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Crítica: «El beso» de Smetana en la Ópera de Ostrava

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
14 de marzo de 2024

Crítica de la ópera El beso de Smetana en la Ópera de Ostrava [República Checa]

«El beso» de Smetana en Ostrova

La virtud de la sencillez

Por Pedro J. Lapeña Rey
Ostrava, 7-III-2024. Národní divadlo Moravskoslezské (Teatro Antonín Dvořák). El beso (Bedřich Smetana/ Eliška Krásnohorská).Martin Gurbaľ (Paloucký), Veronika Rovná (Vendulka, su hija), Martin Šrejma (Lukáš, un joven viudo), Svatopluk Sem (Tomeš, su cuñado), Anna Nitrová (Martinka, la tía de Vendulka), Marta Chila Reichelová (Barče, una sirvienta), Josef Škarka (un viejo contrabandista), Václav Čížek (un guardia de fronteras). Orquesta y coro del Teatro Nacional Moravia Silesia. Director Musical: Marek Šedivý. Dirección de escena: Jiří Nekvasil.

   En el breve periodo de tiempo que transcurre entre enero –cuando Las dos viudas triunfa en su estreno en Praga– y octubre de 1874, la vida de Smetana sufre un cambio radical. Se queda completamente sordo, la peor de las enfermedades que puede sufrir un músico. El proceso de la pérdida auditiva fue muy rápido. Cuando el 18 de noviembre de 1874, termina de componer Vyšehrad, el primero de los poemas sinfónicos de Mi patria, junto a la firma escribe: «tengo problemas de audición». Veinte días después termina el segundo, el famoso Moldava y la frase en completamente distinta: «estoy completamente sordo». En 1875 empieza a aceptar la enfermedad y a convivir con ella. También empieza su relación artística con Eliška Krásnohorská, poeta y traductora, y que se va a convertir en la libretista del resto de sus óperas. Se conserva una buena parte de su correspondencia lo que ha permitido conocer en detalle el proceso creativo de ambos. 

   El beso es una comedia popular que muchos han querido ver como una vuelta al modelo de éxito de La novia vendida. Sin embargo, aunque hay varios parecidos, hay también muchas diferencias. Smetana sitúa la acción en las Montañas Krkonoše - Montañas de los Gigantes, la cordillera de los Sudetes occidentales que forman la frontera natural entre Polonia y la República Checa. Es una zona de pocos pueblos, muy pequeños, situada en una frontera, lejos de todo y con una sociedad mucho mas cerrada -y en parte opresiva- que la que tenemos en La novia vendida. Aquí no hay grandes fincas, ni ricos terratenientes ni nada similar sino una sociedad pequeña, en la que todos dependen de todos, todo el mundo conoce a todo el mundo, las supersticiones están a la orden del día, y cualquier acción que lleves a cabo va a estar escrutada por todo el pueblo. En este ambiente se encuentran dos aldeanos, Lukáš y Vendulka. Ambos se querían desde que eran jóvenes, pero los padres de Lukáš le hicieron casarse con otra. Poco tiempo después, su esposa muere dejándolo con un bebé. Él vuelve a cortejarla y todo el pueblo parece feliz con la nueva boda, salvo Paloucký, el padre de ella. La razón es muy simple. Ambos tienen la cabeza muy dura y cree que se pasarán el día discutiendo. Ante las protestas de todos, cede y les da su bendición, pero instantes después, Lukáš intenta besar a Vendulka delante de todos para sellar la boda y ésta no le deja. Entiende que mientras no hayan pasado por el altar, cualquier beso que se den sería una traición a su difunta esposa. Lukáš se lo toma muy mal y se va a ahogar las penas junto a otras chicas en la taberna. Vendulka no soporta la humillación y escapa del pueblo hacia las montañas, a casa de su tía Martinka, donde busca cobijo y trabajo junto a ella. Ésta se dedica al contrabando junto a Matouš, un viejo negociante que conoce las montañas como la palma de su mano. Al día siguiente, Lukáš, arrepentido, corre a pedir perdón tanto a ella como a su padre Paloucký -el que dice aquello de: «ya lo decía yo»-, y tras varias vicisitudes, es ella la que quiere besarle. Entonces él se niega ante la desesperación de todo el pueblo. ¿Otro problema? No, simplemente quería pedirle perdón públicamente antes del beso final. 

