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Crítica: Barenboim debuta en Puccini con una nueva producción de 'Tosca'

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Autor: Alejandro Martínez
4 de octubre de 2014

ENTUSIASMO Y DECEPCIÓN

Por Alejandro Martínez

03/10/2014 Berlín: Berlin Staatsoper im Schiller Theater. Puccini: Tosca. Anja Kampe, Fabio Sartori, Michael Volle y otros. Daniel Barenboim, dir. musical. Alvis Hermanis, dir. de escena.

   Entusiasmo y decepción, sí, a partes iguales. Y es que mientras Daniel Barenboim firmaba una grandiosa versión musical de Tosca, en su primera incursión con Puccini, la propuesta escénica de Alvis Hermanis hacía agua por doquier. El discurso de Barenboim, brillante, contrastaba con el mediocre naufragio de una nueva producción que fue saludada con algunos abucheos. El trabajo de Hermanis es decepcionante por su falta de ambición y por lo ridículo de su resolución escenográfica. No aspira el letón a otra cosa que a poner sobre las tablas del Schiller Theater una Tosca a la antigua, revestida de falsa modernidad gracias a unas proyecciones que durante toda la representación ilustran, de forma redundante y absurda, la acción que desarrollan los solistas. Las proyecciones, tan poco afortunadas, a medio camino entre el cómic y la acuarela, rozan por momentos lo risible. De la propuesta de Hermanis no queda a la postre nada más que un par de aciertos inspirados en la dirección de actores, como la resolución, un tanto contradictoria pero con fuerza dramática, del “Vissi d´arte”, con Tosca seduciendo a Scarpia.

   Barenboim es un músico mayúsculo y sólo así se explica que en su primer contacto con Puccini sean tantos los hallazgos y tan resuelto el sonido que obtiene, tan pegado al texto, tan próximo a la acción y a los estados de animo que Puccini desgrana. Además de transparente, la de Barenboim fue una dirección ambiciosa y arriesgada, pues acentúa los tiempos y sus contrastes en más de un momento, contando con la excelsa respuesta de su Staatskapelle, lo que redunda en un sonido de textura infinita y posibilidades enormes: bárbaro el desempeño de las cuerdas, pastosas, tersas y con un sonido en piano extraordinario; firmes e infalibles los metales; y de fascinante color y fraseo las maderas. Concertador brillante, Barenboim acierta también a la hora de resolver los climax dispuestos y previstos tan intencionadamente por Puccini en su partitura. En la memoria nos quedan también momentos de una belleza arrebatadora, como la introducción orquestal a la escena del segundo acto en la que Tosca y Scarpia quedan solos tras retirarse sus esbirros con Cavaradossi ya torturado. Bárbaro también el final del segundo acto y el inicio del tercero, extrayendo Barenboim con un color fascinante de la orquesta. Tan sólo recordamos haber escuchado una Tosca de esta envergadura musical, en la que Zubin Mehta dispuso en Valencia en 2011.

   Nos agradó y sorprendió, en líneas generales, el buen trabajo de Anja Kampe con la parte de Floria Tosca. Sieglinde de referencia hoy, no era tan plausible imaginar que sus medios, técnica y acentos cuadrasen bien con el frecuentado retrato pucciniano. Además de su impecable dicción en italiano, sorprende en su caso sobre todo la veracidad de la acentuación, el énfasis bien medido del fraseo y el legato sostenido con solvencia durante toda la representación. Hay, como cabía esperar, una general tensión con el extremo más agudo de la partitura. Sirva de ejemplo su “Vissi d´arte”, paladeado con un gusto espléndido, bien ligado, pero precipitado con una mezcla de tensión y premura al llegar a la resolución del pasaje agudo que lo corona. Pero es Kampe en conjunto una Tosca de interés, muy bien respaldada, también hay que decirlo, por Barenboim, con quien el entendimiento se antojó total. Su Tosca, si quieren, no es tan diva y altiva como otras, con un punto más visceral, desgarrado y crudo, incluso por momentos vulgar. El resultado en conjunto es muy convincente, si consideramos además que se trataba de su debut con el rol, al que sirvió con una madurez, adecuación y solvencia que cabe celebrar.

   Fabio Sartori es quizá hoy la voz de tenor italiano spinto más auténtica que podamos encontrar, con un Marco Berti en horas bajas, con Giordani en franca decadencia y considerando a Meli no como otra cosa que un espléndido lírico puro. Precisamente en Berlín habíamos escuchado a Sortir dar voz a un estupendo Don Carlo. Algo tosco a veces, el instrumento es grande, sonoro, homogéneo y tiene una indudable pegada en las notas más altas, que suenan con más squillo que metal (infalibles los dos “Vittoria” y el remate en “La vita mi costase”). Al margen del puro material, idóneo para Puccini, encontramos francamente entonado a Sartori, ligando el fraseo con buen gusto y mesura, buscando el contraste dinámico y la variedad en la emisión. No es un actor consumado, pero tampoco resulta distante o ausente. Destacamos la franca poesía en los dúos con Tosca (encendido el “Qual occhio al mondo” y bello el “O dolci mani”) y el esfuerzo por buscar el sonido en piano durante “E lucevan le stelle”. Un Cavaradossi francamente solvente y digno de elogio.

   Michael Volle no es a priori una voz idónea para Scarpia, aunque es un actor consumado, no sólo en escena, sino por cuanto hace a la variedad de su acentuación y a la implicación sin cortapisas con que desarrolla su encarnación del barón pucciniano. Esmerado y voluntarioso, tan fiero como matizado y sibilino, compuso un Scarpia convincente de principio a fin, al margen de alguna tensión ocasional en el agudo. Fue el más aplaudido del terceto protagonista. De perfil bajo en esta ocasión el desempeño de los comprimarios, por lo general ajenos a la dicción italiana y a la teatralidad que a la que Puccini.

Fotos: Hermann und Clärchen Baus

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