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Crítica: 'Flight' de Jonathan Dove en la Juillliard School de Nueva York

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
30 de noviembre de 2016

UNA BRILLANTE COMEDIA ACTUAL QUE LLEGA AL PUBLICO

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. 20-XI-16. Peter Jay Sharp Theater at Juilliard School. Flight / Vuelo (Jonathan Dove /April de Angelis). Jakub Józef Orlinski (El refugiado), Rebecca Farley (La controladora), Matthew Swensen (Bill),  Nicolette Mavroleon (Tina), Amanda Lynn Bottoms (Una señora mayor), Kelsey Lauritano (La azafata), Dimitri Katotakis (El azafato), Xiaomeng Zhang (El viajero que va a Minsk), Natalia Kutateladze (La viajera que va a Minsk), Cody Quattlebaum (El oficial de inmigración). Dirección Musical: Steven Osgood. Dirección de escena: James Darrah.

   La Juilliard School es sin duda uno de los centros de enseñanza musical más exigentes y prestigiosos del mundo. Su actividad no se circunscribe exclusivamente a lo que entendemos por música clásica sino que también tiene divisiones de jazz, teatro, danza o canto. El nivel de excelencia es altísimo y entre sus graduados célebres se encuentra gente de la talla de Itzhak Perlman, Rosalyn Tureck, Renée Fleming, Yo Yo Ma o los integrantes del Cuarteto Emerson en el mundo clásico; actores como Christopher Reeves, Kevin Spacey o Robin Williams en el teatro; y músicos de jazz como Chick Corea, Miles Davis, Michel Camilo o Wynton Marsalis, el actual director de jazz del Lincoln Center, a lo que en España se suma el flamante director musical del Teatro de la Zarzuela, Óliver Díaz.

   Dentro de las asignaturas de la escuela, a una de las que se le da mayor importancia es a la actuación en público de sus alumnos, lo que la convierte en uno de los secretos musicales mejor guardados de la ciudad, tanto para turistas como para los neoyorquinos. Hay conciertos de sus alumnos prácticamente a diario, que en la mayor parte de los casos son gratis para el espectador. Además, cada división programa conciertos de más nivel, que se suelen llevar a cabo en el Alice Tully Hall, la sala de cámara del Lincoln Center con directores de la talla de Alan Gilbert, Susana Mälkki, William Christie o Masaaki Suzuki.

   Entre todas estas actividades, brilla con luz propia la temporada de ópera. Una temporada con tres o cuatro títulos, que se representan en el moderno Peter Jay Sharp Theater,y que suelen seguir el patrón anual de una ópera barroca (el año pasado La Calisto de Cavalli y en esta temporada la Agrippina de Haendel), una de repertorio (La flauta mágica de Mozart el año pasado y éste la Katya Kabanova de Janacek) y una más contemporánea (el programa doble Les mamelles de Tirésias de Poulenc y Der káiser von Atlantis de Ullmann la temporada pasada y en ésta, Flight de Jonathan Dove).

   Flight fue la primera ópera grande del compositor británico Jonathan Dove. Encargada por el Festival de Glyndebourne, se estrenó el 24 de septiembre de 1998 por la GlyndebourneTouring Opera y al siguiente año llegó a su escenario principal en la campiña inglesa, donde fue repuesta por tercera vez en 2005, siempre con éxito de crítica y público. En el mundo de hoy, vemos multitud de estrenos que en la gran mayoría de los casos que no se vuelven a programar, una política que parece confortar a los grandes teatros de ópera para que no se le eche en cara que no fomentan la creación actual. Mucho más difícil es volver a ver esas obras en otros teatros o en temporadas posteriores. Por ello, es de destacar que esta obra ya se ha podido ver en teatros de tres continentes y que con éstas funciones en la Juilliard alcanzan las cerca de 90 representaciones de la obra, cifra modesta si la evaluamos desde una perspectiva histórica pero más que reseñable hoy en día.

   Con los años, Jonathan Dove, con más de veinticinco obras para la escena, se ha convertido en uno de los compositores de ópera más prolíficos de la actualidad, con varias óperas de cámara y otras exclusivas para televisión. Sus modelos son BenjaminBritten y el Mozart de Las bodas de Fígaro. De hecho, en esta obra es capaz de sacar adelante con brillantez una comedia, género que no es nada habitual en los escenarios hoy en día.

   Flight, basada en el famoso episodio del refugiado iraní Mehran Karimi Nasseri, quien perdió su documentación y pasó dieciocho años de su vida sin salir de la Terminal 1 del Aeropuerto Charles de Gaulle y que años después también sirvió de argumento a la película La Terminal de Steven Spielberg protagonizada por Tom Hanks y Catherine Zeta-Jones, nos cuenta la historia de varios personajes, con sus luces y sus sombras, con sus propios problemas, que entran o salen de la terminal del aeropuerto y que interaccionan con El refugiado, personaje sin otro nombre conocido, interpretado por un contratenor con la que Jonathan Doveremarca su condición de un ser “diferente”, atrapado entre dos mundos.

