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Critica: 'La Gran Vía' y 'Agua, azucarillos y aguardiente' en el Reina Victoria

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Autor: Gonzalo Lahoz
16 de junio de 2014

REÍRSE DE UNO MISMO

10/06/14. Madrid. Teatro Reina Victoria. Temporada Ópera de Madrid. Federico Chueca: La Gran Vía / Agua, azucarillos y aguardiente. Marta Moreno (Sra. Municipalidad/Doña Simona). Javier Ibarz (Paseante/Lorenzo). Ruth González (Asia/Calle de Sevilla). Enrique Sánchez-Ramos (Vicente/Caballero de Gracia). Elvia Sánchez (Menegilda/Manuela), entre otros. Mariano Rivas, director.

   La sátira, el humor y la crítica político-social siempre han sido cualidades inherentes al género chico y por ende a nuestra forma de ser. Valores estos que parece hayamos ido perdiendo en los últimos tiempos, “pues tanto nos van haciendo...” que diría Wamba en El Bateo.
   La nueva compañía lírica Ópera de Madrid, que en este curso ha terminado de presentar su primera temporada con este programa doble de zarzuela, se ha decidido a recuperar la crítica mordaz, buscando en el público un acto tan saludable como es el reírse de uno mismo. ¿Seremos aún capaces de ello? A la vista del éxito obtenido, sí.

   El resultado de la propuesta, palpable y punzante en La Gran Vía, es la mejor música de Chueca con una puesta al día de los diálogos – en claro contraste con el texto clásico - que llegan a descansar en el más ácido humor inglés. De este modo, la Sra. Municipalidad se regenera en la alcaldesa Ana Botella, bien que nunca se pronuncie su nombre, pero las continuas referencias (peras, manzanas, olimpiadas, impuestos, usurpación de lugares emblemáticos para uso comercial...)  disipan todas las dudas, acabando incluso entre rejas con los tres rateros mientras llama a su “Jose Mari”. Pero en esta Gran Vía no sólo hay para ella, los marineritos que visitan Madrid resultan ser destacados miembros de la política nacional, en un cuadro esperpéntico con González, Mas, Rajoy y Zapatero en el que es mejor no pararse a reflexionar. Una sonrisa constante para aquel que esté dispuesto a reírse hasta de su sombra.

  Los medios no se sustentan en unos presupuestos públicos ni gozan del gran respaldo de entidades y marcas privadas; son los que son, modestos pero efectivos en una compañía nueva que se sustenta en sus artistas. Así, ambas obras de Chueca se erigieron gracias a la ilusión y buen hacer de sus miembros, apuntaladas especialmente en el buen hacer de un trío formado por la energía y entrega de una voz fresca como la de Ruth González, y el desparpajo y tablas de Marta Moreno y Javier Ibarz, quienes formaron un tándem que facilitó el despegue y éxito cosechado.

  Sólo faltó mayor concentración por parte de la orquesta, aquí reducida y más expuesta al carecer de foso el teatro. Uno es consciente de las circunstancias y el contexto, pero hubiese esperado mayor seriedad entre los atriles. Que “el primer violín” se dedique a tocar otras obras que nada tienen que ver con el programa momentos antes de que comience, entre otros signos, dificulta que el público perciba que realmente se toman en serio lo que están haciendo, y lo primero ha de ser creérselo uno mismo.

  Bienvenida sea pues Ópera de Madrid y larga vida a su proyecto.

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