Crítica de Álvaro Cabezas del concierto ofrecido por el Cuarteto Aguilar en Sevilla rindiendo homenaje a Joaquín Turina
En el centenario de La oración del torero
Por Álvaro Cabezas
Sevilla, 14-X-2025. Casa Fabiola. Cuarteto Aguilar. Antonio Navarro, bandurria; Luis Miguel Lara, laudete; Pilar Barón, laúd tenor; Esther Casado, laudón. Programa: "Fiesta mora en Tánger" de Álbum de viaje op. 15; "El camino de la Alhambra" de Cuentos de España op. 20; Serenata op. 87; "Cadena de seguidillas" de Dos danzas sobre temas populares españoles op. 41; "Desfile de soldados de plomo" de Niñerías op. 21; "Orgía" de Danzas fantásticas op. 22; "Zambra", "Danza de la Seducción" y "Sacro-Monte" de Cinco danzas gitanas op. 55; y La oración del torero op. 34; todo de Joaquín Turina.
El impulso del músico y gestor cultural Rafael Ruibérriz de Torres, uno de los activos más importantes de la cultura en Sevilla, consiguió que el Ayuntamiento de Sevilla instituyera el año pasado –en el LXXV aniversario de la muerte del compositor Joaquín Turina–, una ruta con el mismo nombre que incluyó conciertos, exposiciones, conferencias, mesas redondas y visitas. Ayer volvió a presentar una nueva edición de este festival local con el nombre de II Ruta Turina y que incluye casi una treintena de actos que se sucederán de aquí a julio en distintos enclaves de la ciudad y hasta fuera de ella con la intención de que "siempre suene Turina" en la tierra de Fígaro, Carmen, Don Juan o de Manuel García.
El acto que daba el pistoletazo de salida a todo ello tuvo lugar en la Casa Fabiola, que acoge la Donación Bellver desde hace unos años y que estuvo protagonizado por el Cuarteto Aguilar que, como nota más destacada, interpretó por primera vez en Sevilla La oración del torero en versión original, es decir, para cuarteto de laúdes justo al cumplirse cien años desde su composición. Precisamente el sevillano compuso su obra para este conjunto de cámara, tal y como se conserva en la inscripción del reverso de una vieja fotografía de agradecimiento al músico: "... A Joaquín Turina en recuerdo del 7 de junio de 1925 que nos bautizó en su arte dedicando a nuestros laúdes La oración del torero. Habérsela inspirado es el más grande orgullo del Cuarteto Aguilar". Hoy, este grupo musical, continuador de la histórica formación para la que compusieron autores como Ernesto Halffter o Stravinsky, es el relicario de las esencias turinescas y lo quiso demostrar con aseadas interpretaciones de las obras del programa que habían sido originalmente compuestas por Turina para este conjunto o adaptadas por él posteriormente. Sólo tres de las Cinco danzas gitanas de 1930 fueron adaptadas más recientemente por Antonio Navarro y revisadas por José Luis Turina, nieto del compositor.
Hijo del contexto de su tiempo, en la música de Turina confluyen las modas internacionales: la música es ligera y de pequeño formato y duración, se prefieren los escuetos pasajes evocadores o los delicados juguetes en forma de melodías llenas de sabor y exotismo. En ese sentido, "Fiesta mora en Tánger" o "El camino de la Alhambra" reflejan un gusto por lo oriental perfectamente reconocible que aparece aquí jacarandoso y positivo, apreciado por los ojos occidentales como pinceladas de un mundo lejano que podía suplantar, siquiera por momentos, la realidad. En el otro lado deben encuadrarse las composiciones que recogen las danzas populares españolas y los elementos del folklore, como un exponente más del nacionalismo musical que se dio en toda Europa. Así "Cadena de seguidillas", "Zambra", "Danza de la Seducción" y "Sacro-Monte" representan muy bien ese flamenquismo de Turina, pleno de refinamiento y naturalidad. La faceta más personal y distintiva de Turina está en los episodios musicales donde se reúne un mayor virtuosismo o imaginación, de los que aquí se interpretaron "Desfile de soldados de plomo" u "Orgía". Sin embargo, las obras más reflexivas y trascendentales fueron Serenata y La oración del torero, compuestas como haciendo pendant, ya que, en palabras del propio autor, fueron escritas "como si se tratase de dos candelabros o dos jarrones", es decir, con un sentido decorativo, pero también con sello particular e identificable. Escuchando estas piezas se hallan reminiscencias de la Sinfonía sevillana, porque prima en ellas un sentido del color muy acusado y también una programación descriptiva divulgadora de las sevillanerías de la época que pretendía recrear el compositor.
En todas las obras los integrantes del Cuarteto sonaron coordinados y ofrecieron una ejecución interesante que rayaba por su pulcritud y respeto a la partitura con las formas interpretativas históricamente informadas que se dan en el campo de la música antigua y de la que Sevilla es una tierra de promisión. En obras como estas y conciertos que inauguran iniciativas como la aquí reseñada es cuando mejor se manifiesta esta línea de continuidad que hay entre la buena música de los hijos de esta patria chica, considerada ciudad de la música y de la ópera, terreno fértil para la imaginación y receptora cultural de proyectos que se suceden, recordando que Sevilla mantiene vivo su legado musical con autenticidad y rigor, erigiéndose como referente ineludible de la excelencia y la creatividad en la cultura española. De propina, el conjunto tocó el Minué en el estilo antiguo, de Joaquín Nin.
Foto: Lucía González Escudero
Compartir
