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Crítica: laReverdie inaugura el ciclo dedicado al motete en la Fundación Juan March

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Autor: Mario Guada
5 de octubre de 2017

El legendario conjunto italiano inaugura este singular ciclo dedicado al género musical más longevo de la historia.

DE LA PALABRA EN MÚSICA

   Por Mario Guada
Madrid. 04-X-2017 | 19:30. Fundación Juan March. El motete, de principio a fin [Ciclo de miércoles]. Entrada gratuita. Obras de Perotin, Phlippe de Vitry, Guillaume de Machaut, Marchettus de Padua, Jacopo da Bologna, Johannes Ciconia, Guillaume du Fay y anónimos. laReverdie.

   Tengo que confesarlo, el motete es probablemente mi género musical favorito. Es por eso que me congratulé poderosamente al vislumbrar, entre su magnífica y vasta programación, que la Fundación Juan March le dedicaba un ciclo de cuatro conciertos al mismo. Desde luego, tratándose un género que hunde sus raíces en plena Edad Media, cuatro conciertos parecen pocos –y lo son–, pero el mero hecho de prestarle una atención personalizada al motete ya dice mucho de una fundación que sigue siendo referente en el panorama musical español. Bajo el título El motete, de principio a fin, se propone un recorrido histórico por este género –eminentemente vocal–, que desde el siglo XIII y hasta nuestros días ha obtenido la atención de la mayoría de los grandes genios de la música occidental. Siendo difícil definir lo que es en esencia un motete, puede decirse que es un género vocal polifónico, extraído en origen de material preexistente y muy unido al canto llano y al organum, que surgió por la necesidad de los cantores de verbalizar algunos melismas –de ahí el propio término, elaborado a partir del francés mot, palabra– que les era complejo recordar sin texto. Después llegaría politextualidad, la isorritmia y toda una serie de procedimientos que ayudaron al motete a desarrollarse de manera poliédrica, consolidándose en el Renacimiento como el género vocal sacro –en este caso– por excelencia, manteniéndose posteriormente, en el Barroco, Clasicismo, Romanticismo e incluso en los siglos XX y XXI como un género brillante que permitía a los grandes autores desarrollar todas sus habilidades compositivas.

   Pero empecemos precisamente por el principio, pues el concierto inaugural se concibió para ejemplificar el nacimiento de este género sin igual, dividiendo el programa en tres bloques geográficos claramente diferenciados: Francia, Inglaterra e Italia. Se trató de un recorrido por el motete medieval en sus estilos más claramente definidos: Ars Antiqua, Ars Nova y Ars Subtilior. Precisamente en Francia es donde se puede ubicar el nacimiento de este género, especialmente en la labor desarrollada por la célebre École de Notre-Dame parisina, que tuvo en Leonin y Perotin (fl. 1200) a sus grandes referentes. Del segundo de ellos es el motete que abrió el programa, Mors a primi patris/Mors, que stimulo/Mors morsunata/Mors –conservado en un manuscrito de la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Montpellier–, una magnífica muestra de la capacidad de elaborar las cuatro voces de una manera compleja y lúcida. Le siguieron una serie de obras –de autor anónimo y entrado ya el siglo XIV– que transitaron entre las dos y tres voces, moviéndose también en la politextualidad latín/francés. Sin duda, Philippe de Vitry (1291-1361) y Guillaume de Machaut (1300-1377) son dos de los principales representantes del género en la Francia medieval, como demuestran los ejemplos aquí interpretados: Garrit Gallus flendo dolorose/In nova fert/Neuma y Qui es promesses/Ha! Fortune/Et non est qui adiuvet. Como bien destacada Juan Carlos Asensio –autoridad absoluta en los repertorios vocales del Medievo y autor de las excelsas notas al programa del ciclo–, el primero de ellos –extraído del Roman de Fauvel– es el primer ejemplo conservado del fenómeno de la coloración en la notación para indicar un cambio en la mensuración. Se cerró la primera parte con el impresionante Pantheon abluitur/Apollinis eclipsatur/Zodiacum signis, descomunal ejemplo del llamado Ars Subtilior [arte sutil], en el que el ritmo y la ornamentación se complejizan casi hasta el extremo, suponiendo la antesala de la que estará por llagar: el motete renacentista.

