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Crítica: David Afkham y Nancy Fabiola Herrera en el Festival Focus de la OCNE

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Autor: David Santana
7 de marzo de 2021

Arranca la primera edición del Focus festival de la OCNE

Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 5-III-2021. Auditorio Nacional de Madrid. Focus Festival. Orquesta Nacional de España, David Afkham, director; Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano.   Concierto para instrumentos de arco de A. García Abril, Cinco canciones negras de X. Montsalvatge y Sinfonía de los salmos de I. Stravinski

   La OCNE ha conseguido algo que parecía imposible. Creo que es el primer organismo público, y quizás sea el único de esta legislatura, que ha sido capaz de rescatar algo de ese periodo histórico de nuestra nación conocido como «franquismo», no para criticarlo y obligarnos a sentir vergüenza de nuestro pasado, sino para ponerlo en valor. ¡Bravo! No tengo nada más que decir.

   Realmente, a veces se nos olvida, porque ya nadie ve las películas de Paco Martínez Soria, que bajo aquel gobierno autoritario del general Franco también había una sociedad que solamente quería vivir tranquila, reírse de vez en cuando y, en general, vivir despreocupada de los tejemanejes de los políticos. ¿Qué había falta de libertades? Por supuesto, pero uno no puede vivir –al menos no puede hacerlo sin ser un amargado– constantemente pensando en la política, quizás algunos contemporáneos deberían aprender...

   Creo que con esta mentalidad se debe escuchar la música de Antón García Abril, sin pensar en el panorama político. Era, quizás, aquella una época más sencilla sin tanto protestón y la música no tenía más que ser bella. Pero sencillo no es en absoluto su Concierto para cuerdas. García Abril plasma en éste técnicas que habían tenido gran éxito en la primera mitad del siglo XX como esos ritmos sincopados tan propios de Stravinski que escuchamos en el primer movimiento. Me gustó cómo David Afkham supo lidiar con los bruscos «parones» y los numerosos cambios de ritmo y de tempo mostrando una claridad absoluta. Destacaron en el Allegro con brío las violas, con un timbre y una sonoridad compacta y una intensidad nada despreciable para estar en un formato reducido con tan solo seis miembros en la sección.


   Al expresivo Lento supo Afkham darle un excelente final haciendo desaparecer la música de una forma muy natural tras el pizzicato de los contrabajos, un efecto de García Abril que el director de la OCNE supo ver y realizar.

   Cambia radicalmente la sonoridad de la orquesta para las Cinco canciones negras de Montsalvatge que son una mirada a la primera mitad del siglo XX, o lo que es lo mismo, a la infancia feliz –la preguerra– de los hombres de aquellos tiempos. Recupera a Lecuona, a Cervantes, los salones de La Habana... Esa música criolla que cincuenta años después seguía teniendo el mismo efecto de nostalgia y, como nos mostró Pepe Rivero hace unos días en el Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid, otros cincuenta años más tarde, aún lo sigue teniendo. En el caso de Montsalvatge, es innegable la influencia de las jazz band que podemos apreciar claramente en el cuarteto de trompetas con sordina, trombón y fagot de Cuba dentro de un piano. Los vientos de la OCNE, como habitualmente, ofrecieron una versión digna de grabación. Nancy Fabiola sorprendió con un excelente timbre en el registro medio y un grave aterciopelado al que en el Canto negro le faltó estar mejor proyectado para haber sido perfecto. Su agudo, como siempre, bien vibrado, potente y muy lírico destacó en esta ocasión por estar combinado con una buena dicción del texto.

   Para sacar todos los atributos de la OCNE faltaba, como no, el coro. Creo que ya lo he dicho alguna vez, pero resulta sumamente interesante el efecto que produce la división del coro por las gradas con el objetivo de mantener las distancias –se ve que es cierto eso de que no hay mal que por bien no venga–. La reverberación se acerca más a la de las catedrales –en las que, por cierto, se pudo llegar a dar una distribución similar usando los triforios– creando una sonoridad más solemne, ideal para el contexto que rodea la Sinfonía de los salmos. Así mismo, gracias a esto, en el segundo movimiento al inicio pudimos apreciar la contraposición de la parte de las sopranos frente a las altos. Afkham supo lidiar bien con las superposiciones de ritmos a las que somete Stravinski a coro y orquesta para crear esa solemnidad, algo que se apreciar muy bien al inicio de la sinfonía y en la explosiva fanfarria final repleta de detalles pirotécnicos que Afkham y los metales de la OCNE supieron destacar.

   En definitiva, una excelente muestra de la música del siglo XX que la musicóloga Sofía Martínez Villar con sus explicaciones supo hacer incluso más amable y cercana. Solo se pueden decir cosas buenas de esta iniciativa que, esperemos que se repita e incluso se prolongue más en futuras ediciones. ¡Hay mucha música aún que rescatar sin tener que irse al XVIII!

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