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Crítica: El conjunto Psallentes abre el ciclo que la Fundación Juan March dedica a la música medieval europea

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Autor: Fabiana Sans
29 de octubre de 2019

Desde el principio

Por Fabiana Sans | @fabianasans
Madrid. 25-X-2019. Fundación Juan March. El origen medieval de la música europea (siglos IX-XV) [Viernes temáticos]. De Cluny a Compostela (siglos X-XII). Psallentes. Hendrik Vanden Abeele, director.

   Como ya es conocido por todos, la música antigua está viviendo un auge inmenso no solo en nuestro país sino a nivel internacional. Las recuperaciones de obras y la exitosa fusión entre investigadores, musicólogos e intérpretes, ha llevado a los gestores y programadores a crear espacios específicos para la presentación de ese repertorio de alguna manera novedoso. De esta manera, no solo se ha visto un incremento en la creación de agrupaciones que día a día aparecen en las carteleras musicales, sino también de los festivales y ciclos que sirven de altavoz para este repertorio.

   Sin embargo, a pesar de este momento glorioso que está viviendo la música antigua, vemos con curiosidad que, cuando se habla de ella, por algún motivo se tiende a dejar de lado a la más longeva de todas: la música medieval, llegando a quedar muchas veces fuera de las programaciones. Por ello, aplaudimos y nos llena de satisfacción que, una vez más, la Fundación Juan March, en su idea de renovar y diversificar el repertorio, dedique en su nueva temporada uno de los ciclos a este periodo.

   El origen medieval de la música europea (siglos IX-XV), ha sido como la Fundación ha denominado a esta serie de conciertos que se iniciaron el pasado viernes 24 de octubre con la actuación de Psallentes y su programa Ab initio, y que se ampliarán con seis presentaciones más a lo largo de la presente temporada. La idea principal de este ciclo de siete conciertos, es narrar los primeros pasos de la música en Europa, partiendo de la aparición de las primeras notaciones musicales.

   Eduardo Carrero, autor del libro La catedral habitada. Historia viva de un espacio arquitectónico [UAB, 2019], profesor de Historia del arte medieval en la Universidad Autónoma de Barcelona y Doctor en Filosofía y Letras, fue el encargado de ofrecer la charla que da pie al concierto. Su participación, centrada en lo que ha sido su principal tema de estudio, la arquitectura catedralicia y monástica del Medioevo europeo, nos introdujo en uno de los temas más apasionantes como es la disposición y función de la música en los monasterios, conventos e iglesias, además de la sonoridad que esta pudiese tener dentro y fuera de los recintos.

   Finalizada la intervención de Carrero, ingresaron las componentes de Psallentes [«quienes cantan»] grupo femenino que debutó en 2007 bajo la dirección de Hendrik Vanden Abeele y que se centra en el repertorio de la Edad Media y el Renacimiento, con gran énfasis en la investigación de la esencia del canto llano.

   El concierto dio inicio con el introito Ad Te levavi (siglo VIII) perteneciente al Antifonario del Blandijnberg de Gante. La presentación musical vino precedida por una especie de oración continúa iniciada por la soprano Veerle Van Roosbroeck, que dio paso a la primera parte del concierto. Ubicada Van Roosbroeck en el centro de la sala, fueron ingresando una a una las integrantes del grupo manteniendo esa especie de «mantra», en la que cada una repetía en superposición el verso «Ad te levavi animan meam. Deus meus in te confido, non erubescam», hasta llegar a fundirse en una sola voz.

   Una vez entonado el citado introito, las cantantes fueron tomando su lugar en los atriles dispuestos en el escenario. Con una atmósfera de lo más piadosa, entonaron el Kyrie Clemens rector del Gradual cluniescense de Auvernia (siglo XII), en la que destacó la voz de Sara Van Mol no únicamente en términos musicales, sino por la pronunciación de un exquisito latín. Cerró así la primera parte del programa con un Alleluia del Gradual de Cluny (siglo XI). Cabe destacar que este Gradual es una de las principales fuentes de estudio sobre Cluny, monasterio fundado en el 910, que llegó a ser la abadía más influyente de Europa occidental.

