CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: «Don Pasquale» en el Liceu

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Raúl Chamorro Mena
27 de septiembre de 2022

Josep Pons y Damiano Michieletto dirigen la ópera Don Pasquale de Donizetti en el Teatro del Liceo de Barcelona

Don Pasquale en el Liceu

Comicidad y patetismo en una obra maestra

Por Raúl Chamorro Mena
Barcelona, 25-IX-2022, Gran Teatro del Liceo. Don Pasquale (Gaetano Donizetti).Alessandro Corbelli (Don Pasquale), Xabier Anduaga (Ernesto), Sara Blanch (Norina), Andrzej Filonczyk (Dottore Malatesta), David Cervera (Un notario), Sonia Aguirre (Mayordoma). Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. Director musical: Josep Pons. Dirección de escena: Damiano Michieletto. 

   A pesar de la gran importancia de su producción dramática y su consideración como gran puntal del melodrama romántico italiano, Gaetano Donizetti fue un gran compositor de ópera buffa y durante su trayectoria artística nunca dejó pasar más de cuatro años entre dos óperas cómicas, como subraya el especialista donizettiano Willliam Ashbrook. Don Pasquale, estrenada en el Théâtre-Italien de París en 1843, es una de las últimas craciones del bergamasco y constituye, no sólo la obra maestra que culmina su producción teatral cómica, también la última gran ópera buffa italiana en un género importantísimo, pero que ya languidecía en esos años. Eso sí, aún dio al teatro lírico dos últimas joyas, el Falstaff de Giuseppe Verdi y el Gianni Schicchi de Giacomo Puccini. 

   El libreto de Don Pasquale a cargo de Giovanni Ruffini, con tantas intervenciones del compositor que finalmente se negó a que constara su nombre en el cartel del estreno, se basa en el texto de Angelo Anelli para la ópera buffa Ser Marcantonio (Teatro alla Scala, 1810) del compositor Stefano Pavesi, cuya música conoció Donizetti en la Escuela de música de su maestro, el alemán Giovanni Simone Mayr.  

   Es admirable cómo el genio Bergamasco nos propone los arquetipos bufos inspirados en los personajes de la Comedia del arte y los confiere tanta vivacidad como profunda humanidad, todo ello con una escritura para la voz inspiradísima y una madurez como fino orquestador, ejemplo de una primorosa evolución que hunde sus raíces en el clasicismo vienés que le transmitió su Maestro. Resulta fundamental resaltar la excepcional compañía de canto con la que contó el bargamasco, nada menos que el matrimonio formado por la soprano Giulia Grisi y el tenor Mario de Candia y las voces graves de Luigi Lablache y Antonio Tamburini

   Posiblemente Don Pasquale, el senex amans o anciano amoroso, merezca el escarmiento ideado por el Doctor Malatesta, el astuto intrigante, pero su actitud hacia su vago y caradura sobrino Ernesto está totalmente justificada. Asimismo, tanto el embrollo planteado como la ejecución del mismo, especialmente el proceder de Norina, resultan particularmente crueles con el anciano y tienen su culminación en ese pasaje tremendo en que propina una bofetada al viejo, que en una escena de excepcional patetismo fruto del genio músico-teatral de Donizetti, exclama totalmente hundido “E finita Don Pasquale”. La puesta en escena a cargo de Damiano Michieletto acentúa esa crueldad, pues al final, el protagonista, con la “lección aprendida” y la bendición a los amantes Norina y Ernesto, que casarán con su buena asignación económica, terminará en una residencia, lo cual parece justificar que el regista veneciano enmarque la trama en la actualidad, en una sociedad como la de hoy día, en la que los mayores “sobran” y hay que deshacerse de ellos de cualquier manera. 

   Antes de presenciar esta función de la tarde del Domingo, pude disfrutar el sábado noche de una actuación de la orquesta del Liceo en la plaza de Nou barris dentro de la programación musical de las Fiestas de la Mercè. Es de alabar esta implicación del teatro con las actividades populares de la ciudad, dando la oportunidad de escuchar, en este caso, la interpretación de ocho oberturas de óperas de Mozart -cada una de ellas introducida por Pol Avinyó- de forma gratuita a público no habitual, permitiendo una mayor imbricación del teatro con la ciudad y sus gentes.  