   Para la segunda parte del programa quedaron Inglaterra e Italia. El primero se justifica por su adopción al estilo francés, dado que muchos músicos viajaron a París a formarse, regresando a la Pérfida Albión para llevar consigo la manera franca de componer sobre el género. Es por tanto un género que asume los patrones galos, pero que desarrolla algunas características muy suyas, como la isomelodicidad y la isoperiodicidad –recomiendo la lectura de las notas al programa de Asensio, por el sumo interés de las mismas–. Tienden a añadir, además, algunos tenores extraídos de obras de tipo profano, como se observa en la pieza Salve mater gracie/Do way Robin –politextualidad latín/inglés en este caso–. Todas las piezas inglesas interpretadas en el programa son de autor anónimo, destacando especialmente por su belleza la casi hipnótica, Mors & vita duello, una pieza instrumental sobre la secuencia Victimæ Paschali laudes, en la que el célebre cantus firmus de esta secuencia –una de las pocas que han sobrevivido– fue interpretado acompañado por campanas, mientras el tejido polifónico fue conducido aquí por instrumentos. En Italia, además de dos anónimos del siglo XIII con lo que se abrió el bloque –el primero de ellos precisamente sobre el Victimæ Paschali laudes–, se interpretaron obras de algunos de los autores más destacados del momento en la península itálica: Marchettus de Padua (fl. 1319), Jacopo da Bologna (c. 1340-1386), Johannes Ciconia (1335-1411), Antonio da Cividale (1392-1421) y Guillaume du Fay (1397-1474). De Padua es uno de los artífices del movimiento del Ars Nova en Italia, lo que dejó claramente patente en uno de los tratados más importantes de la Edad Media: Pomerium de musica mensurata. Alguno de ellos, perteneciente a la escuela franco-flamenca, si bien no italiano de nacimiento sí desarrolló buena parte de su carrera en el país del Adriático. Es el caso de Ciconia y du Fay, de los que se interpretaron dos magníficos ejemplos: el complejísimo y denso Venecie, Mundi splendor/Michael, qui Stena domus, y O Sancte Sebastiane/O Martyr Sebastiane/O quam mira/Gloria et honore, un brillante ejemplo del género que anticipa ya el Renacimiento y en el que hace su aparición de manera muy clara el recurso del hoquetus.

   La versión ofrecida por laReverdie resultó tan personal como fascinante. Pocos conjuntos llevan tantos años dedicados en cuerpo y alma a estos repertorios medievales y protorenacentistas, por lo que la leyenda alcanzada por este ensemble italiano está más que justificada. Contando con la presencia de tres de los cuatro miembros fundadores, las hermanas Claudia y Livia Caffagni, así como Elisabetta de Mircovich –falta la otra hermana Mircovich, Ella–, el conjunto ofreció una lectura muy pulcra, aunque algo densa desde el punto de vista del directo. No es este un programa para el gran público, a pesar del empeño puesto por los italianos en ofrecer variedad tímbrica y escénica. La música de este período está plagada de excesos rítmicos, texturales, modales y contrapuntísticos para el oído actual. Aun con todo, laReverdie logra el milagro gracias a su compromiso por el repertorio, la aplicación musicológica a cada una de sus interpretaciones y el savoir faire que aportan las más tres décadas de experiencia. La acústica de la Juan March no es la más favorable para un concierto de este tipo, sin embargo lograron adecuarse muchos mejor de los esperado a las condiciones. Las voces de las Caffagni –quienes llevan el peso vocal del programa– no tienen ya el esplendor, la limpidez ni la esencia casi virginal de antaño, pero todavía mantiene el encanto de sus numerosos registros dedicados a estos repertorios. La pátina del tiempo hace mella en sus voces, también en la técnica interpretativa de sus instrumentos –fídulas y laúd–, pero sigue atesorando ese algo muy especial que los ha hecho grandes. Se les unió la voz y el arpa gótica de Matteo Zenatti, que logró aportar un punto de variedad tímbrica y de frescura –a pesar de su notable experiencia vital– a las interpretaciones.

   Un programa de lujo, que inició de manera vívida y enfática el alpha del motete en la historia. Pocos conjuntos más adecuados a laReverdie se me ocurren para tal labor, a pesar de que su rendimiento estuvo un punto por debajo de lo esperado, merced a ciertos problemas de afinación, algunos desajustes rítmicos –lo que en obras de esa complejidad en la escritura contrapuntística es casi lo habitual– y ciertos problemas técnicos en la interpretación instrumental. Especialmente loable me parece el concurso de de Mircovich en la flauta y de Zenatti en el arpa gótica. Aun con todo, las Caffagni todavía son capaces de ofrecer momentos que te trasladan ocho siglos atrás en el tiempo. Desde luego un inicio de ciclo muy prometedor, que augura grandes momentos.

Fotografía: lareverdie.com

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