   Compuesta en tres actos, cubre un periodo de tiempo de algo más de veinticuatro horas que suceden dentro de la terminal, un tiempo que se hace casi interminable para los pasajeros de paso, pero que es solo un día más para El refugiado. En este tiempo, mientras La controladora nos va narrando la historia, a veces directamente, a veces por megafonía, por la terminal pasan la pareja de Bill y Tina que pasan por momentos difíciles en su matrimonio y se van de vacaciones para darse otra oportunidad; Una señora de cierta edad a quien ya se le han pasado su mejores años y que va a la terminal a esperar la aparición de un antiguo novio a quien conoció en Mallorca; La azafata y El azafato que están para servir a todos los pasajeros; y La pareja que va a Minsk a comenzar una nueva vida. El refugiado trata de entrar en contacto con todos ellos para primero ganarse su confianza y luego conseguir algo de ayuda. Una fuerte tormenta paraliza las operaciones del aeropuerto, convirtiendo a los pasajeros en una suerte de refugiados por un día.De repente están atrapados y dan rienda suelta a muchas de sus emociones y sentimientos. Se dan cuenta de los engaños de El refugiado pero éste les convence de que solo les quiere ayudar. Ellos le corresponden cuando El oficial de inmigración le detiene y entre todos le convencen para que le deje libre. Al día siguiente, la tormenta ya ha pasado y todos los viajeros salen dispuestos a viajar, salvo obviamente, El refugiado y La controladora que vuelven a su vida normal.

   Musicalmente la obra es un mundo de sonidos diferentes, con motivos y timbres asociados a cada personaje, una especie de “leitmotivs” wagnerianos que nos trasladan de unos a otros. Desde el piano “a la Gershwin” de la pareja viajera de Tina y Bill, alfuerte complejo orquestal con una alta concentración de marimbas y xilófonos de La controladora, la obra tiene un poso innegable de música cinematográfica, con guiños continuos al Bernstein de Candide y al Britten de Albert Herring, pero con una personalidad propia y una fluidez admirable.

   Dirigió la orquesta Steven Osgood, director que ha sido asistente del MET y que se ha hecho cargo de varios estrenos de óperas contemporáneas. Demostró haber estudiado concienzudamente la obra y desplegó un optimismo contagioso a los jóvenes miembros de la agrupación, compuesta en su totalidad por alumnos de la Escuela, quienes sonaron como una verdadera orquesta. La producción fue dirigida de manera cómica y chispeante por el californiano James Darrah quien se sirvió de los decorados simples, modernos y eficientes de Ellen Lenbergs, el clásico vestuario de Mattie Ullrich, y la preciosa iluminación de Cameron Jaye Mockon.

   El reparto vocal fue inmejorable, teniendo en cuenta que casi todos los intérpretes son alumnos de Master en la propia Juilliard. Destacaron sobre todo el barítono canadiense Dimitri Katotakis, de timbre oscuro y emisión muy correcta como El azafato,y la contralto Amanda Lynn Bottoms, cuya voz oscura y bien emitida, junto a su expresiva forma de cantar, perfilaron de manera impecable el personaje de La señora mayor. Por su parte, la soprano coloratura de Kentucky Rebecca Farley tuvo que lidiar con el complejo personaje de La controladora, con saltos continuos del grave al agudo, cumpliendo con creces la misión. Estuvieron también a muy buen nivel los otros tres personajes femeninos: la soprano de New Jersey Nicolette Mavroleon fue una deliciosa Tina, a la vez graciosa, a la ver ingenua; la mezzo-soprano californiana  Kelsey Lauritano nos dio una Azafata de armas tomar; y la mezzo-soprano georgiana Natalia Kutateladze exprimió todos sus recursos expresivos como La mujer que va a Minsk. El barítono chino Xiaomeng Zhang fue un notable Hombre que va a Minsk, con el impulso inicial de un diplomático que va a empezar una nueva vida, y posteriormente como el hombre desesperado que vuelve a por su esposa. El bajo Cody Quattlebaum fue un autoritario Oficial de inmigración, y solo el tenor Matthew Swensen tuvo algún problema con la compleja tesitura de Bill. Dejamos para el final al indudable protagonista de la obra, el contratenor polaco Jakub Józef Orlinski con un tamaño de voz pequeño pero muy bien emitida, quien fue un tierno seductor, un embaucadorde primera y un creíbletimador para desembocar al final en lo que realmente es, una persona necesitada de cariño.

   El público premió a los intérpretes con vítores y aplausos, y nos quedó sobre todo la agradable sensación de ver una propuesta de ópera contemporánea de indudable interés, con un argumento y un lenguaje actual muy personal, y que es capaz de llegar a todos.  

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