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Crítica: «Don Gil de Alcalá» en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Raúl Chamorro Mena
11 de mayo de 2022

Lucas Macías dirige la ópera Don Gil de Alcalá de Manuel Penella en el Teatro de la Zarzuela, con dirección de escena de Emilio Sagi

«Don Gil de Alcalá» en el Teatro de la Zarzuela

De aventurero a aventurero

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 7 y 8-V-2022, Teatro de la Zarzuela. Don Gil de Alcalá (Manuel Penella). Celso Albelo/José Luis Sola (Don Gil), Sabina Puértolas/Irene Palazón (Niña Estrella), Manel Esteve/Eleomar Cuello (Don Diego), Carlos Cosías/Facundo Muñoz (Chamaco), Carol García/ Lidia Vinyes-Curtis (Maya), Simón Orfila (Carrasquilla), Miguel Sola (Gobernador), Pablo López (Virrey), David Sánchez (Padre magistral), María José Suárez (Madre abadesa), Ricardo Muñiz (Maestro de ceremonias). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Lucas Macías. Dirección de escena: Emilio Sagi. 

   Después de una ausencia de 23 años, retorna al Teatro de la Zarzuela con ocasión de los 90 años de su estreno en Barcelona, Don Gil de Alcalá, ópera cómica con texto y música de Manuel Penella (Valencia 1880 - Cuernavaca, México, 1939). La obra nos coloca plenamente en el debate, un tanto prescindible, sobre las fronteras entre las diversas manifestaciones del género lírico. Don Gil de Alcalá fue denominada por su autor como ópera cómica, no tiene diálogos hablados, pero ha formado parte del repertorio de las compañías de zarzuela y se la ha adscrito tradicionalmente al género lírico nacional por antonomasia. Sea Zarzuela, ópera cómica u ópera de cámara, lo cierto es y se trata de lo verdaderamente importante, que estamos ante un drama lírico o creación para el teatro lírico, magnífica, particular, singular y plena de interés. 

   Manuel Penella, personalidad única, compositor, libretista, empresario, aventurero, crea una obra de ambientación clásica, dieciochesca en música –orquesta de cuerda y arpa, dejando fuera los vientos y percusión- y texto, que se inspira en Moratín –El sí de las niñas- y Benavente- Los intereses creados. Asimismo, Penella autor de libreto y música y como fruto de sus muchas estancias en sudamérica, realiza una síntesis de las dos culturas, española e hispanoamericana, particularmente mexicana-el territorio de Nueva España es donde se sitúa la acción de Don Gil de Alcalá-. De tal forma, se integran expresiones del lenguaje de aquel país y se combinan danzas españolas y europeas como el fandango, la pavana o el minueto con la habanera y el jarabe mexicano. Todo ello se resalta convenientemente por María Pilar Espín Templado en su artículo del libreto-programa editado por el Teatro de la Zarzuela. Asimismo, Penella tiene la habilidad de, a partir de cierto momento transformar una trama amorosa convencional y un tanto sacarosa en una comedia de enredo, propia de una genuina ópera buffa, de lo que es buen ejemplo la genial escena de la confesión. Todo ello con una refinada orquestación de aire dieciochesco, sólo cuerda y arpa como se ha subrayado, y la vena melódica marca de la casa que aparece fulgurante en números como la famosa habanera, la romanza de Niña Estrella «Bendita cruz», las dos del tenor y los concertantes.  

«Don Gil de Alcalá» en el Teatro de la Zarzuela

   Se ofrece la puesta en escena de Emilio Sagi procedente del Campoamor de Oviedo, 2017. Un montaje en escenografía única –a cargo de Daniel Bianco-, que evoca el patio de un convento con claro aroma colonial y un telón con el mapa cartográfico, curiosamente en francés, con el golfo de Mexico y el territorio de Nueva España. El montaje se beneficia del sentido de la estética, el buen gusto y elegancia habituales en Sagi y su equipo –además de Bianco, vestuario de la llorada Pepa Ojanguren, iluminación de Eduardo Bravo- con un movimiento escénico elegante y dinámico y la capacidad para plasmar adecuadamente, con finura y sin exceso alguno, el giro cómico en la parte final de la obra. Igualmente, es importante resaltar en el caso de Sagi, algo muy importante, como es su amor genético por el teatro lírico nacional y, particularmente, por esta obra, que tantas veces cantó su tío Luis Sagi-Vela, lo que se manifiesta en sus trabajos. Finalmente, subrayar la capacidad del director de escena asturiano para resaltar el número más popular de la obra, la inspirada habanera «Todas las mañanitas», con una apropiada ambientación basada en la iluminación y las suntuosas lámparas que bajan a ras de suelo.  

   Buen trabajo de Lucas Macías Navarro al frente de una ORCAM, de la que obtuvo un sonido de apreciables calidad y finura, fundamental en una orquestación de inspiración clásica, dieciochesca, que no admite borrosidades ni trazo grueso. Impecable el bello interludio, apropiada la gama dinámica, la claridad expositiva y buen acompañamiento al canto demostrados por el músico onubense. Notable el coro, tanto en lo vocal como en lo escénico. Por fin más nutrido que durante el protocolo pandémico y sin mascarillas. 

