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«Geneufonía», la sorprendente palabra de José Virués que no gustó a Arrieta

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Autor: Codalario
13 de septiembre de 2025

La Fundación Gustavo Bueno publica varios artículos explicando la historia del nacimiento y muerte de un término tan extraño como inusual en la Historia de la Música. José Virués publica en 1831 La Geneuphonía, o generación de la bien-sonancia en música, libro de gran influencia en el Real Conservatorio de Música tras adoptarlo dicha institución como método de enseñanza de Harmonía, Contrapunto y Composición

José Virués

Detalle del retrato de José Joaquín Virues Spinola por William Sharp. PID bdh0000034175. CC Biblioteca Nacional de España

   Interesantes artículos los que acaba de publicar la Fundación Gustavo Bueno en su lugar de Internet, en el que se hace un recorrido por la nacimiento y muerte del término «Geneufonía», palabra al parecer inventada por el compositor José Virués que, tras su publicación en libro, obtuvo una contundente respuesta del compositor Emilio Arrieta. «El desvelamiento de ese término, por indiscreción o cálculo, se hace en una suerte de glosa anuncio del taller de tipografía musical regentado en Madrid por Bartolomé Wirmbs, donde se informa en nota, octubre de 1828, como de pasada, que la geneufonía “se está imprimiento en la Imprenta Real”. El texto, tan sorprendente como la propia palabra adjudica a nuestro país importantes tecnologías musicales, como el bajo continuo. «A la España debe la Europa el bajo continuo o melódico, el temperamento o templado mixto del órgano y clave, con que se destruyó para siempre la ridícula y perniciosa teoría del triple teclado de Giudo; la geneufonía o principio único de la armonía y contrapunto (1. Se está imprimiendo en la Imprenta Real); el uniclave, o ensayo sobre uniformar las claves de la música, sujetándolas a una sola escala (1. Se halla de venta en la librería de Hermoso); y a la España en fin se debe en gran parte el admirable efecto del nuevo género Rossiniano, fundado todo en el movimiento y clausulado español &c. &c.».

   El artículo hace un recorrido por la vida de José Joaquín Virués Spínola, informando de su carrera militar y su condición de afrancesado. «El hermano del vil Napoleón le nombra su ayudante de campo y hasta le condecora el 14 de agosto de 1811 con la Orden Real de España. Derrotado el invasor prefiere huir a Francia, afectándole como es natural la prudente circular de 30 de mayo de 1814, con la que Fernando VII evitó la pesadumbre que recibirían los buenos si pudiesen volver a España los esbirros del gobierno intruso. Permaneció en Francia, degradado y sin honores, hasta que en 1820 pudo volver a Madrid». No cabe dudar, en cualquier caso, de la relevancia historica de Virués quien «tradujo a Voltaire, La Enriada en verso castellano (Madrid 1821, xx+234 páginas); compuso La compasión, poema filosófico y moral, distribuido en cinco Discursos en verso castellano (Madrid 1822, 175 páginas); dispuso la breve Cartilla harmónica, o el contrapunto explicado en seis lecciones (“obra original dedicada a Su Majestad la Reina nuestra Señora, que Dios guarde […adulación dirigida entonces a la frígida María Josefa Amalia de Sajonia] Señora, A. L. R. P. de V. M. su más humilde fiel vasallo, José Virués”, En la Imprenta Real, Madrid 1824, 24 páginas); recreó los Salmos de David en Nueva traducción y paráfrasis genuina en romances españoles (Madrid 1825, 4 tomos); y en marzo de 1831 la Imprenta Real ya ofrecía La geneuphonía, o generación de la bien-sonancia música, en distintas presentaciones (de 48 a 72 reales cada ejemplar impreso, según encuadernación y calidad del papel.).

