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Crítica: «Falstaff» en el Teatro Calderón de Valladolid

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Autor: Raúl Chamorro Mena
2 de junio de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Falstaff en el Teatro Calderón de Valladolid, bajo la dirección musical de Óliver Díaz

Carlos Álvarez como Falstaff en Valladolid

La crítica más complicada

Por Raúl Chamorro Mena
Valladolid, 30-V-2025, Teatro Calderón. Falstaff (Giuseppe Verdi). Carlos Álvarez (Sir John Falstaff), Rodrigo Esteves (Ford), Rocío Ignacio (Alice Ford), María Luisa Corbacho (Mrs. Quickly), Maylin Cruz (Nanetta), Joel Prieto (Fenton), Cristina Faus (Meg Page), José Manuel Montero (Dr. Cajus), Gerardo López (Bardolfo), Toni Marsol (Pistola). Coro Calderón Lírico. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Jacopo Spirei. 

   Giuseppe Verdi, jalón fundamental en la historia del teatro lírico, culminó su fascinante evolución –la mayor que ha experimentado compositor alguno- con la carcajada de un octogenario, ya por encima del bien y el mal y que observa la vida, de vuelta de todo, sabio, con fina ironía y mordaz distanciamiento. Despedirse con la más perfecta de las fugas y proclamando “Tutto nel mondo è burla!”, sólo podía estar al alcance de este Titán que, con un excelso libreto de Arrigo Boito dice adiós al teatro con su venerado Skakespeare y una obra maestra de la comedia. Con ello, por un lado, se saca la espina del fracaso de su anterior ópera cómica Un giorno di regno y por otro, después del Don Pasquale Donizettiano retoma la tradición tan fundamental en la ópera italiana, como es la ópera buffa. Un círculo que cerrará posteriormente Giacomo Puccini con Gianni Schicchi.  

Falstaff en el Teatro Calderón de Valladolid

   Esta reseña es de las más complicadas que un crítico debe afrontar, pues se combinan, más que el respeto, la admiración por un artista y su carrera, la estimación hacia la persona y la obligación con uno mismo y con los lectores de reflejar con fidelidad lo que, desde su punto de vista, ha apreciado en el evento en cuestión.  

   El barítono Carlos Álvarez ha realizado una magnífica carrera siendo una de las grandes estrellas internacionales de la lírica española en los últimos años. Probablemente la más rutilante. Es un cantante al que aprecio especialmente, pues he seguido su carrera desde su debut en 1990 con La del manojo de rosas en el estreno en el Teatro de la Zarzuela de Madrid de la ya mítica producción de Emilio Sagi. Después de una complicada enfermedad fue capaz de regresar y completar otra etapa con cierta merma vocal, sí, pero compensada con mayores dotes como fraseador y una asentada madurez tanto expresiva como interpretativa. 

   En 1996 le vi encarnar el Ford en el Teatro de la Zarzuela, en esta ocasión afrontaba el Falstaff, papel que se aleja de las exigencias vocales extremas del tradicional barítono verdiano -a las que sí pertenece la escritura de Ford-, pues pide, sobre todo, un gran fraseador, un artista que domine los acentos, el sentido del decir, en definitiva, la parola scenica, tan esencial en el lenguaje verdiano. 

   Debo consignar, con dolor y con la esperanza de que concurriera algún problema de salud o alergia, que encontré a Carlos Álvarez en muy mal estado vocal, especialmente en un acto primero en el que lo pasó fatal con un timbre muy empobrecido, mermadísimo de volumen, color y brillo. Agudos rascados -el Sol 3 del monólogo “L’onore, ladri”- canto dislocado, palabras entrecortadas y frases sin concluir. Mejoró la cosa en el acto segundo y, sobretodo, el tercero, en el que a pesar de la fatiga y que apenas se pudo reconocer -en toda la función- ese característico timbre tan bello y noble del malagueño, se impusieron las tablas del artista, los acentos y compromiso en escena en una estimable caracterización interpretativa, que no vocal, de Il pancione.

   Interesante el Ford de Rodrigo Esteves por su buena prestación en escena y su sanidad y solidez vocal, propia de barítono atenorado, bien es verdad. El hispano brasileño sacó adelante su exigente “aria delle corna” y mostró siempre un saludable registro agudo,

   Por su parte, Fenton se benefició del timbre grato y juvenil del tenor Joel Prieto, que acreditó insuficiencia técnica -ese pasaje sin solucionar- y canto correcto, pero con un fraseo escasamente estimulante. 

Falstaff en el Teatro Calderón de Valladolid

   Extrovertida comicidad la demostrada por José Manuel Montero como Doctor Cajus, bien integrado en el montaje, al igual que la bien compenetrada pareja Bardolfo y Pistola, formada por Gerardo López y Toni Marsol.

   Rocío Ignacio, soprano ligera de origen, con un centro abombado, falseado, y una emisión pesante, así como totalmente dura y oscilante, encabezó como Alice Ford las comadres de Windsor. A su lado, María Luisa Corbacho mantiene su entidad vocal con apreciable caudal, centro carnoso y grave sólido –“Reverenza”-, pero la misma monotonía de acentos de siempre. Maylin Pérez encarna otro caso habitual en el canto lírico actual. Voz apreciable por presencia, proyección y lozanía, pero nulamente educada. Un canto sin moldear, una técnica que aún se la espera. No se puede cantar una Nanetta sin una sola dinámica, sin un filado, ni capacidad alguna de regular el sonido. Discreta, correcta y profesional, la Meg Page de Cristina Faus

   La puesta en escena de Jacopo Spirei pretende exponer la obra maestra en clave contemporánea y lo logra, pues no sólo respeta el espíritu de la misma, más bien lo potencia con una labor ligera, clara y dinámica, y una dirección de escena ágil y bien trabajada. Asimismo, el montaje refleja bien el contraste entre el amor juvenil, puro, ensoñador e idealista, de los jóvenes Fenton y Nanetta y el mundo de los adultos, lleno de desconfianzas, hipocresía e intereses. La puesta en escena contó con una vistosa escenografía -particularmente en los cuadros fuera de la taberna de la Jarretera- y una última escena en el bosque de Windsor muy hábilmente lograda.  

   Espléndida la dirección musical de Óliver Díaz, ya que fue capaz de resaltar la factura sinfónica de la orquestación de la obra, con los innumerables detalles y filigranas de ésta, al mismo tiempo que cuidó con primor a los cantantes, especialmente al protagonista. Díaz combinó, por tanto, sentido analítico con aliento teatral y galvanizó a la orquesta, de la que obtuvo un sonido de apreciable calidad. Bien es verdad, que faltó un punto más de ligereza que apuntalara la imprescindible chispa, que no faltó, a la labor del músico asturiano.

Fotos: Teatro Calderón de Valladolid 

Falstaff en el Teatro Calderón de Valladolid
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