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CD: «Enigmas». Javier Negrín graba la obra para piano de Armando Alfonso. Por Aurelio M. Seco

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Autor: Aurelio M. Seco
19 de febrero de 2023

Crítica de Aurelio M. Seco del disco Enigmas de Javier Negrín, dedicado a la obra completa para piano de Armando Alfonso

«Enigmas» del pianista Javier Negrín

Las certezas de un enigma

Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
CD. Enigmas. Javier Negrín, piano. Obra completa para piano de Armando Alfonso. Odradek

   Todas las obras de arte son, en mayor o menor medida, enigmas. Los misterios tienen que ver, en general, con su naturaleza, incluidos los motivos que justifican su forma de ser material. Detrás de una nota más larga de lo habitual en un violinista puede esconderse un homenaje del intérprete a la sugerencia secreta de una apreciado amigo, con la intención de ofrecer una perspectiva inédita y más belcantista de la partitura; una información que se pierde el oyente, que debe asimilar y encontrar sentido a la nueva norma, independientemente de la razón que la produjo. Es el mundo interno, esotérico, del artista consciente e inconsciente. El oyente no entiende las razones del artista (ni el artista todas sus sinrazones), pero ahí están, sustentadas por aspectos que en la historia han cubierto Ideas como las de Espíritu y Alma, por ejemplo. La naturaleza misteriosa del arte nos permite explorar, a través de nuestro mundo interno, sus sentidos enigmáticos, dotándolos de un contenido propio y ajeno. Determinados fundamentos del arte no se pueden institucionalizar. Si lo hicieran hablaríamos, no de Arte, sino de Tecnología, que también forma parte del Arte, desde luego, pero sin desbordarlo. Otra cosa es que el arte sea más o menos sustantivo, es decir, que como resultado, determinada obra nos resulte, positivamente, magnética e irremediablemente fascinante. 

   En 2022 Javier Negrín sacó al mercado discográfico un cedé titulado precisamente así, Enigmas, un disco que contiene la obra completa para piano de Armando Alfonso, figura fundamental de la música de las Islas Canarias y en general española, no sólo en su vertiente pedagógica y compositiva, sino también interpretativa (de 1968 hasta 1985 Armando Alfonso fue director de la Sinfónica de Tenerife). Tras el titánico esfuerzo de Javier Negrín, nombre destacado del piano español, parece emanar con intensidad el afecto profundo del alumno y amigo, pero también su reconocimiento objetivo a unas partituras elocuentes, y sí, enigmáticas. De esta forma, Negrín nos va descubriendo con este monumental trabajo discográfico, el interesante mundo artístico de Armando Alfonso, autor que ha asimilado buena parte de la música del siglo XX sin ataduras «de escuela». En el Estudio «juego de tresillos», obra de 2016, fruto de un encargo del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM], Alfonso nos va desgranando esta figura en las manos virtuosas de Negrín, que aportan calidez entrañable a una estética de una emocionalidad pianística  tenue, de un familiar perfume beethoveniano. Pero es en las Variaciones sobre el «Arrorró» donde Alfonso mezcla con sabiduría compositiva la memoria de su padre, el pianista y compositor Javier Alfonso, la dulzura del famoso tema y su amor por Canarias. Es la obra del disco que más hemos vuelto a oír por necesidad, quizás porque en ella el compositor roza cierta verdad universal de la Música. La versión, en catorce variaciones, refulge con el apasionado e ilusionante arte pianístico de Javier Negrín, que resuena entrañable, virtuoso, ameno. La figura del confidente vuelve a aparecer en los Preludios para pianistas amigos, algunos de los cuales Armando Alfonso dirigió sobre la tarima. Así, se pone en música a artistas como Dimitri Bashkirov, Jesús Ángel Rodríguez, Christian Zacharias, András Schiff y Joaquín Achúcarro. El estilo, reconocido por el propio Armando Alfonso como «libre y propicio a utilizar toda clase de recursos» resuena en dos piezas, Albumblatt 1 y 2, dibujadas con un pretendido carácter amable como obsequio a caleidoscópicos personajes del álbum de la vida del compositor. La Suite de 1956 está formada por cinco partituras desarrolladas «dentro de un atonalismo o casi atonalismo muy libre», nos comenta el compositor, que escribió las obras en un momento en que «empezaba a estar de moda en España el estudio y análisis del dodecafonismo (más tarde también del servilismo) por la gran influencia de Darmstadt y Donaueschingen».

  El disco, elocuente y asombroso, nos reclama, en este siglo XXI, el valor de la lealtad al amigo, la reverencia y gratitud al maestro y la obligación de responder al arte noble con trabajo, esmero y dedicación. Un trabajo que ya cuenta para la historia de la música española por lo logrado de su factura y el amor con el que ha sido confeccionado. Si su naturaleza artística sostendrá nuestro ánimo en el futuro,  se verá.

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