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Crítica: María Espada y Forma Antiqva en el ciclo 'Primavera Barroca'

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Autor: Mario Guada
7 de abril de 2014

 DEL "ARS HISPANA"

Por Mario Guada

04-IV-2014, 20:00. Oviedo,Auditorio – Palacio de Congresos Príncipe Felipe [sala de cámara].Ciclo «Primavera Barroca». Entrada 15€uros. Obras deSantiago de Murcia, Roque Ceruti, Antonio Literes, Sebastián Durón, José de Torres y anónimos. María Espada • Forma Antiqva – Aarón Zapico.

      Bajo el título de Con afecto y armonía: la circulación de música y músicos entre España, Portugal, Italia y América, se presentaban en el ciclo Primavera Barroca los «de casa». Forma Antiqva, conjunto asturiano reconocido a nivel europeo en el ámbito de la música antigua, son siempre bienvenidos en el «coliseo» ovetense, a pesar de una relativamente pobre entrada, lo que puede llevarnos a reflexionar sobre ciertos aspectos, pero quizá ya en otro momento.

      Con un planteamiento conceptual del programa interesante –aunque se quedase finalmente más en el papel que en la propia praxis–, se nos presentaron unas cuántas obras absolutamente inéditas, que vienen a refrendar el amplísimo número de piezas que todavía quedan por rescatar del injusto olvido, así como a aposentar la creencia que muchos tenemos de que el patrimonio musical español está a un nivel altísimo, que nada tiene que envidiar a otros –excepciones lógicas hechas.

      Así, comenzó el concierto  con dos piezas: Los impossibles, de Santiago de Murcia [c. 1682-c. 1740], preciosa melodía desarrollada por uno de los grandes compositores para la guitarra española en la historia de la música de dicho país, que fueinterpretada en una imaginativa versión por los componentes delcontinuoque forman la base actual de FA, rescatando la melodía del llamado Saldívar Códex [c. 1732], encontrado en México en 1943; y En la rama frondosa, una cantada humana de Roque Ceruti [c. 1685-1760], compositor milanés que se trasladó a América, estando realmente activo en Perú –ayudando a establecer poderosamente en Barroco italiano en aquel país–, de ahí que está pieza se conserve en el archivo de la Catedral de Lima.

 

      A continuación se interpretó la primera de las piezas anónimas, extraída del enigmático Libro de música de clavicímbalo del Sr. D. Francisco de Tejada, de 1721, que se conserva en La Biblioteca de Nacional de España. Digo enigmática pues nada se sabe acerca de la figura de ese Tejada. Se interpretó aquí su Glosa de mano yzquierda del 1º tono, a la que continuaron –si no seguimos un orden estrictamente real del programa– sus Alemanda y Aria de Corelli, adaptaciones instrumentales sobre algunas de las sonatas en trío del gran maestro italiano, además de un arreglo sobre Españoleta y otro sobre la célebre canción Marizápalos.

      Del mallorquín Antonio Literes [1673-1747], llamado por muchos el «Händel español» se interpretó su cantada humana Déjame, tirano Dios, uno de los momentos más hermosos de todo el recital. Le siguió La jotta, de Santiago de Murcia, magnífico ejemplo de la facilidad de este para asumir el carácter de las danzas populares de diversas procedencias –como podemos comprobar en otras de sus célebres piezas: Folías gallegas o Cumbées.

      Dos de los grandes maestros de los siglos XVII y XVIII fueron los encargados de cerrar el recital. Primero Sebastián Durón [1660-1716], compositor nacido en Brihuega, que fue uno de los grandes exponentes de la ópera y la zarzuela barroca de la historia de la música española, pero también de la música vocal sacra. Sin embargo, se interpretó de él una de las «piececitas» sin mucha enjundia –flaco favor a su figura, por otra parte–, como es Vaya, pues, rompiendo el aire, sobre la famosísima base armónica de la jácara. Por su parte, Joseph de Torres [c. 1670-1738], gran autor de música vocal, y uno de los grandes desarrolladores de la cantada –además de ser un excelente teórico–,se vio representado por dos de estas: Con afecto y armonía –cantada al Santísimo, de 1729, conservada en la Catedral de Guatemala– y Cercadme flores [1722] –también al Santísimo y de Guatemala–, que pusieron el broche dorado en lo musical a un bello programa, aunque al que quizá pudo sacársele algo más de jugo con elecciones de piezas algo menos efectivas y sí más afectivas.

 

 La interpretación resultó, por lo general, menos brillante de lo que normalmente es común en estos intérpretes. Empezando por la soprano María Espada, a la que se le notó en exceso la falta de estudio: pegada a la partitura de manera patente, con inseguridad en las entradas, las frases, errores de notas –uno especialmente flagrante– y de texto, que impidió que pudiera mostrar todo lo buena intérprete que es en realidad. Por otro lado, digamos que a pesar de su magnífica capacidad vocal, quizá el repertorio español del XVII y XVIII –sobre todo ciertos autores concretos– no acaba de adecuarse de manera total a su vocalidad.

      Por su parte, Forma AntiqvaAarón Zapico, no brillaron tampoco a su gran nivel habitual, quizá también por una falta de rodaje de un programa nuevo, que esperemos puedan presentar más veces que en este concierto y el del día siguiente en León, por la música lo merece. Compuesto aquí por el trío de hermanos Zapico y la añadidura, siempre exquisita, del violonchelo barroco de Ruth Verona–que cada día está más en forma; y a la que cabe felicitar por su magnífica actuación, aunque no tan deslumbrante como en la Johannes-Passion del pasado 31 de marzo–, nos sirvieron algunas de estas magnas obras, y sobre todo las piezas inéditas, con el habitual brío y el desparpajo imaginativo que ya es marca de la casa. Quizá excesivamente imaginativo en ocasiones, como en el caso de las piezas del «Libro de Tejada», pues en sus arreglos del clave a todo un conjunto de continuo a uno le cuesta bastante seguir el discurso lineal de la pieza, e imaginarse su sonoridad real; pero también en alguna de las cantadas, utilizando una lección de «tempi» y algunas articulaciones quizá más destinadas a emocionar e impactar por la vía más fácil, cuando en realidad a esta música no le hace falta ningún atajo.

 

    Por lo tanto, un concierto que interpretivamente rindió por debajo de lo esperado, pero que volvió a demostrar que la música española del Barroco tiene una magnífica salud, y por muchos años, merced, en gran parte, a la impagable labor que algunos investigadores están realizando. Este es el caso de Raúl Angulo y Antoni Pons, que forman el proyecto Ars Hispana – Fundación Gustavo Bueno, encargados en este caso de rescatar, editar y transcribir la gran parte del programa interpretado, incluidas las piezas inéditas. Lástima que en este país aún no se valore en la medida que merece este trabajo por parte de los implicados –no fueron mencionados en el programa de mano. Es en casos como estos en los que se demuestra que aún nos queda mucho por recorrer para poder llegar al nivel de otros países. Si no valoramos la investigación, no podremos valorar de manera real el trabajo de los intérpretes. No hay uno sin el otro, esa es la realidad.

 

 

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