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Crítica: Tim Berne en el Ciclo de Jazz del CNDM

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Autor: Juan Carlos Justiniano
3 de marzo de 2015

TIM BERNE'S SNAKEOIL O COMO DESENTRAÑAR EL MISTERIOR DE LA MÚSICA


Por Juan Carlos Justiniano.
21/02/15. Madrid. Auditorio Nacional. CNDM. Ciclo Jazz. Tim Berne's Snakeoil: Tim Berne, saxofón alto. Matt Mitchell, piano. Óscar Noriega, clarinete. Ches Smith, batería y percusión. Shadow man.

   El misterio de la música, de su carácter efímero, de cómo, surgiendo del caos, es creada en el mismo momento en que se desvanece, parecen enigmas de difícil solución. Desentrañar ese misterio parece que es el propósito de Tim Berne's Snakeoil, una formación que, por actitud y condición, difícilmente deja indiferente al oyente. El cuarteto liderado por el saxofonista estadounidense representa la propuesta más atrevida –y libre de prejuicios– del ciclo Jazz del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM); un ciclo que, tras cuatro temporadas, es ya una referencia de la escena jazzística de la capital y, ante todo, satisface una pluralidad de sensibilidades con una programación trufada de alguna sorpresa que otra. Fue el caso de este tercer concierto celebrado el pasado sábado 21 de febrero en la sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, un escenario privilegiado –quizá con problemas acústicos derivados de una amplificación mal resuelta– que se ajusta al concepto estético de un cuarteto cuyo nombre oculta una vocación auténticamente camerística y nada jerárquica.


   En su visita a Madrid, Tim Berne's Snakeoil presentó su último álbum, Shadow Man (ECM, 2013), junto a temas de  Snakeoil (ECM, 2012), y un pequeño adelanto de una grabación todavía inédita, You've Been Watching Me. Tres registros que se encuentran entre los últimos de la prolífica e interminable discografía del saxofonista estadounidense cuya carrera, marcada siempre por encontrarse en los límites de la admiración y la incomprensión, es la historia de un viaje de idas y venidas entre las grandes discográficas (Soul Note, Columbia o Winter&Winter) y la autoedición. Para su última aventura, Tim Berne ha contado con el apoyo del sello independiente ECM y la compañía de tres músicos bien expeditivos de dilatada carrera: Óscar Noriega al clarinete, Matt Mitchell al piano y Ches Smith a la percusión. Pero más allá de la suma de cuatro sensibilidades altamente compatibles, Tim Berne's Snakeoil funciona, en realidad, como un colectivo, como una comunidad de cuatro componentes que, a través de diferentes caminos, encuentra un mismo punto de convergencia en esa amalgama de ritmo, armonía y arabescos que propone el cuarteto. Continuamente, la formación sin bajo emprende derroteros peligrosos sin llegar a perder en ningún momento el rumbo gracias a la técnica magistral que comparten  los cuatro músicos; una técnica siempre al servicio de la creatividad y nunca superflua. Así, la exploración tímbrica –la verdadera esencia de Tim Berne's Snakeoil– parte de una concepción total de la cosa musical donde ritmos, armonías, acompañamientos y voicings se conjugan en paralelo y cuyo resultado tiende a dispersarse, como el gas, en el recipiente que lo contiene. Y eso mismo ocurrió en la sala madrileña, que pareció quedarse estrecha para tanto potencial creativo, tanto estrépito y, en definitiva, tanta música en un estado tan primario.


   El cuarteto regaló hora y media de música en forma de  media docena de temas que más se asemejaron a verdaderos cuadros de pura experimentación sonora. Tim Berne's Snakeoil formula un jazz que podría denominarse, abiertamente, contemporáneo, que pertenece, literalmente, al tiempo en que se vive; un jazz igualmente heterodoxo y sin límites que propone una relectura de la vanguardia y que obedece a un concepto primigenio, tosco y endiablado de la música. Posiblemente ahí radique su poder persuasivo y esa capacidad de imbuir completamente al oyente incapaz de perder la atención. Éste queda encajado en el asiento expectante de lo que ocurrirá en el siguiente compás, ansioso por reconstruir la próxima escala y comprender la próxima improvisación para así intentar adivinar la esencia de la partícula sonora o, en su defecto, el misterio mismo de la música. En cada instante el cuarteto rindió un homenaje al acto verdadero de la música, a su condición original que no es otra que su degustación en vivo: sólo así se disfruta de la experiencia de sentir, palpar y oler cada matiz sonoro. Tim Berne's Snakeoil es un canto al hecho musical, una visión panorámica y enciclopédica de la música construida con cuatro instrumentos que aúna el placer sensitivo y el intelectual apelando, indistintamente, a la razón como al oído. En definitiva, la música en sí misma.

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