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Crítica: Il Pomo d'Oro y grandes solistas en el 'Tamerlano' del CNDM

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Autor: Mario Guada
18 de octubre de 2016

El conjunto suizo y un impresionante plantel de solistas ofrecieron una magnífica versión del drama händeliano, demostrando que Il Pomo d’Oro es uno de los conjuntos historicistas más en forma de la actualidad.

UN TAMERLANO DE GRAN ALTURA

    Por Mario Guada
Madrid.16-10-2016 | 18:00. Auditorio Nacional de Música | Sala sinfónica. Universo Barroco. Entrada: 15 a 40 €uros. Tamerlano, de Georg Friedrich Händel. Xavier Sabata, Max Emanuel Cenčić, Juan Sancho, Dilyara Idrisova, Romina Basso, Pavel Kudinov • Il Pomo d’Oro | Maxim Emelyanychev.

   El 31 de octubre de 1724 se presentaba, en el londinense King’s Theatre, Haymarket, la ópera Tamerlano HWV 18, compuesta por Georg Friedrich Händel [1658-1759] en tan solo veinte días –del 3 al 23 de julio de 1724–, aunque pasada a revisión en los sucesivos meses hasta que tuvo su estreno a finales de octubre del mismo año. Basada en un libreto del poeta veneciano Agostino Piovene –base de una tragedia en música para Francesco Gasparini [1711] que Piovene había modelado de la tragedia francesa Tamerlan, ou la mort de Bajazet [1675], del dramaturgo Jacques Pradon–, fue adaptada convenientemente por Nicola Francesco Haym, haciéndola de este modo asequible al modelo habitual al que público londinense estaba acostumbrado, con lo que acorta hábilmente los recitativos para atender a la menor capacidad de atención de dicho público –en buena medida debida a una inadecuada comprensión del italiano–, pero manteniendo muy bien la coherencia argumental, delimitando las motivaciones dramáticas de cada personaje, además de escribiendo nuevos textos para algunas arias, con los que Händel pudiera realzar aún más las caracterizaciones psicológicas de cada uno de ellos.

   En el momento de su estreno los roles estaban encarnados por algunos de los grandes cantantes del momento: Tamerlano | Andrea Pacini [castrato alto], Andronico | Senesino [castrato alto], Asteria | Francesca Cuzzoni [soprano], Irene | Anna Dotti [contralto], Bajazet | Francesco Borosini [tenor] y Leoni | Giuseppe Maria Boschi [bajo]. La ópera se interpretó doce veces en la temporada 1724-1725, sin embargo Händel reelaboró gran parte del material para una única representación posterior que tendría lugar el 13 de noviembre de 1731, abreviando sensiblemente los recitativos, eliminando algunas arias, además de omitiendo el terzetto del acto II y añadiendo un aria de bravura –Nel mondo e nell’abisso, originaria de su ópera Riccardo Primo– que se introdujo para cumplir con las capacidades vocales del bajo en aquella función: Antonio Montagnana. La versión elegida para esta ocasión es precisamente la última, aunque se tomó la –cuando menos curiosa– decisión de mantener el terzetto de la versión de 1724, que cantan Asteria, Tamerlano y Bajazet. Hay que tener en cuenta que la tijera ejecutada en la velada fue considerable, eliminando varias escenas de los actos II y III, en una decisión discutible y con la que restaron unos quince/veinte minutos de música a los asistentes.

   En cualquier caso, Tamerlano es un gran drama, y lo es por muchas razones, comenzando por ser obra de un Händel ya maduro y bien establecido en la capital londinense, en pleno apogeo de su exitosa carrera como operista. Es una obra con una instrumentación relativamente reducida, en la que es la cuerda la que soporta claramente el peso de la narración instrumental, con el apoyo en diversas ocasiones de los oboes –que en muchas ocasiones, como era habitual, doblan las líneas altas de la cuerda frotada–, flautas de pico y traverso –se eliminó la breve presencia de los clarinetes con los recortes–. Se echó en falta la cuerda pulsada, que siempre aporta ese color tan fascinante, aunque es sabido que estos instrumentos no eran tan habituales en las orquestas teatrales que estrenaron las óperas händelianas. Las arias son un dechado de su capacidad creadora, con momentos repletos de belleza, evocación y descripción de los sentimientos al más puro estilo Händel. Ni una sola de las arias carece de calidad melódica, de una línea de canto exquisita y de un acompañamiento elegante y refinado. Los magníficos recitativos –impresionante la calidad de los accompagnati– dan paso de manera fluida a estas arias de hermoso y variopinto dramatismo, destacando especialmente, a nivel estructural, la sucesión de recitativos y ariette del final del acto II, que sorprende al mismo nivel que deleita.

   Es sumamente interesante destacar también la presencia de un tenor como protagonista del drama, un punto sin duda novedoso aunque discutible en la aseveración de que se trata de la primera gran ópera seria en la que se centra el protagonismo sobre un tenor –como así se asegura en las notas al programa de la presente representación–. Si consideramos a Bajazet como el verdadero protagonista de la ópera, algo no tan peregrino si tenemos en cuenta buena parte de la acción –a pesar de que el título de la ópera está protagonizado por Tamerlano y el número de arias destinadas a Tamerlano y Bajazet resulta bastante parejo–, habría que tener en cuenta las siguientes consideraciones–: I. en los dramas franceses, ya desde la segunda mitad del siglo XVII, se depara mucho protagonismo a los haute-contre –esos tenores agudos tan típicamente franceses–; II. en 1717 –siete años antes de Tamerlano– el gran Antonio Vivaldi dedicó su papel protagonista en L’incoronazione di Dario a un tenor.