   El reparto propuesto por el Liceo para esta apertura de temporada combinaba juventud -dos cantantes españoles de gran proyección- y veteranía, esta última representada por Carlos Chausson al que ví protagonizar Don Pasquale allá por 1995 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Me hacía mucha ilusión verle nuevamente el papel 27 años después, pero una laringitis lo impidió. Fue sustituido por el también veteranísimo Alessandro Corbelli, protagonista en el otro elenco previsto, el cual conoce y domina, por supuesto, todos los resortes del papel. Efectivamente, el barítono turinés echó mano de todas sus tablas, capacidad de caracterización, acentos y sentido del decir para compensar su acusado desgaste vocal. Las intenciones, la experiencia y la sabiduría de uno de los últimos sucesores de la tradición buffa italiana encarnada por los Bruscantini, Dara, Mariotti… acudieron en ayuda de un timbre ya muy apagado, sin brillo ni armónicos y muy justo de proyección sonora. En la muy original escena inicial, en la que Donizetti prevé que un personaje, Malatesta cante la cavatina –“Bella siccome un angelo” y otro, Don Pasquale, la cabaletta –“Un fuoco insólito”- Corbelli superó con pericia el ritmo ágil de la pieza. Sana comicidad la suya -sin excesos ni sal gorda- en todo el segundo acto, además de resaltar el patetismo de la escena de la bofetada del tercero, en la que la propia Norina es consciente de que se ha pasado de la raya y el público compadece al pobre setentón. Finalmente, Corbelli se encontró apurado en el intrincado canto sillabato rápido del dúo de los buffos “Aspetta, aspetta, cara sposina”, pero lo sacó adelante muy por encima de la caricatura ofrecida por Filonczyk. Poco que añadir respecto al pésimo Malatesta de Andrzej Filonczyk, que dotó de timbre ingrato y pobretón, emisión hueca y retrasada, volumen escaso, nulos acentos e inadmisible coloratura al importante personaje que mueve e idea el enredo en el que caerá Don Pasquale. 

   La soprano tarraconense Sara Blanch completó una notable Norina tanto en lo vocal como lo dramático. La voz, bien emitida, pero justa de caudal y de timbre grato y lozano, aunque no especialmente bello, es débil en el centro, pero gana timbre conforme asciende a la franja superior, en la que muestra exultante facilidad. Todo ello típico en las sopranos ligeras. La Blanch exhibe buenos modos canoros, impecables legato y musicalildad, intachable coloratura –incluidos trinos, tan difíciles de escuchar hoy día- y es capaz de regular el sonido. Todo ello pudo comprobarse desde su escena de salida “Quel guardo il cavaliere” y el susbsiguiente allegro “So anch’io la virtù magica”, buena muestra de su chispeante creación escénico-vocal. Efectivamente, Blanch, apoyada en una rutilante belleza, fue una Norina-Sofronia resuelta, desenvuelta y segura de sí misma. También sensual y plenamente juvenil, desenfadada en el disfraz. Una Norina que pega dos sorprendentes saltos durante el dúo con Malatesta, duetto paradigmático de ópera cómica, consciente de cuál será su papel en el enredo y totalmente decidida en su participación. Posteriormente se convertirá en esa Sofronia, recién “salida del convento” y que se asusta al ver un hombre, pero que descubre pícaramente su pierna con liguero ante el grotescamente encendido anciano. Esa Sofronia que, como esposa, atormentará a Don Pasquale con sus exigencias y díscolo comportamiento desmoronando con ello todo su Mundo. 

