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Crítica: Edmon Colomer dirige obras de Fauré al frente de la Real Filharmonía de Galicia

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Autor: Beatriz Cancela
21 de marzo de 2016

PRUDENCIA Y ELEGANCIA

Por Beatriz Cancela
Santiago de Compostela. 18/III/16. Auditorio de Galicia. Temporada de la Real Filharmonía de Galicia. Director: Edmon Colomer. Soprano: Sandra Pastrana. Barítono: José Antonio López. Coro: Orfeón Terra a Nosa y Coro Universitario dirigidos por Miro Moreira. Obras de G. Fauré.

   "Manifestación singular" era el calificativo que empleaba el maestro Edmon Colomer en la charla previa al concierto para referirse a la velada que seguiría a continuación. Porque singular fue el propio Fauré. Este compositor francés que llevó la belleza por bandera, pese a su amplia formación y al conocimiento de primera mano de los distintos estilos musicales que iban aflorando en Europa, quiso labrar su propio carácter; el que creía más sublime. Gran simpatizante del simbolismo, movimiento que se extendía por las artes en aquel fin de siglo francés y que constituyó también el eje central de esta cita en la que el director catalán trató de respetar todos estos ideales a través del orden, una aparente sencillez y una gran expresividad contenida.

   Y aunque el autor rehúya en sus composiciones de una sonoridad grandilocuente o virtuosística, en la noche del viernes contamos en el escenario nada más y nada menos que con dos solistas de renombre en el panorama lírico actual que hicieron un paréntesis con este Fauré. La soprano granadina Sandra Pastrana más vinculada a la ópera -de hecho hasta el pasado mes de febrero encarnaba a Musetta de La bohème en Oviedo-, nos mostró una faceta menos conocida y más alejada del repertorio operístico italiano, antes de ponerse en la piel de Donna Fulvia en La pietra del paragone en Cagliari el próximo mes de octubre. Es el caso también del versátil José Antonio López, que se encuentra en estos momentos en una vertiginosa tournée interpretando de igual modo a Bach, Haendel o Purcell, que el Requiem de Mozart o unos lieder de Schubert.

   De este modo, rompiendo el silencio de la noche tranquila, como reza el verso del Cantique de Jean Racine, op. 11, hizo entrada una gran masa coral formada por más de 60 integrantes tanto del Orfeón Terra a Nosa, que precisamente este año celebra el medio siglo de trayectoria, como del Coro Universitario, cuyo nexo común radica en la dirección del reconocido Miro Moreira. Esta obra constituyó una primera toma de contacto sublime. Un canto esperanzador con texto religioso en el que coro y orquesta fluyeron con absoluto fulgor. Realmente uno de los momentos más conmovedores de la velada, tanto por la composición en sí -una de las partituras más bellas de Fauré-, como por la ejecución, absolutamente elocuente e impoluta. Sin lugar a duda, el coro y su director fueron los más ovacionados del recital, y con toda la razón.

   Con La bonne Chanson, op. 61, la orquesta quedaba reducida a la cuerda y a un piano, mientras hacían entrada los solistas; ambos se alternaron la ejecución de los 9 breves movimientos que configuran la obra. Pastrana hizo gala de una voz sosegada, elegante y expresiva, destacando en "Avant que tu ne t'en ailles", donde enfatizó sutilmente los cambios de tempo. López por su parte, con su timbre cálido, incidió especialmente en los crescendi, poniendo especial esmero en los matices expresivos alcanzando gran dramatismo. Quizá en pasajes de notas más graves la orquesta ensordecía el discurso, pero en general ambos demostraron la profesionalidad y seguridad que otorgan sus intensas trayectorias. Sería injusto no mencionar a la pianista, Irina Moryatova, que supo transmitir en todo momento, alzándose sobre la orquesta con personalidad arrolladora y realizando una gran demostración de habilidades técnicas y expresivas.

   Y el particular y excelso Requiem, op. 48, puso el punto y final. Era el momento de la orquesta, que brilló particularmente en esta partitura que es, en sí, un espectáculo de colorido tímbrico y exploración de sonoridades. Desde el tenebrismo inicial del Introito con los registros más graves, pasando por un Sanctus esperanzador presidido por el arpa y los instrumentos más agudos, o los metales reforzando al coro incidiendo en el "Hosanna in excelsis"; hasta la participación del órgano, que por momentos se mantiene impertérrito y solemne, la orquesta respondió con creces. Todo ello confluyó y se articuló para alcanzar un In paradisum, donde la quietud de la orquesta alcanza el resarcimiento pleno.

   En sí constituyó una visión del compositor francés desde una óptica purista en la que Colomer desempeñó el eje articulador de un entramado configurado por un bello repertorio y unas agrupaciones (coro y orquesta) y solistas, profesionales, que en todo momento se mantuvieron equilibrados, dando lugar a un recital íntimo y delicado. El director optó por una ejecución sobre seguro, lenta y contenida.

Fotografía: Facebook RFG

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