   En cuanto a la interpretación brindada, sin duda presenciamos una de las grandes noches del CNDM en los últimos tiempos. Los roles vocales fueron evocados con total solvencia por un elenco muy equilibrado y con un nivel general realmente alto. Especialmente magníficos se mostraron los dos protagonistas españoles de la velada: Xavier Sabata y Juan Sancho. Sabata es un excepcional contratenor –de lo mejor que ha dado el panorama internacional en la última década–, pero es aún más un magnífico actor, un verdadero animal escénico, al cual agrada sin duda tener delante en una versión en concierto de una ópera, por su gestualidad y expresividad tan definidas; además posee un timbre bien coloreado, muy pulido y proyectado, que consigue encarnar con gran pasión a un personaje con tanta maldad acumulada, a la par que cierta fragilidad, como Tamerlano. Sancho es uno de los mejores tenores dedicados al repertorio barroco de los últimos años; me alegró mucho ver que está llegando tan alto y está tan bien considerado entre los conjuntos europeos. Brindó un Bajazet muy enérgico, poderoso, con una magnífica proyección, gran solvencia en el registro agudo, aunque con algo más de dificultad en el registro grave tan exigente de su papel; la escena de su muerte resultó realmente expresiva y muy emocionante. Muy bien el contratenor Max Emanuel Cenčić, otra de las figuras rutilantes en el universo de los contratenores actuales, que si bien presenta algunas aristas más en su línea de canto y es menos contundente a nivel escénico que Sabata, conforma con él desde hace años un excepcional dúo vocal. Estuvo rotundo en su Andronico, mostrando muy bien la complejidad psicológica del personaje y rindiendo con sobradas garantías en los pasajes de coloratura. Asteria fue encarnada por la soprano Dilyara Idrisova, en mi opinión la cantante que rindió a un nivel más bajo, con un timbre demasiado obscuro en algunos momentos, una emisión potente pero algo atrasada en el agudo, y especialmente falta de presencia escénica. Romina Basso le dio vida a Irene, ese personaje tan poliédrico, que la mezzo italiana presentó con notable calidad, aunque manteniendo esos problemas de dicción con la «r» que tan molestos resultan. Aun así, posee un timbre bello y resulta tremenda expresiva y musical. Pavel Kudinov encarnó a Leone, un papel relativamente intrascendente, aunque con algunos momentos vocales interesantes, como el aria añadida expresamente en la versión de 1731, que requiere de una coloratura a prueba de bombas y un gran registro, que el bajo ruso cumplió aquí con nota.

   Il Pomo d’Oro fue, sin ninguna duda, el gran triunfador de la noche. Hacía tiempo que no presenciaba un alarde técnico y de sonoridad tal en una agrupación historicista durante tres horas. Especialmente brillante el trabajo de la cuerda, la cual parece atesorar aún el magnífico trabajo realizado desde los inicios de la formación [2012] por el gran violinista barroco Riccardo Minasi. Una conjunción y empaste que provoca admiración y envidia, un equilibrio sensacional, una afinación realmente pulcra, una limpidez y capacidad de evocación magníficas. Todo eso y mucho más demostraron estos jóvenes intérpretes, comandados desde el primer violín por Zefira Valova. Es necesario elogiar de igual manera el trabajo en el continuo de Cristina Vidoni [violonchelo barroco], Amin Zarrinchang [contrabajo barroco] y especialmente Felix Knecht [violonchelo barroco], que firmó uno de los mejores continuos que haya visto en mucho tiempo, además de un acompañamiento absolutamente memorable en el aria de Andronico, Bella Asteria. Magníficas las aportaciones de Pedro Castro y Katy Elkin en oboes barrocos y flautas de pico, además de Antonio Campillo en el traverso. Por su parte, el joven clavecinista Maxim Emelyanychev, que lleva la dirección del conjunto desde hace algunos meses, brilló a su vez con luz propia, ejerciendo de maestro al cembalo con absoluta suficiencia, ora ofreciendo un continuo realmente imaginativo y fastuoso, ora olvidando el clave para dedicarse por entero a una dirección cuidadosa, muy detallista y que denota un profundo conocimiento de la obra. Desde luego, fue para mí la gran sorpresa de la velada, ya desde la obertura inicial.

   Sin duda, un evento de dimensiones realmente grandes, que puso a Händel de nuevo en el lugar que justamente ocupa como uno de los mejores operistas de la historia de la música occidental. Sirvió para demostrar, además, que el panorama del canto histórico español tiene a enormes talentos entre los varones y que el conjunto historicista suizo está en un momento de forma excepcional, que poco tiene que envidiar al de los grandes conjuntos mundiales. Un éxito total que le hace a uno reconciliarse con este tipo de grandes producciones, aun con los problemas de cierta índole que presentan. Pero ese es otro tema.

Fotografía: Julien Mignot.

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