   El Teatro de la Zarzuela ha dispuesto dos repartos para esta reposición de Don Gil de Alcalá. El papel titular lo afrontó en la función del día 7, el tenor Celso Albelo, que regresa al recinto de la Calle Jovellanos para afrontar una producción escénica después de una lejana Marina en 2013. Más allá de una emisión un tanto nasal y cierto aire de distanciamiento, comparecieron la indudable musicalidad, sentido de la línea y buen gusto del tenor canario. Si bien faltó algo de efusión lírica y unos acentos más encendidos en su romanza del acto primero «No temas no» con esa frase de inspiradísima melodía y lirismo apasionado y envolvente «Miztilán, Miztilán, estrellita de mis noches». Mejor y más en su salsa en el canto recogido y expresión elegíaca de «A tu lado serenase el alma» del tercer acto, en el que Albelo exhibió legato de factura y hábil manejo del misto en los filados. Por su parte, José Luis Sola el día 8 con su voz puntiaguda, construida hacia el agudo, de limitado volumen y desguarnecida en la franja centro-grave, lució su buen gusto y facilidad en la zona alta habituales, así como para jugar con la intensidad del sonido, aunque se echó en falta más cuerpo y carne vocal en algunos pasajes y un punto más de vivacidad en escena. En lo interpretativo, ni Albelo ni Sola lograron reflejar sobre el escenario al golfete pícaro y aventurero que es Don Gil. 

«Don Gil de Alcalá» en el Teatro de la Zarzuela

   La soprano Sabina Puértolas, habitual en los repartos del Teatro de la Zarzuela, prestó su canto musical y elegante a Niña estrella, a despecho de una emisión retrasada y un oscurecimiento artificial del timbre al objeto de acercarse, infructuosamente, al terreno de la soprano lírica que pide el papel. Bien cantada, pero falta de anchura vocal y algo de intención expresiva resultó la estupenda romanza «Bendita cruz». Puértolas delineó la habanera con estilo y buen empaste con Carol García, logrando una gran ovación que tuvo como consecuencia el bis de la pieza. Escénicamente, la Puértolas compuso una Niña Estrella un tanto gazmoña y repipi, además de forzada y poco espontánea en su intento de resultar pizpireta. El día 8, Irene Palazón, con su emisión sin liberar, limitadas proyección, extensión y volumen, además de obviar el pasaje de registro, encarnó la cantante propia de musical que a través del proyecto Zarza se planta en los repartos de la programación convencional del teatro. No se puede negar que la cantante madrileña canta con corrección, aunque pena en unos agudos emitidos de gola. Sin embargo, en lo interpretativo, Palazón no tuvo que impostar, a diferencia de la Puértolas, la frescura juvenil con aire melancólico de la huérfana protagonista, pues la transmitió de forma franca y espontánea

   Espléndido, tanto en lo vocal como en lo interpretativo, el Chamaco de Carlos Cosías. Sana comicidad, vivacidad en escena, implicación total y todo ello con un timbre tenoril bello, homogéneo y bien emitido. A su lado palideció un discreto Facundo Muñoz, plano en lo vocal y en lo escénico, en la función del día 8. Cosías con su vivacidad y desenvoltura en escena logró incluso arrastrar una cantante normalmente sosa en escena como Carol García, lo que culminó en un dúo cómico –danza del jarabe tapatío- con gracia y desenfado. Como ya se ha subrayado, García compartió con Puértolas el éxito de la habanera, que fue bisada en la función del Sábado día 7. Por su parte, Lidia Vinyes Curtis compensó un material inferior al de García, tanto en sonoridad como proyección, con una Maya desenvuelta, sensual e intencionada en acentos. Dos barítonos netamente líricos y con buen concepto del canto, el catalán Manel Esteve de timbre claro y falto de empaste, pero con gran entusiasmo en los acentos y el cubano Eleomar Cuello, menos efusivo, encarnaron a Don Diego, el antagonista del bribón Don Gil.

  El sargento Carrasquilla de Simón Orfila llegó claramente al público, por la simpatía y poder comunicativo del cantante balear en una encarnación de sal gorda del granujilla sevillano, compañero de andanzas del protagonista, de total efecto en los espectadores. Su famoso brindis destacó más por la sonoridad del material y el entusiasmo interpretativo que por la nobleza del canto. El deterioro vocal de Miguel Sola dejó paso libre al gran comediante, que bordó el papel del gobernador por acentos y sentido del decir, destacando una hilarante intervención - ese «Fue en Madrid…»- en la escena de la confesión, una auténtica genialidad de Penella. Un tanto monocorde, aunque con suficiente sonoridad, el Magistral de David Sánchez, engolado Pablo López como virrey y muy discreta la inevitable María José Suárez como Madre abadesa. A resaltar la presencia como Maestro de ceremonias de un ajustado Ricardo Muñiz, intérprete del protagonista hace años en este mismo Teatro. 

Fotos: Teatro de la Zarzuela / Elena del Real

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