como la inocente malicia de Salome que emerge de cada nota de la partitura, o la grave sonoridad del tema de Jochanaan. Soberbio el escalofriante final, colofón de una interpretación sobresaliente.

   En lo vocal estamos ante un buen plantel. Destaca Ausrine Stundyte en el papel de la protagonista, que se mantiene en escena durante toda la ópera en un agotador esfuerzo tanto como cantante (saltos de registro, coloratura, fraseo) que como actriz. Salome se ha sentido atraída ya por la sola voz de Jochanaan porque sus palabras le hablan de un mundo que ella desconoce, de una dimensión espiritual, y al mismo tiempo condenan a su madre y a su padrastro que ella misma aborrece porque comprende que la mira con deseo y lascivia. Ella anhela un mundo distinto del degradado donde le ha tocado vivir, busca amor y verse rechazada es trágico para ella, que tiene la inocencia y el ansia del primer encuentro con el amor, pero también la malicia absorbida en el ambiente. Lo mismo se nota en la danza muy mesurada, sin concesiones al exhibicionismo. Da una estupenda interpretación dramática, en especial en la escena final, abrazada a la cabeza del Bautista.

   Thomas Pursio, barítono dramático, es un excelente Jochanaan, hierático e intenso. Ian Storey encarna a un Erode vicioso pero cansado, con timbre algo acolchado. Doris Soffel es convincente como una Erodiade lujuriosa y sabe emplear su voz con oficio. Perfecta la prueba, tanto vocal como dramáticamente, de Enrico Casari como Narraboth. Silvia Regazzo dibuja bien el Paggio. Correctos los demás intérpretes. Consenso unánime del público del estreno, que brindó sus aplausos a todo los cantantes, reservando los más calurosos a la protagonista y al director musical.

Fotografía: Andrea Ranzi/Studio Casaluci.

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