
Crítica del concierto a cargo de la violinista neerlandesa Janinse Jansen y el pianista ruso Denis Kozhukin, con un programa conformado en torno a obras de Johannes Brahms, Francis Poulenc, Olivier Messiaen y Maurice Ravel, en el ciclo que el Centro Nacional de Difusión Musical dedica a la música de cámara
Impresionismo impresionante
Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 10-IV-2025. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Dfusión Musical [iLiceo de Cámara XXI]. Sonata para violín y piano n.º 2 en la mayor, op. 100 y Sonata para violín y piano n.º 1 en sol mayor, op. 78 de J. Brahms; Sonata para violín y piano, FP 119 de F. Poulenc; Thème et variations, de O. Messiaen; Sonata para violín y piano n.º 2 en sol mayor, M 77, de M. Ravel.
La sonata para un instrumento solista y piano, aunque es un género muy habitual en los conservatorios de música, no tiene tanta cabida en las salas de concierto, donde quizás se ve como una formación más simple. Una única pareja de músicos, una melodía con acompañamiento... Nada más lejos. Al menos, con el repertorio que propuse la violinista neerlandesa Janine Jansen junto con el pianista ruso Denis Kozhukhin.
El impresionismo musical encontró en la sonata una forma ideal para poder explorar los timbres y las capacidades de los instrumentos. Saint-Saëns y Debussy dedicaron buena parte de su trayectoria final a la escritura de sonatas, consumando la revolución de un género que había consistido en obras para el lucimiento del solista, encargos generalmente de un músico noble que pretendía sorprender a sus invitados. De repente, las sonatas se convierten en auténticos diálogos entre instrumentos que reivindican este género como auténtica música de cámara. Aunque de forma más tardía, supone una evolución similar a la del lied y, quizás por ello, no podía faltar. Brahms en esta velada que nos presentó el apasionante repertorio de las sonatas para violín y piano de finales del siglo XIX y principios del XX.
Encontramos un piano sumamente lírico en las Sonatas para violín de Brahms. Denis Kozhukhin decidió tocar con la tapa completamente abierta, dándose así un gran protagonismo que contrastó con la sobriedad de Jansen que supo utilizar la mesura para reservarse y sorprender aún más en el exigente Perpetuum mobile de la Sonata para violín y piano n.º 2 de Ravel. Todo un acierto, si me permiten, en lo que fue un concierto perfectamente planificado.
Kozhukhin y Jansen jugaron con las dinámicas y los timbres para mutar de manera sutil pero clara el equilibrio sonoro entre sus instrumentos, permitiéndonos de esta manera disfrutar de cada una de las texturas, de los mundos sonoros que nos presenta Brahms: ya sean los educados diálogos del Andante tranquilo-Vivace o los sutiles contrastes del Allegretto grazioso, quasi Andante. En general, mejor esta Sonata para violín y piano n.º 2 en la mayor que la Sonata para violín y piano n.º 1 que se interpretó en segundo lugar donde no encontré sentido a un explosivo final del Vivace y un Adagio en el que el piano podría haber llenado más la sala.
La segunda parte del concierto, completamente inmersa en el movimiento impresionista comenzó con un cambio de última hora: el Poème élégiaque de Eugéne Ysaÿe fue sustituido por la Sonata para violín y piano de Francis Poulenc. En esta obra pudimos ya escuchar a una Janine Jansen completamente diferente, sarcástica, mucho más intensa. Atrás quedaba la sobriedad germánica de Brahms y se adentraba en la ironía y emocionalidad francesas. Espectacular en el Presto trágico con el que finaliza la obra la claridad de las notas rápidas de Jansen y la capacidad de Kozhukhin para, en mitad de todo ello, lanzar un tema absolutamente sencillo y tierno.
En Thème et variation, de Olivier Messiaen, una afinación perfecta nos permitió disfrutar de esas disonancias tan bien resueltas por parte del compositor aviñonés en las que se aprecia su otro gran talento: el órgano.
Cerró el concierto la Sonata para violín y piano n.º 2 de Maurice Ravel, una obra original en la que Jansen se dejó llevar por el swing mostrando su lado más emocional. Lírica e intensa, logró emocionar con ese furioso Perpetuum mobile que entusiasmó a un auditorio repleto.
Muy bien escogida también la propina: Syncopation, una breve obra compuesta en 1925 por el compositor austriaco-estadounidense Fritz Kreisler. Ligera, popular, sarcástica. Un excelente resumen de esta segunda parte en la que Jansen encandiló al público del Liceo de cámara XXI.
Fotografías: Rafa Martín/CNDM.
Compartir