   Donizetti dotó de una escritura tenoril muy aguda al joven enamorado, Ernesto, teniendo en cuenta el destinatario del papel, Mario, que fue un tenor agudísimo. Todo ello no constituyó problema alguno para el tenor donostiarra Xabier Anduaga, que con su material fresco y de refulgente belleza y esplendor tímbrico abordó el bellísimo cantabile “Sogno soave e casto” con buena línea y cuidada musicalidad, si bien se echó de menos un mayor abandono y expresión del tono melancólico, tan Donizettiano, de la pieza. Muy original también que Don Pasquale intervenga durante el aria de entrada del tenor y no menos, que introduzca su contracanto en la segunda estrofa de la cabaletta subsiguiente “Mi fa il destin mendico”, cuya aguda escritura fue superada con facilidad por Anduaga, pródigo en sonidos con mordiente y squillo. La inspiradísima “Cercheró lontana terra” del acto segundo precedida por la espléndida introducción con el solo de trompeta, se benefició de la calidad vocal de Anduaga, con un centro más corposo que los habituales intérpretes del papel y un legato irreprochable, pero el fraseo del jovencísimo tenor aún tiene margen de mejora en cuanto a fantasía y variedad. Un placer resultó escuchar la exultante facilidad con la que dominó Anduaga un pasaje tan empinado como la cabaletta “Ed se fia che ad altro oggetto”, culminada además y por su fuera poco, con un rutilante Re bemol 4 que concitó una gran ovación del público. Cumplieron bien David Cervera como el notario y Sonia Aguirre en el papel, exclusivamente escénico, de criada de Don Pasquale

   Josep Pons, director musical titular de la casa, planteaba a priori, a pesar de ser indudablemente un maestro serio y trabajador, dudas a la hora de enfrentarse a esta partitura, dada su escasa afinidad con el belcanto romántico y el repertorio buffo. Ciertamente, se confirmaron en cierto modo esas prevenciones, pues ya desde el aparatoso tutti orquestal con el que comenzó la obertura, pudo apreciarse una dirección pesante, con exceso de decibelios, avara en transparencia y pulimiento tímbrico y a la que faltó elegancia y vivacidad. Bien es verdad que junto a pasajes en que uno parecía estar escuchando El ocaso de los dioses o una sinfonía de Bruckner, comparecieron otros más apreciables. Por ejemplo, el pianissimo en la segunda aparición en la obertura del tema de la cabaletta “So anch’io la virtù magica”, o el brío de la stretta del genial dúo cómico Norina-Malatesta y del finale secondo “Son tradito, befeggiato”. También a destacar el vaporoso acompañamiento al dúo Norina-Ernesto “Tornami a dir”. Sin embargo, se echó de menos mayor delicadeza y morbidez en los acompañamientos de los inspiradísimos cantabile, dotarles de mayor vuelo en complicidad con la voz, estimular el fraseo de los cantantes y ofrecerles un más equilibrado balance sonoro. 

   Como es habitual en él, Damiano Michieletto traspone la acción a la actualidad y se basa en una escenografía -a cargo de su habitual colaborador Paolo Fantin- que se centra en la casa de Don Pasquale. Destartalada al principio, con un viejo carillón y un vetusto coche que simbolizan el abandono y ranciedad de la morada, posteriormente moderna y con muebles de diseño, cuando Norina-Sofronia, ya como supuesta esposa de Don Pasquale, se hace cargo de todo. Michieletto es hábil diseminando algunos gags, tampoco hacen falta en obra tan perfecta, pero funcionan, además de mover con dinamismo a los actores consiguiendo que la trama discurra con la innegociable agilidad. Tampoco puede sustraerse el regista veneciano a introducir elementos de konzep y simbólicos, más propios del teatro lírico alemán que, desde luego, el italiano, como esas evocaciones del sueño roto de Don Pasquale, es decir, una joven esposa abnegada y sumisa que cuida de su hijo. Como ya he subrayado, el cambio de época a la actualidad parece justificarse por ese final en el que el anciano protagonista ve “premiada” la “lección aprendida” siendo colocado a la fuerza en una silla de ruedas y su envío a una residencia.

Foto: David Ruano / Teatro del Liceo

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico