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Crítica: Recuperación de un oratorio de José Lidón para el 'Universo Barroco' del CNDM

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Autor: Mario Guada
26 de marzo de 2017

Fantástica recuperación musicológica de una obra de gran nivel, que lamentablemente no encontró el desarrollo deseable de sus cualidades con una interpretación llena de claroscuros.

PATRIMONIO ESPAÑOL DE PRIMERA

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 24-III-2017 | 19:30. Auditorio Nacional de Música | Sala de cámara. Universo Barroco. Entrada: 10, 15 y 20 €uros. Música de José Lidón. María Eugenia Boix, Marta Infante, Carlos Mena, Víctor Cruz • Acadèmia 1750 | Aarón Zapico.

   Uno no elige el país en el que nace. Es así, le toca y punto. Y este, el suyo y el mío, es un país en el que, por activa y por pasiva, se denuesta de una forma u otra el patrimonio musical propio. Ante la recuperación de este Oratorio al Iris de paz, la gloriosa Virgen y Mártir Santa Bárbara, obra datada en 1775 por el compositor salmantino José Lidón (1748-1827), no ha faltado quien rápidamente ha saltado a la palestra para atacar el trabajo realizado por todos los implicados, argumentado –con escaso éxito, por lo vacuo de sus argumentos, por cierto– que esta obra nunca debería haberse desempolvado ni rescatado de aquel archivo en el que descansaba justamente. Pero es que este país, repito, el suyo y el mío, es el país en el que hay quien busca, lejana y extrañamente, las influencias de Gluck o incluso Mozart para, parece, justificar la calidad de la obra, porque sugerir que es en realidad deudora de un Corselli, un Nebra o un Soler parece no dar el cachet suficiente a la composición. Conclusión: cuando se rescata, y se hace en condiciones óptimas, porque se rescata lo que no se tiene que rescatar; y cuando se rescata lo que sí es digno de tal hazaña, resulta que rara vez encuentra en su resultado final el nivel requerido para la ocasión, porque se toman decisiones absurdas que afectan de manera irremediable a este. Ya ven, este país, el suyo y el mío.

   El pasado viernes 24, el Auditorio Nacional y el Centro Nacional de Difusión Musical se vestían de gala para una ocasión que, agoreros aparte, significaba mucho. Por encargo del CNDM, el Universo Barroco de la capital veía el estreno en tiempos modernos –no absoluto, pues el día antes ya se había estrenada por vez primera dentro del marco del Festival de Música Antigua de Sevilla– de este oratorio de un tal Lidón, uno de esos compositores españoles de la segunda mitad del XVIII que son entre poco y nada conocidos por el gran público. Sin embargo, este organista y compositor nacido en Béjar consiguió alcanzar algunos de los puestos musicales más importantes del país en su momento, como fueron los organista de la Real Capilla, pasando posteriormente al alcanzar el magisterio de capilla en dicha institución. Más conocido en su faceta de organista, Lidón posee un corpus vocal de ciertas dimensiones, en el que tienen cabida obras de gran formato, como este Oratorio al Iris de Paz.

   Muchas veces se anteponen unos ámbitos a otros, en un mundo musical en el que parece que colaborar de tú a tú, sin que tenga que haber un vencedor o alguien cuya labor deba ser tratada por encima del resto, está pasado de moda –aunque nunca lo estuvo–. Cabe, por tanto, felicitar a todos los implicados en el proyecto por igual, dejando el resultado final, al que aludiré después, a un lado. Pero creo que la pirámide tiene en este caso la estructura que debe tener, por lo que es obligatoriamente necesario comenzar hablando de la propia obra. Dentro del corpus vocal sacro de Lidón destaca sin duda este oratorio, el cual muestra una calidad compositiva muy notable, tanto en el tratamiento de las líneas vocales, con pasajes de auténtico virtuosismo, como por su escritura orquestal realmente lograda, especialmente para la cuerda, con momentos muy inspirados –varias de las arias son de gran belleza–, con audacias armónicas importantes y con una profusión de dinámicas e indicaciones de carácter absolutamente impactante. Extrañamente y hasta hace muy poco, la obra permanecida dormida en la Real Biblioteca, y no la Biblioteca Nacional, como erróneamente se dice en las notas al programa. Debo hacer aquí otro inciso para volver a hablar de este país nuestro, sí, el suyo y el mío. Uno se pregunta el porqué de, teniendo a los autores de la recuperación de la obra, así como de la edición utilizada para su interpretación, se recurre a un tercero para redactar unas notas al programa, que por otro lado presentan algunos errores notables. Pues personalmente encuentro varias respuestas, aunque ninguna razonable. Los caminos del CNDM son inescrutables. Sea como fuere, la realidad es que, como decía, el manuscrito autógrafo se hallaba en la Real Biblioteca, de donde por fortuna ha sido rescatada, además del libreto del mismo, encontrado en la Biblioteca Pública de Castilla La Mancha, en Toledo. La portada reza de la siguiente manera: Oratorio / que se ha de cantar / en el Real Colegio / de su Majestad / al Iris de Paz, / la gloriosa Virgen y Mártir, / Santa Bárbara, / como patrona y titular, / en el día 4 de Diciembre / de este año de 1775 / Puesto en música / por Don José Lidón, / organista de la Real Capilla y maestro de dicho Colegio. Continuando con los errores, no tres de los papeles son femeninos y uno masculino, especialmente porque concebir en esos términos roles en aquella época carece de sentido, cuando las mujeres no podían cantar en ámbitos sacros y sí estaban destinados a castrati. Por otro lado, la totalidad de los recitados no es para acompañamiento de cuerda, sino que algunos de ellos se acompañan únicamente por el continuo. Dejando todo este dislate a un lado –aunque cabe reflexionar profundamente en el porqué de todo ello–, hay que destacar la maravillosa mixtura de lo italiano, pero con ese toque español que se aprecia claramente en algunos pasajes, como el final a 4. Es cierto que el texto carece de valor literario y que la historia no está especialmente conseguida, pero con todo, Lidón conseguir entramar una composición de gran calidad, por la que per se este compositor debe empezar a ser considerado de otra manera. Es pura justicia artística, pero ya se sabe, este país nuestro.