   «La suerte de la Geneufonía», explica el artículo, «estuvo ligada al Real Conservatorio de Música creado entonces en Madrid, pues ahí quedó políticamente implantada desde el mismo inicio de su actividad (enero 1831), como único método de enseñanza de Harmonía, Contrapunto y Composición. Del Conservatorio nada comenzó a saberse públicamente hasta el mes de julio de 1830, y las semanas previas de su gestación coincidieron con la delicada oposición, celebrada en la Real Capilla, para cubrir la plaza de Maestro de Música de la Real Capilla y Director del Real Colegio de Niños Cantores, vacante porque, tras servir en la corte un cuarto de siglo, el genovés Francisco Federici tuvo el gusto de morirse el 11 de febrero de 1830. Como algunos de quienes participaron en esa oposición tuvieron luego que ver con el Conservatorio y con la Geneufonía, será prudente dotar al lector ajeno a estos sucedidos de algunos detalles que le permitan saborear mejor lo que pueda ir leyendo más adelante.

   «En el breve opúsculo que con el título de Cartilla-Harmónica publiqué en 1825, me aventuré a indicar y someter al juicio de los maestros la primera idea de una innovación absoluta en las bases y en el modo de la enseñanza de una ciencia hasta ahora complicadísima, dilatada, ardua e insuficiente, cual lo es la de la Harmonía, Contrapunto y Composición musical, según los principios y métodos por los cuales se enseña en toda Europa desde su primera invención; métodos y principios cuya entera verdad tiene confesado el Real Conservatorio de París no haber podido todavía discernir», explica Virués en el prólogo a su libro La geneuphonía, o generación de la bien-sonancia música, publicado en 1831. En dicho prólogo, Virués defiende la importancia de cantar o tocar cada uno de los ejemplos propuestos: «y teniendo el indispensable cuidado de ejecutar, sea con las voces, sea con los instrumentos, toda nota que se llegue a escribir en la pizarra; porque la sentencia (favorable o contraria) del oído, ha de inspirar siempre las observaciones y explicaciones del maestro, y llenar de gozo y convencimiento a los discípulos. La utilidad y el placer que produce este modo de dar lección no se puede concebir sin experimentarlo». Para Virués, es el oído el que manda.

   Emilio Arrieta es quien termina con la geneufonía desde la corte de Isabel II, 22 años después de su apadrinamiento por Fernando VII y María Cristina.  «Ya desde su segunda colaboración dominical en La Nación va preparando contundente campaña contra la geneufonía. Una cruzada que promueve alguien joven, brillante, formado en Italia y, además, bien situado cerca de la Corte. Una Corte que, veintidós años atrás, se había entregado por completo al engendro del afrancesado Virués (al que Arrieta dice “Virnes” o “Virues”, sin acento)».

   De esta forma habla Arrieta sobre la Geneuphonía en un artículo en el que intenta desacreditar la obra de Virués. «Si fueran ciertos los prodigios que nos han dicho de ella, sería el caso ver salir cada día de nuestro Liceo musical, los jóvenes mejor iniciados en las reglas de la armonía, con la misma abundancia y facilidad que salen las setas en los campos al lado de los alcornoques». En otro artículo, afirma: «Con permiso de nuestros lectores vamos a citar algunos párrafos de la dichosa Geneuphonia como lo hicimos en la revista anterior, para que todos puedan formarse una idea aproximada de lo que ella vale, y las extravagancias y falsas doctrinas que contiene». Y en otro fragmento del mismo artículo: «¿Y qué podremos decir de la ocurrencia del señor Virués de probarnos «que el modo menor es el único o primitivo de la naturaleza; y después; que el es artificial?»… ¿Y el considerar el intervalo de segunda aumentada como «el más apacible y el más natural a la voz?» La quinta-justa es disonancia, el tritono consonante; lo dice el tratado de la bien-sonancia música y basta…». «Estamos con el alma en un hilo, y deseamos con impaciencia que llamen a nuestra puerta y nos entreguen la esquela de convite para asistir a los funerales de la obra tristemente célebre del señor Virués, que en paz descanse», explica contundente Arrieta en otra ocasión.

   En cualquier caso, no son pocos los músicos que prestaron atención a Virués y su obra. En 1858 de publica por primera vez en portugués la Geneuphonía, libro al que posterioremente prestaría atención Mariano Soriano Fuertes en su Historia de la música española desde la venida de los fenicios hasta el año de 1850. Rogelio Villar (1875-1937), compositor, crítico e historiador musical formado en el Conservatorio de Madrid, dedica en 1919 un excurso a ofrecer un breve resumen de la Geneufonía.

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