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Crítica: La OBC inaugura su temporada de conciertos en la Sagrada Familia

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Autor: Jordi Maddaleno
22 de septiembre de 2015

ARQUITECTURA E INSTROSPECCIÓN

Por Jordi Maddaleno
Barcelona. 20/08/2015. Sagrada Familia. Obras de Vivancos, Takemitsu, Mozart y Fauré. Eugenia Boix (soprano), Marta Hinojosa (soprano), Josep Ramón Olivé (barítono). Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Coro Joven del Orfeón Catalán. Coro Madrigal. Dirección musical: Kazushi Ono.

  Flotó en el ambiente la expectación producida por el primer concierto de la OBC dentro de la Basílica de la Sagrada Familia, Kazushi Ono se presentó como director principal de la orquesta catalana y escogió un programa pensado a medida de las espectaculares características del lugar. Complicada la acústica para un concierto que se retransmitió en vivo en streaming en medici.tv y que ofreció un recorrido sonoro de estimulante intención. La idea, buena de base, quedó algo eclipsada por la amplificación técnica necesaria y la reverberación intrínseca de un edificio monumental como es esta obra maestra gaudiniana.

   El colaborador de la OBC, Juan de la Rubia, abrió el concierto con Improvisation I, pieza solista de órgano del compositor catalán Bernat Vivancos (1973). Las características y posibilidades sonoras del instrumento llenaron la gran nave central y laterales de la basílica con intensidad y contrastes, administrados con vehemencia por De la Rubia quien también estuvo al órgano en el resto del concierto. Una vez iniciado el programa con el guiño a la música catalana contemporanea, Ono dirigió la obra Signals from Heaven, Day Signal I y Night Signal II, para instrumentos de metal, ahondado en la sonoridad impresionista de Debussy desde la perspectiva oriental de la obra de Toro Takemitsu, inolvidable compositor de la BSO de Ran de Kurosawa, donde la intención y sello del director ya apuntó maneras contemplativas y austeras.

   La radiante viveza de la música mozartiana de su inefable Exsultate Jubilate Kv 158a, iluminó la brumosidad de la obra anterior, esta vez con la voz solista de la soprano María Hinojosa. Pulcritud de estilo, afinación exacta, técnica desahogada en la coloratura con virtuosístico resultado, pero sobretodo, una linea de canto idónea redondearon la interpretación de Hinojosa. Anunciada a última hora como la solista de la pieza de Mozart, la soprano catalana y la OBC conjugaron una feliz versión. Es cierto que el sonido desde el crucero difuminó la voz solista, sobretodo en graves y agudos debido a los caprichos físicos del lugar, pero hay que reconocer la solvencia de  la batuta, con una orquesta no historicista, en ser fiel a un estilo sacro de cámara con resultados más que satisfactorios.

   Entró el Cor Jove del Orfeò Català y el Cor Madrigal para cerrar un concierto que siempre buscó in crescendo el eco de las posibilidades acústicas del lugar. El Requiem de Fauré, carta de presentación de Kazushi Ono con la OBC, resultó un remanso de paz sonora gracias a al sello personal impuesto desde el podio de principio a fin. La búsqueda de la emoción siempre contemplativa y serena, huyendo de lugares comunes y con un trazo más austero que el a veces fácil efectismo romántico con el que se puede caer en la obra de Fauré, fue la característica general de una interpretación donde hay que resaltar el gran trabajo y resultados de los dos coros. Dirigidos por Esteve Nabona (Cor Jove) y por Mireia Barrera (Madrigal), fueron con justicia los grandes protagonistas de la velada por la transparencia de las secciones, la pureza de las cuerdas de soprano, la nobleza de las voces masculinas, siempre con un resultado homogéneo y flexible, a las órdenes de la serena batuta de Ono. Bravo el joven barítono Josep Ramón Olivé, quien con la frescura de una voz de timbre claro y fácil afrontó sus partes solistas con una madurez encomiable. Brava también la intervención de la soprano María Eugenia Boix en un Pie Jesu intachable que nos dejó con ganas de más. Las primeras y últimas notas del idílico In Paradisum final, sobrecogieron por lograr lo que parecía imposible, que la majestuosidad arquitectónica de la Basílica de la Sagrada Família se amoldara por un instante a la visión camerística que impuso Kazushi Ono. El público aguantó la respiración por un instante al final antes de aplaudir, signo inequívoco de la comunión conseguida por la obra, la interpretación y el resultado.

* El concierto grabado en vivo está disponible en streaming en medicitv.

Fotos: May Zircus

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