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Crítica: La música de Saint-Saëns y Pauline Viardot protagoniza un nuevo concierto en la temporada de la OSCyL

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Autor: Agustín Achúcarro
10 de noviembre de 2021

La Orquesta Sinfónica de Castilla y León confeccionó un programa conmemorativo del centenario del fallecimiento de Saint-Saëns y del bicentenario del nacimiento de Paulina Viardot, para lo que contó con la mezzo Karina Demurova, el organista Juan de la Rubia, y la dirección de Thierry Fischer, una feliz combinación de compositores e intérpretes.

Entre las canciones de Viardot y la música de Saint-Saëns

Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 4-XI-2021, Auditorio de Valladolid. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Sansón y Dalila: Bacanal y Sinfonía n.º 3 en do menor, op. 78, «Con órgano», de Camille Saint-Saëns; selección de canciones [orquestación de Marc Olivier Dupin] de Pauline Viardot-García. Karina Demurova, [mezzosoprano], Juan de la Rubia [órgano], Thierry Fischer [director]. 

   La Orquesta Sinfónica de Castilla y León confeccionó un programa conmemorativo del aniversario del centenario del fallecimiento de Camille Saint-Saëns y del bicentenario del nacimiento de Paulina Viardot, para lo que contó con la mezzo Karina Demurova, el organista Juan de la Rubia, y la dirección de Thierry Fischer. Una feliz combinación de compositores e intérpretes.

   Viardot, hija de Manuel García, patriarca de una saga de cantantes y estudiosos de la voz, fue una artista de amplio registro, no siempre igualado, que en su carrera abarcó el de mezzo, el de soprano y el de contralto, alabada por compositores como Chopin, Meyerbeer o Berlioz. Una compositora de elevada formación, que fue también una excelente pianista y que contó entre sus profesores con Liszt.

    Seis fueron las canción elegidas de Viardot, escritas en diferentes épocas de su vida, en varios idiomas, de cuya orquestación, en lo que fue un estreno mundial, se encargó Marc Olivier Dupin. Este respetó el carácter camerístico de las obras, las delicadas líneas de la melodía, los colores, para lo que contó con una plantilla basada en la cuerda y en pinceladas de las maderas.

   La mezzo Karina Demurova, que alcanzó un gran éxito, comenzó con «Haï Luli» y Canzonetta de concert, en las que desplegó variados recursos; con una cuidada afinación y unas medias voces sugerentes en la primera, y con especial sutileza, con ese diálogo con flauta y oboe, y un agudo expansivo en la segunda. En el resto de sus intervenciones, la voz no tuvo una proyección tan fluida ni una línea de canto igual, algo que se evidenció particularmente en el fraseo del registro central-grave en «Caña» y «Madrid». Con ser esto un obstáculo, no significó que no fueran interpretadas con aciertos. Demurova dejó el marchamo de una voz con esmalte y capacidad de expresarse con sentido poético. Fuera de programa, interpretó la famosa aria «Mon coeur s´ovre à ta voix», de  Sansón y Dalila, ópera con la que la orquesta había comenzado el concierto, interpretando la Bacanal. Una versión trepidante en lo tímbrico y en sus imitaciones de las rítmicas orientales. Y si se captó la agitación de la fiesta, no pareció ocurrir lo mismo con los acentos más seductores.

   Se guardó lo más positivo para el final, con la Sinfonía n.º 3 en do menor, op. 78, «Con órgano», de Saint-Saëns. Lo que quedó patente desde el mismo momento en que se produjo el crescendo inicial de la cuerda, que anticipaba posteriores desarrollos. La entrada del órgano –un buen momento para recordar que todavía espera el hueco sobre el lado derecho del escenario para que el Auditorio cuente con uno– marcó el devenir de la obra, con un Juan de la Rubia que le dio a su instrumento la preponderancia necesaria. Sugestivos el Poco adagio, con un eficiente juego de dinámicas, la percepción electrizante del «Dies irae», el tema impetuoso que irrumpe en el segundo movimiento o la conclusión con la presencia protagonista del órgano. La intervención del piano a cuatro manos, el pasaje fugado o el final arrollador fueron detalles que acompañaron a una interpretación que fue un compendio de energía. Se impuso la densidad orquestal, con arrolladores tutti, y las posibles grandilocuencias se resolvieron con eficiencia. Fischer y la OSCyL se convirtieron en servidores de una partitura que, llevada con tino, goza por si sola de elementos suficientes para resultar cautivadora.

Fotografías: OSCyL.

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