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Crítica: Simon Rattle dirige 'Das Rheingold' y 'Die Walküre' en Viena

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Autor: Alejandro Martínez
1 de junio de 2015

CHICO PARA TODO

Por Alejandro Martínez

Viena. 30/05/2015. Staatsoper. Wagner: Das Rheingold. Richard Paul Fink (Alberich), Tomasz Konieczny (Wotan), Michaela Schuster (Fricka), Peter Rose (Fasolt), Mikhail Petrenko (Fafner), Herbert Lippert (Loge), Herwig Pecoraro (Mime),  Janina Baechle (Erda), Jason Bridges (Froh), Boaz Daniel (Donner), Olga Bezsmertna (Freia), Ileana Tonca (Woglinde), Ulrike Helzel (Wellgunde), Juliette Mars (Flosshilde). Dirección musical: Sir Simon Rattle. Dirección de escena: Sven-Eric Bechtolf.

Viena. 31/05/2015. Staatsoper. Wagner: Die Walküre. Christopher Ventris (Siegmund), Martina Serafin (Sieglinde), Mikhail Petrenko (Hunding), Tomasz Konieczny (Wotan), Evelyn Herlitzius (Brünnhilde), Michaela Schuster (Fricka) y otros. Dirección musical: Sir Simon Rattle. Dirección de escena: Sven-Eric Bechtolf.

   Simon Rattle anunciaba a comienzos de 2013 que no renovaría su cargo como titular al frente de la Filarmónica de Berlín. Ésta, reunida en cónclave el pasado 11 de mayo, concluyó sus reflexiones sin un acuerdo sobre el nuevo director que debe comandar los destinos de la formación de aquí en adelante. La situación sorprendió a propios y extraños, pero es que no es fácil sustituir a Rattle. Y no porque sea una batuta memorable, sino por el indudable compendio de talento y talante que se da cita en su persona. Conciliador, motivador, de trato fácil y cordial, Rattle ha sido el seguro sustento de la formación durante los últimos años. Y ello es precisamente lo que hace tan difícil sustituirle en Berlín. No es una referencia destacada en apenas ningún repertorio, pero con ninguno resbala de forma notoria.

   Este Anillo de Wagner dirigido en Viena es un perfecto ejemplo de esa fiable versatilidad. Rattle había dirigido ya allí en dos ocasiones anteriormente, con Parsifal y con Tristan. También se había enfrentado ya previamente al Anillo, como en Aix-en-Provence o en la Deutsche Oper. Su comunicación con la Filarmónica de Viena dispuesta en el foso dejó un muy buen sabor de boca, traduciendo una entendimiento franco y directo, una entrega compartida. Como ya hemos comprobado en otras ocasiones, la orquesta en cuestión puede sonar a rutina de lujo o no en función de cómo sea su entendimiento con la batuta. Rattle encontró el enfoque adecuado para plantear un Anillo muy vienés, esto es, muy brillante, de arquitecturas sólidas y consistentes, con un fraseo amplio, exacerbando incluso un lirismo que en ocasiones sse antojo demasiado premeditado y contemplativo. Nos recordó por momentos al Wagner de Karl Böhm, muy bien concertado, un tanto convencional, ciertamente teatral y con una mezcla bien aquilatada de ímpetu y contemplación. Muy clásico, en suma, pero muy convincente también. Rattle recibió algunos abucheos, muy puntuales y localizados, al término de las representaciones. Injustificados, a nuestro entender, sin la menor duda. No estamos ante un Anillo histórico, pero sí ante una realización de muchos quilates, entusiasta y enfática, quizá un punto superficial, pero en la clave de lo que ha sido el estilo propio de Viena durante los últimos años. De todo el trabajo de Rattle con estas dos jornadas que nos ocupan nos quedamos con la habilidad para sostener el relato durante el segundo acto de Die Walküre, una página ciertamente compleja y en la que tantas veces decae el interés de la representación.

   Ya nos habíamos referido anteriormente a las distintas jornadas del Anillo de Bechtolf, del que habíamos visto ya Die Walküre, Siegfried y el Ocaso. En líneas generales estamos ante una producción vulgar y vana, de una literalidad prosaica y por momentos risible. Su dramaturgia, su dirección de actores y su pura realización teatral dejan mucho que desear. El Oro, la única de las cuatro que aún no habíamos visto, aun siendo lo mejor de este Anillo de Bechtolf, no deja de ser mediocre. Como ya hemos dicho en más de una ocasión, un Anillo que no está a la altura de un teatro con el prestigio y la historia de la Staatsoper de Viena.

   Vocalmente, nos encontramos con un equipo solvente, aunque con sus luces y sus sombras. Como Wotan, en reemplazo del previsto Michael Volle, actuaba Tomasz Konieczny, tanto en el Oro como en el Anillo. Ya le habíamos escuchado en otras ocasiones y no deja de ser un cantante de emisión plebeya y tosca, pero no es menos cierto que ha mejorado un tanto y no deja de ser siempre un gusto ver cómo una voz se impone al enorme sonido del foso vienés entregándose en fortissimo. El material es grande, potente, ideal para este repertorio, aunque el timbre es ingrato y la emisión, insistimos, deja bastante que desear. Es curioso haberle podido escuchar también como Alberich en Múnich, como dando las dos caras de un mismo personaje, dejando entrever un Wotan más villano y abyecto, más pérfido y menos noble, recordando un tanto a voces del pasado como Hermann Uhde o Theo Adam, salvando todas las distancias que ustedes quieran. Michaela Schuster fue por su parte una Freia muy estimable, por encima de nuestras expectativas. No sólo resultó una actriz entregada y plausible sino que vocalmente rindió a un alto nivel. Menos nos gustaron los bajos, Peter Rose como Fasolt y Mikhail Petrenko como Fafner y Hunding. Especialmente decepcionante el segundo, con un timbre fatigado y áfono, muy lejos de su estupendo Marke del Liceo hace unas semanas. La pareja de Welsungos fue un tanto desigual, con Christopher Ventris por debajo de si reciente Sigmund de Múnich y con Martina Serafín aportando grandes dosis de lirismo, sacando partido a un timbre de rico metal y esmalte, si bien algo limitada en el extremo agudo. Curiosamente, al contrario que Ventris, fue Evelyn Herlitzius como Brünnhilde la que rindió muy por encima de su labor en Múnich, aquí vocalmente exultante y plena, con su habitual dosis de entrega y teatralidad. La desigual Janina Baechle bordó su breve intervención como Erda. El Loge del veterano Herbert Lippert suplió con oficio unos medios ya mermados, ciertamente venidos a menos. Richard Paul Fink, reemplazando a su vez a Konieczny, fue un Alberich suficiente, aunque el material de partida es ciertamente ingrato. Competente trabajo, por último, del resto de comprimarios, a destacar en el caso de Olga Bezsmertna como Freia, Jason Bridges como Froh y Boaz Daniel como Donner.

Fotos: (c) Wiener Staatsoper / Michael Pöhn

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