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Crítica: Daniel Harding dirige a la Royal Concertgebouw de Ámsterdam en Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
4 de noviembre de 2022

El ciclo de Ibermúsica acoge el segundo concierto de la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam bajo la dirección de Daniel Harding

Daniel Harding y la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam en Ibermúsica

Mahler blando, linfático y sin emoción

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 2-XI-2022, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Mais le corps taché d’ombres (Rick van Veldhuizen). Sinfonía núm. 9 (Gustav Mahler). Royal Concertgebouw Orchestra Amsterdam. Dirección: Daniel Harding. 

   La comparecencia en el ciclo Ibermúsica de la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam simboliza la "normalidad" postpandémica, pues sus actuaciones en el ciclo han sido habituales, de lo cual hay que felicitarse, pues se trata de una de las mejores agrupaciones del Mundo. 

   El programa del segundo concierto ofrecido en la presente temporada 2022-23, recién iniciada, contenía una de las más monumentales sinfonías del repertorio, la novena de Gustav Mahler. La denominación de Canción de la Tierra a su obra sinfónico-vocal anterior y una Décima inconclusa posibilitaron que el músico bohemio no pudiera sortear, finalmente, la llamada «maldición de la novena sinfonía». 

   Como pórtico a tan colosal obra, se interpretó una partitura contemporánea, encargo de la propia orquesta, Mais les corps taché d’ombres del compositor de 28 años de edad Rick van Veldhuizen. Las vicisitudes de la pandemia impidieron su estreno en el Festival Mahler de 2020 y no se produjo hasta el 18 de mayo de 2021. Obra escrita para arpa y amplia orquesta de cuerda, un tanto repetitiva en apariencia, pero de compleja elaboración armónica, atractivas sonoridades y cierto halo de misterio, fue expuesta por Daniel Harding con claridad, limpieza y el pulimiento tímbrico propio de una orquesta de esta categoría. El joven compositor salió a recibir los aplausos del público. 

Daniel Harding y la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam en Ibermúsica

   Los habituales contrastes mahlerianos se agudizan en su novena y última sinfonía, a causa de la angustia que vivía el genio bohemio después del fallecimiento de su hija Maria Anna (llamada Putzi) con apenas 5 años, la crisis de su matrimonio y la asunción de su final cercano debido a una grave dolencia cardíaca. 

   La ilustrísima tradición interpretativa mahleriana de la orquesta del Concertgebouw, formada en esta ocasión con los contrabajos a la izquierda y las arpas a la derecha, jugó a su favor, pero desde el primer movimiento pudo apreciarse que el concepto de Harding se basó en un sonido muy refinado y algodonoso, jugando con acentuadas dinámicas, vaporosos y estirados pianissimi, pero sin clímax ni capacidad para resaltar los contrastes, los acentos, las alternantes atmósferas entre la alegría de vivir y haber vivido, el presentimiento de la muerte y la tan dolorosa como serena resignación en la despedida. Tampoco la batuta de Harding destacó por su sentido de la construcción, toda vez que se construye para un fin, elevar un edificio sonoro y llegar a una meta, unos clímax, unas tensiones, un concepto. En este caso, los medios resultaron ser el fin y al recrearse en preciosismos sonoros el edificio, monótono y superficialmente sostenido, termina por caerse. 

   Esa alegría de vivir, que pugna por imponerse en la obra, la encontramos, fundamentalmente, en los dos movimientos centrales, pero más allá de la belleza del sonido de la orquesta y la espléndida actuación de maderas y metales, con unos solistas sobresalientes, prevaleció una especie de superficial caligrafía sonora, no apreciándose, en opinión del que suscribe, el ímpetu rítmico y danzable del Ländler y la alegre ironía y sarcasmo –poco Burleske fue el tercer movimiento-, así como el contraste entre música popular y culta, tan propia del genial músico moravo. 

   Harding cimentó el cuarto movimiento en un constante eterno pianissimo sobre eterno pianissimo, con una orquesta que puso de manifiesto su gran virtuosismo. La cuerda, empastada, sedosa, pletórica de tersura y brillo se plegó hasta el susurro, pero todo ello apuntaló un amanerado hedonismo sonoro, que a alguno le puede bastar y lo respeto, pero en mi opinión, culminó una Novena de Mahler edulcorada, sin carácter, superficial, sin contrastes, ni emoción alguna. 

   En definitiva, se asistió a una cumbre del repertorio sinfónico bellamente tocada por la magnífica orquesta, pero con un concepto blando y linfático, sin fuerza dramática, ni sentido del pathos. Si no sales con dolor de estómago en una obra como esta… malo. 

Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica

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