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Crítica: Daniel Barenboim y Gustavo Dudamel inauguran el Berliner Festspiele

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Autor: Alejandro Martínez
10 de septiembre de 2014

UNA VIDA DE HÉROE

Por Alejandro Martínez

02/09/2014 Berliner Festspiele - Musikfest Berlin: Philharmonie Berlin. Daniel Barenboim, piano. Gustavo Dudamel, dir. musical. Staatskapelle Berlín. Conciertos para piano no. 1 y no. 2 de Brahms.

   Como reza el título de un conocido poema sinfónico compuesto por Richard Strauss en 1898, en el caso de Barenboim cabe hablar, auténticamente, de “una vida de héroe”. Consagrado en cuerpo y alma a la música desde su adolescencia y pasando hoy ya de los setenta años de edad, estamos sin la menor duda ante la figura de un músico mayúsculo que ha cruzado todas las fronteras: no es tan sólo un pianista colosal sino también y sobre todo un director extraordinario, y qué decir sobre su militancia humanística y su posicionamiento con respecto al conflicto palestino-israelí. En esta ocasión y como inauguración del Berliner Festspiele (Musikfest Berlin) Barenboim decidió encerrarse con los dos exigentes conciertos para piano de Brahms, junto a su apadrinado Gustavo Dudamel y su orquesta berlinesa, la Staatskapelle. Conviene recordar que el mismo Barenboim grabó estos conciertos para EMI en 1967, con apenas 25 años de edad, a las órdenes del gran Sir John Barbirolli.

   No es ya Barenboim un pianista virtuoso (quizá nunca lo fuera), tan ágil de manos como antaño, pero la musicalidad que derrocha es tal que abruma. Comenzó de hecho algo agarrotado pero no tardó en encontrarse más cómodo y resuelto. Durante todo el concierto la principal atracción estuvo sin duda en la actitud de Barenboim, reflejada constantemente en su rostro, oscilando desde la concentración máxima a la exaltación más desatada, y transitando por momentos de inseguridad, de esfuerzo y de disfrute. Por momentos parecía un niño jugando con su piano y por momentos se revelaba como un hombre maduro al que se le agolpan los recuerdos. Fogoso, rabioso, desatado y tenso, pero también emocionado, lírico e íntimo. Colosal. Qué capacidad comunicativa derrochó Barenboim durante este concierto. Verdaderamente memorable.

   En el caso del primero de los dos conciertos de Brahms, la mirada del músico de origen argentino se presentó singularmente cargada de nostalgia, con un acento netamente evocador, casi amargo, como un viaje atrás en el tiempo, buscándose a sí mismo. Durante el Adagio Barenboim transmitía realmente la sensación de un piano que llorase al tiempo que la orquesta enjugaba sus lágrimas, arropándole, con ese sonido logrado por Dudamel, apenas un murmullo, casi un arrullo. Extraordinario. Constantemente nos venía a la mente el recuerdo evocador de la angelical Jacqueline Du Pré. Fue un Adagio verdaderamente triste y apesadumbrado, como si el gran músico necesitase confesarse cansado por haber vivido tanto y de forma tan intensa. Durante el segundo concierto Barenboim se mostró mucho más desatado y fogoso, más desesperado, exultante, por momentos danzando, sonriente, con la fabulosa partitura de Brahms. Su comunicación con la cellista Sennu Laine en el Andante fue un prodigio de complicidad. La variedad de acentos y emociones dispuestas por Barenboim durante los cuatro movimientos de este concierto fueron como un libro abierto a toda su extensa trayectoria.

   Dudamel oposita cada vez más alto con conciertos como el que presenciamos en Berlín. No es fácil acompañar a un maestro como Barenboim y mucho menos al frente de su orquesta. Pero lo cierto es que su trabajo con la Staatsakapelle fue simplemente brillante, mostrando personalidad y control, haciendo gala de una gran capacidad para modular el sonido a placer, jugando con el piano de Barenboim en un diálogo infinito, con un fraseo flexible y contrastado. Extraordinaria respuesta de la Staatskapelle de Berlín, formación elevada a lo más alto por Barenboim: idílico el sonido de la cuerda, con un gama de intensidades extraordinaria, y sobresaliente la respuesta de los metales (fantásticas las trompas, tantas veces erradas en otras orquestas). En suma, un concierto a todas luces memorable, de los que se recuerdan durante mucho tiempo. Larga vida a un músico que por momentos se diría un héroe.

Fotos: Matthias Creutziger/ UNITEL

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