   En segundo lugar debemos hablar necesariamente del magnífico y encomiable trabajo de Raúl Angulo y Antoni Pons, que a través de su Ars Hispana sigue desenterrando del olvido obras de extraordinaria factura. Personalmente y con total honestidad espero que este país se dé cuenta en algún momento de lo esencial de su labor y se lo agradezca de la manera conveniente. Aunque vayan ustedes a saber, porque este país suyo y mío… El trabajo realizado aquí es el resumen de lo que debe ser la musicología bien entendida, con la recuperación de una obra hasta ese momento desconocida, la atribución a su autor y la edición posterior, con los estándares habituales que tienen siempre sus ediciones, para que pueda ser interpretada, porque Ars Hispana no concibe la recuperación patrimonial si no es para interpretarse y ser conocida por el público. Desde luego, si en todos los estamentos hubiera personas con esa pasión y conciencia pura del valor de nuestro patrimonio musical, otro gallo le cantaría a este país suyo y mío. Por tanto, no solo hay que alabar su labor, sino mostrarse realmente agradecidos por este y otros regalos, cuya importancia tardará un tiempo en ser entendida, pero llegará.

   Por último, pero no por ello menos importante, el trabajo realizado por los intérpretes, pues sobre ellos recae la responsabilidad final de que el público se lleve una u otra impresión de la música. Y es una responsabilidad enorme, por eso la elección de los intérpretes resulta tan absolutamente fundamental. Aquí entran en juego otros factores, algunos de los cuales nos vuelven a depositar irremediablemente en este país. El cuarteto vocal estuvo conformado por María Eugenia Boix, Marta Infante, Carlos Mena y Víctor Cruz. En el cómputo global, diremos que en un 65% de los casos pudimos escuchar una interpretación solvente y en la medida justa de la calidad musical. Especialmente destacable me pareció la labor de Mena –que tenía los pasajes más virtuosísiticos–, cumpliendo con su calidad habitual con el cometido, así como la de Cruz, personalmente la sorpresa más agradable de la noche, mostrando una línea de canto realmente elegante, con gran gusto, un timbre muy bien pulido y una dicción impecable. El apartado orquestal recayó sobre Académia 1750, que sin ser una agrupación mediocre, no me parece la elección adecuada para la ocasión. Sin duda se trata de una enorme oportunidad para el conjunto, pero creo desaprovechada. Severos problemas de afinación en la cuerda en varios pasajes de la obra, un oboe solista poco inspirado en su aria a solo, y unos traversos que solventaron no sin problemas algunas de sus partes, hicieron que la música no brillara con todo el esplendor deseado. Especialmente notable la labor de las trompas, y especialmente una sección del continuo magníficamente comandada por Mercedes Ruiz al violonchelo. En general, la orquesta se presentó demasiado escueta en su formación, habiendo sido deseable casi doblar en número las cuerdas, especialmente los violines, así como el continuo –sostener esta obra con solo un violonchelo y un contrabajo carece de sentido–.

   El trabajo de Aarón Zapico resultó en un punto sorprendente. Siendo esta una obra de tanto contraste –el manuscrito original está plagado de dinámicas e indicaciones de carácter y articulaciones, muchas veces casi en cada compás–, la lectura plantada por el asturiano resultó más comedida de lo que podría esperarse, aunque por momentos resultó apasionada y vehemente. Sin parecerme un buen director, es de justicia decir que controló a la orquesta con notable liderazgo, incluso con una una cierta mejoría en los aspectos técnicos de su dirección de un tiempo a esta parte. Tomó algunas decisiones cuestionables, como la inclusión de una obertura de Vicente Basset –sin indicar en el programa–, cuando se podía haber elegido algunas de las compuestas por el propio Lidón o haber dejado el oratorio tal cual se encontró, pero en general llevó a cabo una dirección bastante acorde al carácter de la obra, que por momentos logró hacer brillar como merece.

   Una velada de suma importancia para el patrimonio musical español que, estamentos, personalidades varias, toma de decisiones más que cuestionables y falta de respeto real hace el propio patrimonio por parte de muchos, no han de empañar, pues estamos ante un hito reciente de la musicología española que el tiempo deberá poner en su lugar. Habrá que confiar en este país, el suyo y el mío, qué remedio…

Fotografía: arshispana.com

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