«El beso» de Smetana en Ostrova

   Musicalmente, Smetana transmite felicidad incluso en la amargura. Calidez, alegría, humor, melodías frescas y ritmos populares son omnipresentes en una obra que sin embargo, no tiene escenas de baile, ni diálogos en prosa y ni arias para los roles principales. Pero ahí están la amplitud dramática, una instrumentación rica y colorida, una preciosa colección de armonías y lo que más caracteriza sus obras: una caracterización excepcional de los personajes y unos concertantes de quitar el hipo. Si ya hemos comentado el maravilloso papel del padre Paloucký, Vendulka es un ejemplo de joven en edad de merecer, alegre, soñadora, que genera empatía, que se come al bebé de la primera esposa de Lukáš desde la escena inicial, amándolo como si fuera suyo, y a quién, ¿cómo no?, no le falta la tozudez de la gente noble y sencilla. La que llama al pan, pan y al vino, vino. Un personaje resplandeciente que contrasta con la hilaridad que desprenden la tía Martinka y el viejo contrabandista Matouš. 

   Jiří Nekvasil, el intendente de la compañía y director de escena, crea una producción funcional no exenta de imaginación, muy respetuosa con la esencia de la partitura, que nos permite seguir la obra sin ningún problema incluso a los que la vemos por primera vez. La escenografía es básica. Una gran tarima se eleva en pequeña pendiente hasta el final. Ahí ocurre la mayor parte de la acción. Todo el pueblo pasa por ella, y las relaciones entre los personajes son por tanto directas, sin ambages, complementando la música que sale del foso. En la parte posterior, una especie de colina simula lo que se ve desde la ventana y nos recuerda que estamos en una zona fronteriza en las Montañas de los Gigantes. Ahí, dando una imagen de cierta distancia, es donde Lukáš besa a las muchachas del pueblo o donde Matouš mueve mercancías. En el segundo acto, los contrabandistas salen con árboles en la cabeza, creando un bosque por el que el guardia fronterizo no les puede detectar. Y la guinda es la forma en que nos presenta el amanecer en el bosque. Una niña nos trae un globo amarillo que simula al sol. Momentos después, vuelve a salir, pero esta vez con el globo mucho mas grande y cercano. Todo un ejemplo de la virtud de la sencillez.

   De nuevo un elenco de la casa fue el ideal para sacar a relucir la maravillosa música de Smetana. Al igual que el día anterior en Las dos viudas, Veronika Rovná y Martin Šrejma volvieron a ser la pareja de enamorados. Ella volvió a cautivarnos tanto con su rica voz como con su forma de interpretar a una chica de pueblo supersticiosa, que no quiere besar a su novio antes de casarse. Su escena junto al hijo de Lukáš, donde le canta que le va querer como si fuera suya nos puso los pelos de punta. Si la voz de Martin Šrejma tuviera algo mas de volumen, estaríamos ante un cantante de nivel, que nos seduce cuando canta solo pero que tiene sus límites cuando canta contra toda la orquesta. Todo un lujo contar con Svatopluk Sem en el papel del cuñado Tomeš, barítono con todas las de la ley, con voz poderosa, bien colocada y muy bien emitida. Por su parte, Martin Gurbaľ fue un divertido padre Paloucký, a quien no le importa ser la única mosca cojonera que ve que dos personas con la cabeza tan dura puedan llegar a convivir, y Anna Nitrová nos sedujo con su encantador personaje de la tía Vendulka, persona astuta, llana y lista, capaz por un lado de ser el soporte emocional de su sobrina cuando Lukáš se va a buscar consuelo en otras chicas, y por otro de dedicarse al contrabando para ganarse una pensión. También correctos y adecuados Marta Chila Reichelová como Barče, la chica que trabaja en casa de Paloucký, Josef Škarka como el jefe de los contrabandistas y Václav Čížek como el guardia de fronteras.

   Al igual que el día anterior, Marek Šedivý primó la tensión teatral y de nuevo mostró como se dirigen los concertantes en una obra que tiene muchos. La orquesta se mostró en forma, con un sonido atractivo y con cierto cuerpo, muy atenta siempre a las complejas progresiones dinámicas, mientras el coro fue el complemento necesario e ideal para volver a salir del teatro con una amplia sonrisa en los labios.

Fotos: Martin Popelář

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