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Crítica: Angela Denoke interpreta canciones de Kurt Weill en el Liceu

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Autor: Sílvia Pujalte
3 de mayo de 2014
Foto: Johann Persson.

LAS DOS VIDAS DE KURT WEILL

Por Silvia Pujalte.
29/ 04 / 2014. Barcelona. Gran Teatre del Liceu. Obras de Kurt Weill. Angela Denoke, soprano. Tal Balshai, piano y acordeón. Norbert Nagel, saxo, clarinete y flauta. Maria Miró, narradora.

   Kurt Weill tuvo que dejar Alemania con la llegada de los nazis al poder; su música fue prohibida y temía por lo que le pudiera pasar. De Alemania fue a Paris, donde pasó un par de años, y de ahí a los Estados Unidos, donde se instaló definitivamente. Cuando se habla de su música se suele hablar del Weill alemán y del Weill americano, y el recital que ofreció Angela Denoke el pasado martes 29, Two lifes to live, recogía estas dos vidas artísticas. Disfrutamos mucho con un recital planteado con inteligencia, muy cuidado en los detalles e interpretado con sensibilidad.

  Acompañaban a Angela Denoke Tal Balshai desde el piano y el acordeón, y Norber Nagel con el clarinete, la flauta y el saxo. Los arreglos de los temas elegidos, a cargo también de Tal Balshai, procuraron un juego de texturas y timbres que fueron dotando a cada canción de la atmósfera adecuada, atmósfera a la que contribuyó también la iluminación: cálida, intensa, opresiva, luminosa..., siempre reforzando el sentido de las canciones. El programa de mano no mencionaba al responsable de la iluminación, suponemos que corre a cargo del equipo técnico del teatro; excelente labor la suya, también en el pulcro refuerzo del sonido.
  Finalmente, contamos con la presencia de la soprano Maria Miró, que cantó junto con Denoke en tres ocasiones aunque su función principal fue la de narradora; entre las canciones se fueron intercalando fragmentos de la correspondencia entre Kurt Weill y su esposa, la cantante y actriz Lotte Lenya, que sirvieron de hilo conductor al recital. Aunque costaba imaginarse a una pareja que mantuvo una relación tan tormentosa hablándose en un tono tan aniñado como el que utilizó en ocasiones Maria Miró, los textos, pequeños retazos de su vida, nos ayudaron a acercarnos al compositor.

   La primera parte del recital estaba dedicada a la vida musical alemana de Weill, con fragmentos de títulos tan célebres como Der Aufstieg und Fall der Stadt Mahagonny o Die Dreigroschenoper, la mayor parte de ellos con textos de Bertolt Brecht. Canciones de prostitutas, macarras, mujeres maltratadas, canciones crudas que Denoke cantó con cálida voz, a menudo sin impostar apenas (lo que justificaría el mencionado refuerzo del sonido frecuente en este repertorio, aunque no hubiera estado de más que el teatro lo hubiera anunciado previamente) y un alemán preciso y precioso, sin histrionismos pero con intensidad. Ofreció por ejemplo una estupenda versión de Wie lange noch? (que unas semanas antes había cantado Nina Stemme en su versión francesa, Je ne t'aime pas, también estupendamente pero con un estilo mucho más operístico), pero si tuviera que quedarme sólo con una interpretación sería la de Und was bekam des Soldaten Weib?, un duro recorrido por los escenarios de la ocupación alemana durante la guerra.

   En la segunda parte cambiamos de lengua, de espíritu y de ritmos; de la opresiva Alemania de los años 30 pasábamos a la sofisticación de Broadway, de los textos de Brecht a los de Ira Gershwin, Maxwell Anderson o Odgen Nash en tono de comedia, todo lo más una dulce melancolía, con alguna excepción como Lonely house; también llegó el jazz al escenario, con Balshai y Nagel luciéndose en sus solos. Sin duda las canciones no tenían tanta fuerza como las de la primera parte, y Angela Denoke ya no contaba con la baza idiomática, pero cantó con elegancia y buen gusto temas tan conocidos como September Song o My Ship.

  Tras la lectura de un hermoso retrato de Kurt Weill en las palabras de Lotte Lenya, el programa se cerró con I am a stranger here myself. Angela Denoke ofreció dos propinas, una de cada etapa: la que probablemente es la canción más conocida del compositor, Die Moritat von Mackie Messer, y All at one, un buen cierre para un buen recital, diferente por contenido y por planteamiento, que nos hizo recordar las sesiones golfas en el foyer de hace unos años. ¿Volverán algún día?

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