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Crítica: Paolo Pandolfo y su viola da gamba interpretan obras de C.P.E. Bach y Karl Friedrich Abel en la Fundación Juan March

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Autor: Mario Guada
29 de octubre de 2019

El violagambista italiano, acompañado por dos jóvenes talentos, ofrece un recital centrado en las figuras de dos buenos amigos, interpretando rara avis dentro del repertorio camerístico de la segunda mitad del XVIII, con dispar resultado.

Y por fin Abel

Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 26-X-2019. Fundación Juan March. C.P.E. Bach y el estilo sentimental [Conciertos del sábado]. Música de Carl Philipp Emanuel Bach y Carl Friedrich Abel. Paolo Pandolfo [viola da gamba] • Amélie Chemin [violonchelo] • Andrea Buccarella [clave].

No considero que siempre esté luchando con dificultades e interpretando con todo mi empeño. Toco mis piezas difíciles cada vez que lo deseo, de acuerdo con mi disposición y la de mi audiencia.

Karl Friedrich Abel [citado por Charles Burney].

   Hay figuras de esas que incomprensiblemente no acaban de estar presentes de manera regular en los programas de concierto de la actualidad, a pesar de lo probada de su calidad compositiva. Este es el caso de Karl Friedrich Abel (1723-1787), compositor alemán que triunfó grandemente en su época y que comparte –junto al mucho menos conocido y también alemán Franz Xaver Hammer– el infausto honor de ser recordado como uno de los últimos violagambistas, al menos hasta que el instrumento fue recuperado allá por el siglo pasado dentro del resurgir de la música antigua de la mano del movimiento historicista. Y es que Abel no destacó tan solo como un extraordinario compositor de obras orquestales –sus sinfonías se encuentran entre los mejores ejemplos de la segunda mitad del XVIII, con una escritura que mezcla de manera brillante resonancias galantes de la Escuela de Mannheim con un interesante acercamiento al incipiente Sturm und Drang–, así como de conciertos, sino que en la música de cámara dejó exquisitos ejemplos de sonatas en trío, así como algunas interesantes obras para teclado. Pero, sin duda –y junto a sus sinfonías–, Abel ha pasado a la historia como un magnífico compositor para un instrumento que en su tiempo se consideraba poco menos que anticuado y anacrónico: la viola da gamba. En su magnífico corpus para el instrumento, que entre otras encuentra sonatas para viola da gamba y continuo –tanto las encontradas en la Colección Ledenburg, como las publicadas en las décadas de 1770 y 1770–, pero también obras a solo –especialmente las 27 conservadas en el célebre Ms. Drexel–, en las que destaca especialmente la maravillosa mixtura entre la escritura arcaizante –que ancla sus raíces en la música francesa– y una factura que se acerca notablemente a ese «estilo de la sensibilidad». Esto, así como lo tardío de las composiciones para un instrumento prácticamente en desuso, hacen de su corpus violagambístico no solo el más interesante de este período, sino de todo el siglo XVIII.

   El violagambista italiano Paolo Pandolfo, que es un magnífico conocedor de la obra de Abel –en 2008 grabó para Glossa el Ms. Drexel–, ofreció en este recital una selección breve de estas piezas, concretamente las piezas indicadas Preludio, Allegro, Moderato, Adagio y Tempo di Minuetto. Probablemente lo más interesante del concierto, pues Pandolfo es un intérprete técnicamente muy dotado –ya no tanto como antaño–, pero que tiene dentro de él mucha música. Creo que nadie se ha acercado a esta música a solo de Abel con la calidad y, especialmente, asumiendo de forma tan brillante la mixtura de estilos que hay en ella. La mano izquierda, que años atrás fue probablemente la más ágil, habilidosa y carismática que había entre los violagambistas –incluyendo al propio Savall de sus buenos años–, todavía conserva buena parte de lo que atesoraba por entonces. Ya no es quizá tan asertiva ni efectiva como antaño, pero sigue manteniendo ese algo especial, como demostró en las obras a solo, que resonaron con cuidado del sonido –salvo algunos desajustes de afinación leves–, una fluidez del discurso magnífica y un dominio técnico, si bien no apabullante, si suficiente para darles vida con la calidad que su autor merece. La mano derecha todavía mantiene una ejecución pulcra, con articulaciones no especialmente punzantes, sino que mantiene una linealidad muy acorde con la expresividad del repertorio. Especialmente hermosa la ejecución de los movimientos lentos, que desde luego dista mucho del supuesto tedio interpretativo del que se ha acusado en numerosas ocasiones al violagambista italiano, lo que quedó de manifiesto en sus interpretaciones de las elegantes y refinadas cadencias en las sonatas de Bach. Por lo demás, sorprendió el trabajo muy bien concebido –aunque no siempre perfectamente ejecutado– sobre las dinámicas bajas, con pasajes casi en pianissimo que aportaron una emoción expresiva extra a las obras de C.P.E.