   El concierto se desarrolló entre la clásica colocación en semicírculo y una sencilla pero contundente puesta en escena que sus integrantes realizaban en determinadas ocasiones, creando un interesante efecto sonoro. El hilo del concierto mantuvo al público atento en todo momento, creando expectación y un ambiente espiritual único. Pasada la antífona Magna vox, del Antifonario de Lieja y el salmo 51 (52) Quid gloriaris in malicia, del Salterio del obispo Wolbodo de Lieja, ambos del siglo X, destacaron dos piezas que nos sacaron de la cierta estaticidad musical que se empezaba a sentir: Lambertus ingressus est y el responsorio Sanctus Lambertus. Todas las voces presentaron los primeros versos en una secuencia monódica perfectamente ejecutada, en la que se fueron abriendo paso a otro de los versos más elaborados, casi melismáticos. Una vez finalizado este «diálogo», el grupo, a través de una nota tenida, recita los siguientes versos, contestado todos ellos con O sacer Lamberto martir, una vez más en la voz de Sara Van Mol.

   Estas primeras piezas, dirigidas por Vanden Abeele, nos permitieron corroborar la exquisita calidad vocal del conjunto. El empaste de voces, la seguridad en la interpretación de las obras, la estabilidad que se mantenía entre sus integrantes, dejaba en entredicho la necesidad del director frente a las jóvenes. Con esto, no estamos renegando de la presencia de un director, pues está claro que Vanden Abeele creaba  interesantes dinámicas y texturas con sus manos, pero su implicación escénica puede llegar a ser un tanto innecesaria para una agrupación de estas dimensiones.

   Finalmente, el sexteto femenino se reúne en el centro del escenario para interpretar el tractus Domine, exaudi orationem meam, del citado Gradual de Cluny. En esta ocasión, es Kerlijne Van Nevel quien destaca en los versos a solo. Esta pieza se fusionaría con Narrabo omnia mirabilia, communio del Misal de Stavelot, que incluye algunos recitados que se combinan con tres tríos que van recreando las melodía con bordones inferiores y superiores, dotando de una gran fuerza vocal que culmina al llegar todas a la finalis en unísono con la solista. Momentos como estos, de cierta complejidad vocal y técnica, rompieron con la homogeneidad del concierto y demostraron, una vez más, que Vanden Abeele es uno de los más destacados especialistas en el trabajo de creación de programas para su interpretación. Seguidamente, y para el Angelorum regi Deo de la colección de obras de Isidoro de Sevilla (siglo IX), el director recrea la pieza a través de una monodía, que a mitad de la interpretación se convertirá en un canon a tres voces y que, finalmente, retomará la monodía. Algo similar hace con el Benedicamus Domino final, una secuencia del Gradual de la Abadía de Stravelot, que va ampliando y reduciendo su textura a través de la superposición de voces primero con un organum suspensum, después con un organum purum a la 4.ª superior al que se le añadirá la 5.ª inferior para llegar a una sección central en la que nos encontraremos con una disposición de lo más insólita en forma de fabordón a la inglesa, lenguaje interesante aunque algo anacrónico por ser casi cinco siglos posterior. Sin embargo, a pesar de lo arriesgado de la propuesta, podríamos decir que esta, sin duda, fue la pieza más atractiva del programa.

   No podía faltar un guiño a uno del los centros más importantes de peregrinación de Europa, como es Santiago de Compostela. En alusión al mismo, el grupo cerró el concierto con el celebérrimo Congaudeant catholici, tropo de Benedicamus Domino del Codex Calixtinus, pieza archiconocida por ser, probablemente, la primera pieza polifónica a tres voces conservada en Europa. Cabe mencionar la lectura rítmica que hacen de esta obra, con un marcado ritmo ternario que las investigaciones más recientes descartan por ser un lenguaje más próximo a la posterior Escuela de Notre Dame, pero que, sin duda, recuerda a la propuesta que en su día hizo Theodore Karp de la misma.

Fotografía: Dolores Iglesias/Fundación Juan March.

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