   Menos efectivo quizá en las dos sonatas para viola y continuo de Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788), protagonista del ciclo en el que este concierto se inserta [C.P.E. Bach y el estilo de la sensibilidad], las cuales en su día Pandolfo registró en la primera grabación que efectuó como solista, acompañado al clave por Rinaldo Alessandrini [Tactus, 1989]. La música para viola da gamba supone en el caso de C.P.E. una rara avis, pues es un instrumento al que no prestó especial atención, dado que además de las dos sonatas para el instrumento y bajo continuo aquí interpretadas [en do mayor, Wq 136, y en re mayor, Wq 137], solo queda una tercera con el instrumento como protagonista [Trío en sol menor para viola da gamba y clave obligado, Wq 88]. Esta música de C.P.E. para el instrumento demuestra un menor conocimiento del instrumento y desde luego no explora las capacidades de este como así lo hace Abel, incluso su estética está evidentemente más imbricada con el espíritu de su autor, por lo que las resonancias a la historia del instrumento son inexistentes. Aún con ello, resultan de interés, porque no es habitual escuchar una viola da gamba elaborando melodías tan delineadas dentro del Empfindsamkeit. Las interpretaciones, por lo demás, resultaron de menor interés que en las piezas a solo de Abel, incluso que en la Sonata en la mayor para viola de gamba y bajo, A2:53, extraída de la Colección Ledenburg, mostrando en las de Bach evidentes problemas de afinación en el registro agudo y un discurso un tanto más deslavazado, aunque es cierto que la escritura ayuda menos. Únicamente varios pasajes del Presto y el Arioso de la sonata Wq 137 resultaron de sumo interés, especialmente en el juego contrapuntístico entre la viola da gamba y el continuo, bien elaborado aquí por el violonchelo barroco de Amélie Chemin –muy bien en el intercambio en el pizzicato del Arioso–.

   La francesa –quizá la intérprete más destacada del país en la viola da gamba, junto a Lucile Boulanger, aunque aquí solo se desempeño en el violonchelo barroco– cumplió en el resto de la velada con un continuo bastante equilibrado, aunque sin alardes, con algunos desajustes en el inicio del recital, aunque se fueron solventando conforme avanzó el programa. A ella se sumó el concurso del clavecinista italiano Andrea Buccarella, una de las figuras jóvenes de mayor proyección en la actualidad, reciente ganador, además, del Concurso Internacional de MA Brugge, uno de los de mayor prestigio a nivel mundial. Por su parte, Bucarrella evidenció un notable dominio del continuo, con un buen trabajo en la dinámica, ofreciendo un continuo bastante sobrio y muy efectivo, jugando de manera inteligente con el color en los dos teclados del instrumento. Ofreció, además, una esplendorosa versión del maravilloso Rondo en do menor para clave, Wq 59/4, dominando con impecable soltura la compleja escritura rítmica y construyendo una visión muy sólida de una obra que presenta tantos segmentos contrastantes.  

   Un concierto de notable interés, porque no son muchas las ocasiones en la que Pandolfo se sube a un escenario español. Sin ser la figura superlativa que era en su día, todavía mantiene dosis muy altas de esa musicalidad que le hacen un violagambista especial. Como regalo para los asistentes –a pesar de que buena parte del público resultó tan ruidosa, descuidada y falta del mínimo decoro exigible para alguien que acude a un acto público como es costumbre– se ofreció un Adagio de otra de las sonatas para viola da gamba y continuo de Abel, quien resultó el otro gran protagonista de la mañana. Más programas con Abel como figura central son exigibles y deseables en España, así que esperamos que esta tímida muestra pueda servir de acicate para otras instituciones.

Fotografía: Dolores Iglesias/Fundación Juan March.

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